Con la abolición de la esclavitud, los investigadores médicos debían encontrar una nueva población receptiva a sacrificarse –sin saberlo- por el avance científico. Y la encontraron en los disminuidos psíquicos. Para ello los investigadores solo tenían que acudir a los centros apropiados, como el Walter E. Fernald State School, una institución fundada en 1848. Allí, entre 1946 y 1953, científicos de la Universidad de Harvard bajo la dirección de Robert S. Harris, profesor de nutrición del prestigioso MIT, más de medio centenar de alumnos fueron expuestos a pequeñas dosis de hierro y calcio radiactivos. 

Se conserva una carta de 1949 donde el director del colegio pedía autorización a los padres para que sus hijos participaran en un experimento donde se les iba a dar una “dieta especial” con la que se estudiaría la absorción de los cereales, el hierro y las vitaminas… pero sin mencionar que se iban a usar trazadores radiactivos. A los chicos se les animaba a apuntarse a este “Club de Ciencia” a cambio de mayores porciones de comida, fiestas y viajes para ver jugar a los Red Sox de Boston. Mientras, entre 1947 y 1949 dentistas suecos convocados por el Servicio Dental Nacional diseñaron un cuidadoso programa de investigación para comprobar si, como se sospechaba, el consumo de azúcar provocaba caries. Y qué mejor forma que regalar grandes cantidades de golosinas a los internos de la institución mental Vipeholm.

Los resultados fueron dados a conocer en 1953 y cuatro años más tarde el gobierno sueco comenzó una importante campaña para prevenir la caries entre la población. Toda una política sanitaria a costa de los dientes de más de 600 internos de un psiquiátrico.

Mirá También:  El peligro de los remedios ''naturales''
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