N.G. – A diferencia de otras misiones previas a Marte, ¿cuál será el aporte distintivo de Perseverance?

M.S.M. – De alguna manera se sigue con la misma línea científica que ya se había comenzado con Viking, Pathfinder, Mars Climate Orbiter o el Curiosity. Se busca saber si Marte alguna vez tuvo vida en su pasado lejano.

La misión Viking, en los años 70, tuvo como meta investigar posibilidades de vida presente (procesos metabólicos, fotosíntesis, ver si había algo que respirara, etc.). El resultado fue negativo, no encontraron respuestas orgánicas.

En otras misiones, el objetivo fue determinar si existieron las condiciones para que hubiera vida en el pasado. Con Curiosity quedó bien claro que, hace unos 3.000 o 4.000 millones de años más o menos, Marte era un planeta cálido y húmedo como la Tierra. Tenía todos los elementos necesarios para que se forme la vida, incluyendo agua con un pH que sea favorable para la vida, y también encontraron compuestos orgánicos.

Ahora con Perseverance la idea es ir a buscar biosignatures (o biofirmas en español) que son indicios de minerales que pueden haber sido depositados y formados por la actividad biológica. Por lo general siempre hay dos explicaciones, una geológica y otra biológica, y es muy difícil determinar cuál es cual. Pero, el vehículo lleva instrumentos que le van a permitir – tal vez, con suerte – determinar que un compuesto puede haber sido resultado de una actividad biológica. Tomará muestras que serán encapsuladas y luego traídas a la Tierra para saber si hay presencia de fósiles microbiológicos.

Perseverance es una misión muy importante. Hasta ahora nos estábamos preguntando si en Marte habían existido condiciones para la vida; ahora estamos buscando si existió o no existió la vida, punto. Nunca sabes qué vas a descubrir. Puede ser que en Marte nunca haya existido vida. Y eso es ciencia también.

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N.G. – Hay mucha expectativa sobre el aterrizaje de esta misión, ¿por qué se habla de los “siete minutos de terror»?

M.S.M. – Nosotros llamamos los “siete minutos de terror” a lo que le lleva al vehículo desde que toca la capa más alta de la atmósfera – a 125 kilómetros de altura, viajando a 20.000 kilómetros por hora – hasta encontrarse con la superficie sano y salvo. El miedo es porque el vehículo tiene que pasar por muchos cambios, tiene que sobrevivir el frenado con la atmósfera, separar sus partes… Cualquier detalle o falla en la manufactura del vehículo, hace que todo falle. No perdona. Si el 0,01 por ciento falla, puede que fracase todo.

Tenemos un montón de sistemas y trabajamos en equipo para que cualquier error pueda solucionarse antes de que ponga en riesgo cualquier misión. Estamos hablando de miles de millones de dólares y muchos años de sacrificio y trabajo. Sería errar el penal en la final de un mundial.

N.G. – ¿Cuánto tarda en aterrizar y establecerse finalmente en el planeta rojo?

M.S.M. – Después de atravesar la atmósfera, muy rápidamente nos vamos a dar cuenta si sobrevive al aterrizaje porque recibimos la señal del vehículo. Podemos saber si este está bien orientado, si está comunicándose en forma nominal.

Además, saca una primera foto. Si justo cae arriba de una roca, todo aparece que está bien en forma nominal, pero querés mover el rover y no podés porque estás anclado arriba de una superficie que se lo impide. Eso lleva más tiempo de solucionar. Puede tomar varios días o semanas poner en marca el vehículo para que empiece a tomar esas “bio-signatures”.

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N.G. – ¿Qué mejoras técnicas presenta a diferencia de misiones anteriores?

M.S.M. – Se pusieron cámaras en varios lugares que van a permitir generar videos del paracaídas abriéndose o del vehículo despegándose para aterrizar. Y las cámaras tienen zoom.

Otra diferencia que se tiene, a comparación del Curiosity, es el sistema de descenso que es una técnica que se llama Terrain-Relative Navigation. El vehículo cuenta con una cámara y un procesador especial que saca fotos del terreno y lo compara con un mapa que lleva a bordo con el fin de determinar precisamente su ubicación. La nave, sin esa “foto”, sabe dónde está, pero con una precisión de unos 3 kilómetros. Pero, con este sistema y la comparación que hace, reduce ese “error” a menos de unos 50 metros.

También tiene otro mapa a bordo con colores que le permite identificar los mejores y peores lugares para aterrizar, con el objetivo que busque siempre la mejor opción.

El lugar que se eligió para investigar es el cráter Jezero, una zona con pendientes y acantilados de unos 80 metros. Ahí es donde está “la ciencia”. El sistema lo que le va a permitir al rover es aterrizar cerca sin llegar a un sitio donde se pueda poner en riesgo la misión.

N.G. – ¿Cómo realiza la toma de muestras y cuando estas llegarán a la Tierra?

M.S.M. – Tiene un taladro con una especie de cilindro que toma pedazos del material y los pone adentro de un receptáculo. También hay un proceso complejo en eso. Cuando uno toma una muestra, si después encuentra algo mejor, descarta esa y la cambia por otra. Es optimización.

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El plan original era que el vehículo seguía con todas las muestras en un tarrito y después se las iba a buscar. Pero, ¿qué pasa si se queda estancado en un arenal con todos los tarritos llenos? El vehículo que las vaya a buscar se podría quedar estancado también. Entonces, la idea que aún están en desarrollo, es que (la misión posterior) vaya tomando esos tubitos que el rover actual va a ir dejando en la superficie de Marte. Si continúa camino y en unos kilómetros encuentra mejores muestras, hace lo mismo que su predecesor, deja las que no van y toma nuevas.

Estamos trabajando actualmente para el lanzamiento y aterrizaje de la misión que va a ir a buscar las muestras, el Mars Sample Return, y ponerlas en órbita para 2026. Va a llevar un par de años traerlas. Creo que para fin de década las tendríamos en la Tierra.

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