La memoria es una de las funciones más importantes y misteriosas del cerebro humano. Gracias a ella podemos aprender, recordar, comunicarnos y tomar decisiones. Sin embargo, la memoria no es perfecta ni infalible. A menudo olvidamos cosas que nos parecen importantes, como los nombres de las personas, las contraseñas, los cumpleaños o los números de teléfono. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué factores influyen en el olvido? ¿Cómo podemos mejorar nuestra memoria y evitar los falsos recuerdos?

Estas son algunas de las preguntas que abordan el Dr. Andrew Budson y la Dra. Elizabeth Kensinger, dos expertos en neurociencia cognitiva y afectiva, en su libro ‘Por qué olvidamos y cómo recordar mejor’, publicado recientemente por Pinolia. Se trata de una obra divulgativa y amena que explica los mecanismos y los procesos que intervienen en la formación, el almacenamiento y la recuperación de los recuerdos, así como los trastornos y las enfermedades que pueden afectar a la memoria, como el envejecimiento, el Alzheimer, la depresión o la ansiedad.

Los autores combinan los últimos avances científicos con ejemplos cotidianos y consejos prácticos para ayudar a los lectores a comprender mejor cómo funciona la memoria y cómo optimizarla.

El libro está dirigido a un público general interesado en la ciencia de la memoria y el cerebro, pero también puede ser útil para estudiantes, profesores, profesionales, cuidadores y pacientes que quieran mejorar su rendimiento y su calidad de vida.

A continuación, presentamos un extracto del primer capítulo del libro, donde los autores explican los conceptos básicos de la memoria y los distintos tipos que existen.

Todas las formas de recordar: la memoria no es una cosa

Uno de nosotros (Elizabeth) tuvo la oportunidad de realizar una investigación con un caballero llamado Henry Molaison (más conocido por sus iniciales, H. M.). En 1953, a Henry se le extirpó la parte interior de los lóbulos temporales izquierdo y derecho (la zona del cerebro situada junto a las sienes) debido a unos ataques epilépticos difíciles de controlar. Desde un punto de vista técnico, las intervenciones quirúrgicas fueron bien. Pero, según se fue recuperando, los médicos e investigadores no tardaron en darse cuenta de algo muy preocupante: era incapaz de crear nuevos recuerdos. Podía leer y hablar, y si mantuvieras una breve conversación con él, probablemente no notarías nada extraño. Pero, cuando le visitaban sus familiares, aunque sabía quiénes eran, no recordaba que hubieran venido. Le presentaban a nuevos médicos y al día siguiente (o incluso a la hora siguiente) no recordaba haberlos conocido. Fue entonces cuando los médicos comprendieron que, de algún modo, la extirpación de esas partes del lóbulo temporal le habían provocado una amnesia total. 

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Casi cincuenta años después de esta intervención, Elizabeth, entonces estudiante de posgrado, conoció a Henry en el laboratorio de Suzanne Corkin en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Para entonces, Henry había estado muchas veces en el MIT, aunque no recordaba sus visitas anteriores. Normalmente venía por unos días. Un día se le pedía que resolviera unos crucigramas especiales que evaluaban su memoria en cuanto a palabras y conceptos. Otro día realizaba unas pruebas de vocabulario y reglas gramaticales. Días después se le pedía que recorriera una habitación varias veces y que recordara un lugar concreto de la alfombra que no estuviera marcado. Durante la noche, era atendido por el personal de los servicios sanitarios universitarios del MIT. Al ser amnésico, a la mañana siguiente, alguien tenía que ayudarlo a llegar desde su dormitorio hasta el laboratorio del Dr. Corkin.

Durante una de sus visitas, Elizabeth se encargó de guiar a Henry hasta el laboratorio. Izquierda, derecha, derecha, recto, izquierda, los pasillos continuaban por el laberinto de pasadizos subterráneos del MIT. Pronto llegaron hasta una puerta, una puerta difícil de abrir que siempre suponía un problema para Elizabeth: había que mantener una palanca levantada mientras se giraba el pomo en la dirección correcta… ¿en el sentido de las agujas del reloj?, ¿o en sentido contrario? Después de observarla durante un minuto, Henry, siempre dispuesto a ayudar, se adelantó, realizó las complicadas maniobras correctas en la cerradura y abrió la puerta.

Sistemas de memoria

¿Cómo es posible que un individuo verdaderamente amnésico — alguien que, después de hablar con él durante una hora, no recordara conocerte diez minutos después— pueda recordar cómo realizar el procedimiento para abrir una cerradura tan complicada? Solo había una explicación posible, una que tal vez tú mismo hayas deducido tan rápidamente como los investigadores que trabajaron por primera vez con Henry en 1953: la memoria no puede ser una única habilidad. La memoria debe ser un conjunto de capacidades, de las cuales solo una depende de la parte de los lóbulos temporales que le extirparon a Henry.

