La artista Andrea Pasut reflexiona sobre «Cuerpas disidentas», una serie que plantea un cruce entre arte y política donde se retratan los cuerpos disidentes y se resignifican sentidos centrados en tiempo, identidad y género -sus temas constantes- junto al abrazo colectivo de subjetividades desde el que propone transformar espacios.

Treinta retratos forman parte del trabajo «Cuerpas disidentas». Uno de ellos es parte de la muestra «Políticas del deseo: para todes, tode», curada por Kekena Corvalán y presentada en el Centro Cultural Kirchner (CCK), una iniciativa colectiva que celebra la soberanía de los cuerpos y otorga un lugar central a la diversidad de género y las disidencias, con obras de más de 250 artistas.

Los otros 29 están instalados en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con curaduría de Jimena Pautasso, donde se interroga sobre la representación y visibilidad de las disidencias, reformulando y haciendo cruces entre historias personales y obras de la historia del arte.

En su obra, dice Pasut, siempre estuvo presente lo político, aunque fue más claro cuando pudo expresarse completamente, después de salir del closet de su propia disidencia». En la serie «Cuerpas Disidentas» es más claro lo político y sobre todo la perspectiva feminista. «Aunque se puede observar separado en años anteriores, es indisoluble la propuesta militante y artística, que busca concretar en su obra», dice en diálogo con Télam.

También se trata de una militancia hacia el interior del mundo artístico: por ser una «femineidad» y «femineidad trans», se la invisibiliza en ese aspecto, aclara.

Pasut lleva los últimos tres años trabajando en «Cuerpas disidentas», tras su formación en la Prilidiano Pueyrredón y numerosas muestras realizadas.

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La también actriz refiere que el punto de partida de su trabajo actual son «vivencias, miedos a perder lo conseguido, perder amistades y la fuente principal de sustento, los alumnos del taller».

Pasut participó en muestras de artistas mujeres, pero manifiesta su desagrado ante el uso del género para un artista. «Es distinto decir una persona trans que hace arte, que es artista, a encasillarla en una subcategoría», cuestiona.

La muestra en el CCK es una reivindicación mucho más grande, que tiene que ver con la resignificación. «Una reivindicación total en muchos aspectos -enfatiza- donde coinciden continente y contenido, y se valoran feminidades, disidentes, federales desde una perspectiva federal, el cuidado de la curadoría y la instalación realizada por mujeres».

Mi primera disidencia fue no claudicar con ser artista: vengo de una familia de clase media baja, donde ser artista era inconcebible.

Andrea Pasut

«Mi primera disidencia fue no claudicar con ser artista: vengo de una familia de clase media baja, donde ser artista era inconcebible», relata.

Pasut explica que trata de no hablar solo de su experiencia, sino de feminidades trans, lo que comenzó con la serie «Huellas de una identidad» (2014-2016) y profundiza en la serie actual al «empezar a ver otras experiencias disidentes».

La artista dice que el mercado «copó todo con un lavado de cara política muy concreto, donde los contenidos ya no valen, son académicos y al mismo tiempo lejanos del público» y que ante este panorama decidió no entrar en ese circuito y empezó a hacer sus propias muestras, porque «la obra tiene que hablar por la artista. Es el camino más difícil», enfatiza.

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En su proyecto previo, «Huellas de una identidad», Pasut definió su forma de trabajo con el armado de equipos. El proyecto actual, «Identikit», también lo trabaja con un equipo audiovisual, cuyo cierre es un documental del registro del proceso, que va acompañado del trabajo de producción previo a cada cuadro.

A partir de su serie de retratos, la artista busca «honrar» a las personas, y juega con una crítica a la historia del arte y la representación de cuerpos.

«Este juego es irrumpir en el museo y construir uno nuevo, sin negar a las artes, sino poniendo en crítica qué se representaba». La persona a retratar elige un cuadro para habitar. El último cuadro pintado dialoga con ‘Las Meninas’ de Velázquez y requirió de una gran despliegue de producción», explica.

Pasut se afirma en «la idea de la identidad, eso que cambia pero permanece. Somos más que el conjunto de nuestras partes, mutamos, cambiamos, estamos en proceso: como dice Marlene (la activista trans Marlene Wayar), estamos siendo», dice al pasar.

Volviendo al ahora, asegura que las restricciones por la pandemia le quitaron la posibilidad del abrazo: «para el colectivo más disidente es una de las cosas más necesarias, el organizarnos, estar juntes, armar redes».

«Lo que hice hasta ahora fue por porque esto existe (el colectivo), y este es el homenaje que quiero dar, porque no hubiera podido construir todo esto sola -nada se construye solo-, pero más en el arte siendo una persona no solo trans, sino transmitiendo ideas que ahora están más visibles», comenta.

«El repensarse es parte de mi trabajo, mi propuesta, porque me sigo repensando. En no claudicar ciertas luchas que son permanentes y que no se agotan porque no intentan derrocar nada, sino cambiar, porque si no volvemos a reproducir lo que se quiere modificar -agrega Pasut-. Este límite entre la hetero-cisnorma que parece ser un refugio, -para mi lo fue mucho tiempo- es una construcción tan fuerte que da una supuesta seguridad ante el mundo regido por esa lógica, que se está resquebrajando para las personas cis-heteropatriarcales».

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«El Archivo de la Memoria Trans rescata la memoria -como lo hacen las Abuelas de Plaza de Mayo- de las que se fueron, las que mataron, porque a nosotras, disidencias, el poder nos borra y es el principio de ese control; en mis retratos, rescato las que están vivas», destaca.

«Tiempo, identidad y género son los tres círculos sobre los que un trabajo constante de años teje colectivamente redes de subjetividades que ahora irrumpen en el espacio para transformarlo, pero sobre todo, para remarcar que la transformación es el eje posible del abrazo en libertad», expresa el texto curatorial del Paco Urondo.

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