Las hembras esporulantes, las más atractivas

Para confirmar la observación, los investigadores incubaron las moscas macho durante 10 días. Casi el 75% de los machos expuestos a hembras con esporulación en etapa tardía se infectaron, en comparación con el 15% de los machos que intentaron relacionarse sexualmente con los cadáveres en la etapa temprana de esporulación. También midieron las respuestas de la mosca doméstica masculina a los compuestos volátiles que rodean a las moscas vivas, los cadáveres no infectados y los cadáveres esporulantes. Las hembras muertas repletas de esporas, seguían siendo más atractivas para las moscas macho.

«Los machos sanos se sienten atraídos por los cadáveres fruto de la acción de los hongos y se involucran en intentos de cortejo y apareamiento, lo que aumenta significativamente la infección de nuevos individuos hospedadores y, por lo tanto, asegura la transmisión del patógeno fúngico», dicen los autores. «La infección por E. muscae induce cambios en la química volátil que atraen a las moscas domésticas al alterar los niveles de hidrocarburos cuticulares de las moscas y al producir varios compuestos volátiles inusuales».

Entre estos compuestos se encuentran una clase de sustancias químicas llamadas sesquiterpenos, que antes no habían sido asociadas con las moscas domésticas (pero sí a abejas melíferas asiáticas y a los abejorros, por ejemplo).

El hongo invade el sistema nervioso de la mosca y la obliga a ascender hasta el punto más alto posible, algo que se conoce como ‘enfermedad de la cumbre’, arrojando las esporas con su hinchadísimo abdomen, antes de que el malévolo hongo devore el cerebro y los músculos de la víctima.

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