Películas, series, novelas y todo tipo de relatos ficcionales se construyeron a lo largo de la historia para imaginar e intentar representar la vida extraterrestre. Dibujos similares a los humanos, pero verdes; caras con cuatro ojos y cuerpos con varios brazos; tres o más piernas: las combinaciones son infinitas, tanto como la fascinación por los platos voladores y las glamorosas naves espaciales. El divulgador más famoso de todos, Carl Sagan, lo decía con claridad y contundencia características: «Hemos averiguado que vivimos en un insignificante planeta, de una triste estrella perdida, en una galaxia sobre la olvidada esquina de un universo, en el cual hay muchas más galaxias que personas». Así, al mismo tiempo que martillaba y partía en mil pedazos el ego de la humanidad, abría las puertas para la existencia de otras formas de vida. Es que a los seres humanos siempre les maravilló la chance de hallar la otredad más allá (o más acá) del vecindario Vía Láctea, del que forma parte la Tierra. La línea entre la rigurosidad científica y la pseudociencia es delgada; entre medio, hasta la propia política se cuela.

Esta semana, en el Congreso de Estados Unidos, altos mandos del Pentágono informaron el aumento de “fenómenos aéreos no identificados” –UAPs, por sus siglas en inglés– en los últimos veinte años. Fue la primera audiencia de esta clase en medio siglo y el hecho significativo es que los funcionarios de inteligencia de defensa convocados anunciaron que los avistamientos son “frecuentes” y que muchos son “inexplicables”. Asimismo, aprovecharon para revalidar su compromiso con la identificación del origen bajo el mismo argumento que empleaban en épocas de Guerra Fría: eliminar cualquier “amenaza a la seguridad nacional”. También aludieron a “fallas en el sistema de inteligencia”, reminiscencias de un pasado que siempre vuelve.

“Suena importante porque el tema ovnis se presentó en el Congreso de EEUU luego de 50 años. Sin embargo, debo decir que es más de lo mismo porque no se realizó ninguna identificación concreta de vida extraterrestre”, destaca a Página 12 Diego Bagú, astrónomo de la Universidad Nacional de La Plata. Luego continúa: “Hay y habrá mucha ansiedad porque es un tema que convoca. Todos queremos saber el origen de fenómenos que no sabemos cómo explicar; y nadie más que los científicos quieren protagonizar la noticia de que existen formas de vida más allá de las ya conocidas. El hecho de que falte información no nos habilita a afirmar que se trate de extraterrestres”.

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Documentos desclasificados

En el encuentro, los funcionarios estadounidenses mencionaron la existencia de unos 400 UAPs, cifra que supera a los 143 que se contabilizaron el año pasado. En este sentido, si bien no subrayaron la existencia concreta de extreterrestres, aseguran la presencia cada vez más frecuente de fenómenos que escapan a cualquier racionalidad. En la exposición, se exhibieron videos: el primero mostraba un triángulo con luz parpadeante atravesando el cielo, y en segundo turno compartieron otro que se asemejaba a un objeto esférico y brillante, divisado desde un avión.

Respecto del primero, Bagú comenta: “Se le llamaba el ovni piramidal y resultó ser el producto de un efecto de luz producido por una lente. Era un video que había sido filmado con tecnología infrarroja. Nada especial”. Ante el segundo caso, Rubén Lianza, quien se retiró de la Fuerza Aérea en 2007 y en el presente encabeza el Centro de Identificación Aeroespacial de Argentina, cuenta en sus redes sociales que ese “presunto ovni, claramente se trata de un globo de helio que aún conserva el hilo colgando debajo”. Y asegura que el principal problema es la “falta de información suficiente”.

Dentro de los casos “no resueltos”, desde el punto de vista de los expertos de EEUU, se hallan objetos que se desplazan con una velocidad inusual y que, paradójicamente, no dejan entrever ningún medio de propulsión. Asimismo, en la audiencia, los analistas de inteligencia explicaron que nunca recuperaron ningún material o restos; ni pudieron comunicarse con los objetos.

Lo mismo de siempre

Por lo general, cuando las imágenes de los presuntos objetos voladores no identificados suelen analizarse en detalle (como lo hace Lianza), la respuesta suele ser más o menos similar: no son más que drones, aviones, satélites, estaciones espaciales, o bien, artefactos militares de potencias no alineadas con Occidente, de las que no se tienen demasiadas precisiones. También son comunes, como comenta Bagú, los errores de fotografía, ocasionados por la suciedad en el lente de las cámaras que se emplean para captar el supuesto objeto.

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“Parece lo de siempre: hay estudios, la mayoría de los casos pueden explicarse y queda un puñado que no se entienden bien. Sin embargo, no hay ninguna evidencia de ningún tipo que permita pensar en extraterrestres”, dice Rodrigo Díaz, investigador del Conicet en el Instituto de Ciencias Físicas (ICIFI-UNSAM). Luego completa: “Creo que puede, ¡que debe! existir vida fuera de la Tierra, por la cantidad de planetas parecidos al nuestro que estamos descubriendo. Pero por ahora no tenemos ninguna evidencia al respecto y mucho menos evidencia de algún contacto o visita”.

¿Por qué la política de EEUU vuelve a poner el ojo en los ovnis? ¿Habrá llegado una nueva era en la Tierra, o bien, no es más que humo geopolítico para intentar concentrar la atención en otros temas? Como si la humanidad no tuviera ya suficiente con la pandemia, el cambio climático y la guerra entre Rusia y Ucrania. A pesar de las incertezas, de algo es posible estar seguros: la atracción que concentra este tema es indudable. De hecho, todos los 2 de julio se celebra el Día Mundial del Ovni.

El avistaje en Argentina

En Argentina, desde 2019, en la órbita de la Fuerza Aérea Argentina, existe el Centro de Identificación Aeroespacial (CIAE) y sus tareas consisten en “organizar, coordinar y ejecutar la investigación y análisis de eventos, actividades o elementos presentes u originados en el Aeroespacio de interés; identificar sus causas e informar las conclusiones a los Organismos pertinentes que las requieran”.

Desde aquí, a partir del trabajo de asesores internos y externos, el CIAE se encarga de resolver casos de avistamientos y de describir la resolución del enigma por intermedio de una publicación. Como parte del proceso, desde el organismo solicitan evidencia (restos materiales, fotos y videos) y un testimonio veraz, con el objetivo de describir con la mayor certeza posible el fenómeno observado. Quienes poseen información sobre avistamientos documentados, deben completar un formulario y enviarlo a una casilla destinada a tal efecto.

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Un promedio de 30 casos anuales llegan al organismo que dirige Rubén Lianza, el principal especialista en el rubro que examina de manera quirúrgica cada fenómeno reportado. Para ello, emplea cálculos matemáticos y un software específico denominado Ipaco (Identificación Fotográfica Asistida por Computador), de origen francés. Es el mismo que utiliza el Geipan (Grupo de Estudio e Información sobre Fenómenos Aéreos No Identificados) dependiente de la CNES (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) en Francia. La Fuerza Aérea Argentina compró una licencia y, a la fecha, es la única que opera este software en todo el continente americano.

Hasta el momento, el resultado es claro: ningún fenómeno quedó sin ser identificado por la guillotina analítica de Lianza.

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