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Las sinapsis son los espacios que hay entre dos neuronas, que se comunican entre sí mediante la acción de los neurotransmisores. Foto: IstockAGE

No sería exagerado decir que el contraste entre la profunda amnesia de Henry para los acontecimientos y su capacidad para recordar otras cosas —como conocer el conjunto de movimientos necesarios para abrir la puerta— inauguró la era moderna de la investigación sobre la memoria. Ahora sabemos que existen múltiples sistemas de memoria en el cerebro, cada uno con su propia red anatómica que permite recordar distintos tipos de información. Estos sistemas de memoria pueden clasificarse de distintas formas, como el marco temporal en el que operan: a corto plazo (de segundos a minutos), a largo plazo (de minutos a varios años) y memoria remota (muchos años). 

Los sistemas de memoria a largo plazo y a distancia suelen dividirse a su vez en sistemas explícitos, porque la conciencia es necesaria para el aprendizaje y la recuperación, e implícitos, porque la conciencia (aunque a veces esté presente) no es necesaria para el aprendizaje y la recuperación. La memoria explícita suele denominarse declarativa, porque es fácil decir o «declarar» lo que se ha aprendido, mientras que la memoria implícita también se denomina no declarativa, porque suele ser difícil verbalizar el recuerdo. 

A continuación, se describen brevemente los principales sistemas de memoria:

Sistemas de memoria explícita/declarativa a largo plazo y a distancia

  • La memoria episódica es la memoria de episodios de tu vida, como, por ejemplo, cómo celebraste tu último cumpleaños o qué cenaste ayer. La memoria episódica suele dividirse en diferentes partes, como la creación, el almacenamiento y la recuperación de recuerdos. 
  • La memoria semántica es la memoria de hechos e información, como el color de las rayas de un tigre, la utilidad de un tenedor y las nuevas palabras del vocabulario de tu clase de árabe.

Sistemas de memoria implícita/no declarativa a largo plazo y a distancia

  • La memoria procedimental, a veces denominada memoria muscular, es la memoria que se adquiere con la práctica, por ejemplo, al mover Copia para prensa 25 un palo de golf, montar en bicicleta, perfeccionar una postura de yoga o escribir al tacto en un teclado. Entre los componentes importantes de la memoria procedimental se encuentran la planificación y la coordinación de movimientos. 
  • La imprimación se produce cuando un encuentro previo con un elemento concreto modifica tu respuesta al elemento actual, tanto si eres consciente de ello como si no. Por ejemplo, si estás haciendo un crucigrama y la pista es «especialidad culinaria americana», es más probable que pienses en «hamburguesa» si has visto recientemente un anuncio de McDonald›s, tanto si recuerdas haber visto el anuncio como si no. 
  • El condicionamiento clásico consiste en emparejar dos estímulos y se hizo famoso gracias al perro de Pávlov. Cuando el estímulo incondicionado (la carne) se empareja con el estímulo condicionado (la campana) varias veces, la respuesta (salivación) puede producirse solo a partir del estímulo condicionado. Este tipo de memoria es importante para los acontecimientos traumáticos y otros sucesos altamente emocionales, como los que pueden provocar un trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Sistemas de memoria a corto plazo

  • La memoria de trabajo permite mantener activamente la información «en la mente» y manipularla, como repetir un número de teléfono en silencio para uno mismo mientras se busca el teléfono para marcar el número, seguir una ruta mental para evitar el tráfico y calcular la propina en un restaurante.
  • La memoria sensorial se refiere a las imágenes, los sonidos, los olores, los sabores y las sensaciones táctiles momentáneos que afectan a la conciencia, como el color de una puesta de sol, el sonido del canto de un pájaro, el olor del café, el sabor de un melocotón maduro y la sensación del agua fría en la piel. La memoria sensorial se desvanece rápidamente (en tres segundos o menos), aunque una parte se transfiere a la memoria de trabajo y otra se almacena finalmente en la memoria episódica.

Los sistemas de memoria trabajan juntos

Una vez que hemos dejado claro que nuestras capacidades de memoria se basan en un conjunto de sistemas de memoria distintos que procesan información diferente para fines distintos, debemos dejar igualmente claro que, en la vida cotidiana, los sistemas de memoria múltiples suelen actuar conjuntamente, almacenando simultáneamente información y acontecimientos de múltiples formas y en diferentes regiones cerebrales. También es cierto que ninguno de estos sistemas de memoria es completamente independiente: todos interactúan entre sí y, en muchos casos, dependen unos de otros. 

