A pocas personas les puede pasar desapercibido un fósil. Esas formas extrañas petrificadas, restos de especies que nos parecen de ciencia ficción. Y, de entre tanta fascinación, ¿quién fue la persona que descubrió el primer fósil? Pues siendo sinceros: no tenemos ni idea.

Desde que el humano tiene un mínimo de curiosidad, observaría los fósiles, haciéndose preguntas al toparse con ellos. Se han hallado fósiles en cuevas paleolíticas, por lo que nuestros antepasados se llevaron a sus hogares esas rocas extrañas y serían dignas de escuchar las respuestas que inventarían para dar explicación a semejantes hallazgos. Otra cosa es que pudieran saber lo que eran realmente los fósiles. Ese es otro tema y ahí entramos en el maravilloso camino del nacimiento de la Paleontología.

La imaginación al poder

Como ocurre con toda ciencia y disciplina, no hay un día concreto en el que digamos: “ea, y se creó la paleontología”. Siempre tienen un proceso y, más que uno, varios momentos claves que sirvieron para seguir dando pasos hasta la ciencia que conocemos hoy día. De hecho, seguimos dando pasos. Es la idea de toda ciencia: avanzar siempre hacia más y más conocimiento.

Imagina caer en la cuenta de que lo que tienes delante no es una roca, sino los restos de un animal de hace millones de años. No fue fácil empezar a afirmar tal idea.

Por remontarnos a un tiempo en el que podamos poner algún nombre y apellido nos iremos al siglo I. A Plinio el Viejo le leemos por primera vez el término “fósil”, que viene del latín fossile (“que se obtiene cavando”), que a su vez viene del verbo fodere (“excavar”). Estos romanos siempre tan prácticos. Claro que, Plinio tendría claro que eran objetos extraños que salían de la tierra, pero de ahí a identificar especies antiguas todavía quedaba un poco más.

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Mientras ese momento llegaba, se defendieron todas las teorías disparatadas que puedas imaginar acerca del origen de los fósiles: como las criaturas se creaban del barro, los fósiles eran fallos en el proceso de creación; animales monstruosos creados por dioses; que eran los restos de los animales que no llegaron a subir al arca de Noé; otros hablaban de gigantes del pasado, como los cíclopes; algunos quisieron ver huesos de dragones… la lista podría ser tan larga como disparatada.

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