Por ejemplo, cuando escuchas una canción nueva, la memoria sensorial de tus oídos y las áreas de procesamiento del sonido de tu cerebro se activan, almacenando la melodía de la canción durante unos segundos, lo suficiente para que pueda transferirse a tu sistema de memoria de trabajo. Mientras utilizas la memoria de trabajo y piensas conscientemente en la canción (quizá te fijes en el increíble solo de guitarra), tu memoria episódica se activará automáticamente y te recordará dónde estabas (en el coche) y qué estabas haciendo (yendo a cenar con unos amigos) cuando escuchaste la canción. La memoria episódica también relacionará la melodía de la canción con su nombre. 

A la mañana siguiente, mientras te vistes, vuelves a oír la canción. Tu memoria episódica recuerda inmediatamente no solo el nombre de la canción, sino también dónde y cuándo la oíste: de camino a cenar con unos amigos. Te descargas la canción y la escuchas de camino al trabajo. A medida que sigues escuchando la canción en distintos lugares y momentos durante el mes siguiente (en el supermercado, esperando en la cola para tomar un café, paseando por el parque), se va formando una nueva memoria semántica que vincula la melodía de la canción con su nombre, de modo que cuando oyes la melodía te viene a la mente su nombre, y no una de las aproximadamente veinte veces que la escuchaste.

¿Por qué olvidamos? Los misterios y las claves de la memoria humana. Foto: Istock

A finales de mes, decides que vas a aprender a tocar la canción con la guitarra. Buscas la partitura en Internet, lees los primeros compases y guardas las notas «en tu cabeza» utilizando tu memoria de trabajo. «Fa, mi, re, mi, si, re, sol, fa», te repites en silencio mientras tocas las notas en la guitarra, enseñando a tus dedos qué trastes pulsar y qué cuerdas rasguear mientras tu memoria procedimental aprende los movimientos motores necesarios para tocar la canción. 

Un día te haces un pequeño corte en el dedo. Durante unos días, cada vez que tocas un acorde determinado, la cuerda roza la herida y experimentas un breve momento de dolor. A la semana siguiente, el corte se ha curado, pero tu cuerpo sigue preparándose para esa breve sacudida de dolor cada vez que colocas los dedos en posición para tocar ese acorde. Se ha producido un condicionamiento clásico que crea la asociación entre ese acorde y el dolor en el dedo. Solo después de un par de sesiones de práctica sin dolor, esa asociación empieza a desaparecer.

Los sistemas de memoria dependen unos de otros

Estos ejemplos ilustran la interdependencia de los sistemas de memoria. La memoria sensorial es un precursor necesario de casi toda la memoria, ya que la mayor parte de lo que se recuerda llega a través de los sentidos. Aunque la memoria episódica es esencialmente «permanente», de modo que no es necesario intentar recordar los acontecimientos de la vida (simplemente suceden), cada vez que se intenta recordar intencionadamente una información (por ejemplo, dónde se ha aparcado el coche o la ecuación cuadrática), es necesario utilizar la memoria de trabajo para centrar la atención en la información. Si quieres adquirir nuevos datos (como el nombre de un restaurante nuevo o la conjugación de un verbo en español), primero tienes que recordarlos con la memoria episódica; solo más tarde (y generalmente a través de múltiples episodios de memoria) los nuevos datos pasan a formar parte de tu memoria semánAlgunos de los fenómenos de memoria más interesantes se producen cuando hay una divergencia en lo que recuerdan nuestros distintos sistemas de memoria, como cuando «olvidamos» un acontecimiento de nuestra memoria episódica, pero seguimos «recordándolo» utilizando un sistema de memoria distinto. Por ejemplo, en un momento dado, Andrew se sentía muy satisfecho con su forma de tocar la guitarra, ya que había aprendido una nueva canción en un tiempo récord y con una dificultad mínima. Solo cuando mencionó con orgullo este logro a su profesor de guitarra, se acordó de que ya habían trabajado en esa canción ¡tres años antes! Así que, aunque su sistema de memoria procedimental recordaba la canción —lo que le permitió reaprenderla rápidamente—, su sistema de memoria episódica había olvidado que la había aprendido previamente. 

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Eugenio M. Fernández Aguilar

También puede ocurrir que se olvide la memoria episódica asociada a un trauma emocional previo, pero que sus efectos permanezcan a través del condicionamiento clásico. Supongamos que de adolescente descubres que, a pesar de no tener miedo en la montaña rusa, la noria, las sillas voladoras y las casas encantadas, te aterrorizan los tiovivos. De hecho, ni siquiera puedes acercarte a un tiovivo sin sentir escalofríos. Solo cuando le cuentas este extraño fenómeno a tu madre, ella te cuenta que, cuando tenías cuatro años, un payaso de circo intentó consolarte en un tiovivo, pero acabó dándote un susto de muerte. Luego te explica que por eso nunca te llevaron a parques de atracciones durante el resto de tu infancia.

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