Ahí lanzó Netflix oooootro documental sobre Inteligencia Artificial y la fin del mundo. Una cosa bastante idiota que merece discutirse porque toda esa gente caucásica y tan agradable es la que hoy, se supone, diseña el mundo.

A falta de mejores aperitivos y dado que no estaba de ánimo para ver un western “crudo” y “violento”, me puse a ver una nueva serie documental de Netflix: “Lo desconocido” (The Unknown). O más bien un capítulo en particular con título vendedor y tráiler de miedito: “Los robos asesinos”. No le faltan recursos a Netflix para aprovechar a velocidad warp el nuevo nicho abierto por los debates y cagazos que plantea la emergencia de la Inteligencia Artificial. Incluso subió algún documental bien hecho y más o menos progre sobre nuevas tecnologías y redes. Y en la nueva temporada de Black Mirror, primer capítulo, “Joan es terrible”, Netflix se ríe de Netflix, se hace cual una parodia o autocrítica graciosa, suficiente, como dándote a entender: “Somos, nosotros, Netflix, una mierda, el villano mismo, la Distopía. Sí, se viene el apocalipsis y vos nos importás un carajo”.

El capitulete de “Los robots asesinos” se balancea (más bien hace la plancha) en un dualismo primario entre los que están a favor del uso de dispositivos y armas cargadas de Inteligencia Artificial para hacer la guerra y matar con presuntas delicadezas y los que están en contra. El modelo bobo-periodístico de “las dos campanas”. Unos dicen A, otros dicen B, y con eso te trazamos el panorama entero del debate. ¡No rompas con lo complejo!

Problema gravísimo del documental (y de los tratamientos capilares Netflix para contenidos hechos o no en los EEUU, incluidos los argentinos): la discusión se mueve dentro de los estrechísimos límites, reaccionarios y muy naturalizados de la cultura bélica y paranoica yanqui. Esta gente, parece, muchos estadunidenses, entienden al mundo como suyo y salvo islas ínfimas –universitarios, algunos artistas, activistas dispersos, protosindicatos nacientes- no tienen ni la menor autoconciencia de lo miopes que son en su mirada sobre el mundo. Miopes y brutos, ignorantes. O es que ven a EEUU como un Centro de Luz, solo que rodeado de todo tipo de terroristas, preferentemente árabes, rusos, chechenos o colombianos. De modo tal que la discusión sobre Inteligencia Artificial, robótica y guerra se condiciona y determina al compás de la consigna “El planeta es nuestro enemigo”. Resuena en esa mirada armada del mundo aquel ya viejo documental de Michael Moore, Blowing for Columbine, y sus animaciones de hombrecitos paranoicos y aterrados corriendo de un lugar a otro.

Gente brava de drones tomar

Andan corriendo por el documental, en falso coro, cantidad de tenientes coroneles y generales. Un ex subsecretario de Defensa de los EEUU, llamado Bob Work, cuyo apellido no es un chiste. Emprendedores poniendo millones de dólares en artefactos asesinos. Cero cientista social. Todos los que hablan a cámara son caucásicos regulares salvo unos indios (de la India) que adiestran a un perrito-robot (esos no tienen nada que hacer ahí porque no hablan de violencia). Hay un ex comando SEAL, combatiente de élite, veterano que estuvo quichicientas veces en Afganistán, socio de una start-up poderosa, a quien nunca le quitan su halo de héroe y guerrero de la libertad, que se empeña en fabricar drones astutísimos y explosivos solo –dice, justifica- por el recuerdo de sus camaradas agonizantes en refugios asquerosos llenos de polvo y Tercer Mundo. Ese se lleva un enorme cacho de guion.

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Hay un dueño de empresa farmacéutica que hace de arrepentido, aunque no llora. Un día al tipo se le ocurrió dejar su laptop Apple andando, cosa de buscar mediante IA complejos de moléculas que fueran mucho más malos que el ébola y la diarrea juntos. En apenas seis horas la IA, tranquila dentro de la laptop, le preparó un menú de cincuenta armas biológicas capaces de acabar –era hora- con la humanidad. Entonces el tipo larga el cliché más cliché en la historia de los clichés:

-¿Qué pasaría si eso cayera en las manos equivocadas? (otra versión del mismo cliché es “the bad guys”).

Preguntas anteriores

Caramba, ya que el documental discute (¿?) sobre los peligros de la IA, podría plantear que un tipo como ese, el farmaceuta, o el SEAL que anduvo en Afganistán, pregunten por ChatGPT cosas anteriores a la fabricación y lanzamiento de drones homicidas o la creación de conjuntos de moléculas diabólicas. Como el documental vende ética en plena guerra (sin sangre, como comenzó a ser en las célebres transmisiones de CNN cuando la guerra del Golfo) podría formularse esta inquietud:

-ChatGPT, oíme, ¿cómo evito que mi esfera voladora lanzacohetes neutrónicos no caiga en las manos equivocadas?

Y es que se deduce del documental sobre IA y robots asesinos que la IA nació para soluciones puntuales para problemas puntuales, “los problemas concretos de la gente”, diría el viejo Macri. Y no para andar boludeando.

Prácticamente sola, pobre, contra todas las voces de tenientes coroneles, generalísimos, el ex SEAL de Afganistán, empresarios de la industria militar y el ex subsecretario de Defensa, se contrapone la otra voz prudente, de una corrección política extrema, de una mujer llamada Emilia Javorsky.

Estamos ante una morocha bien producida y con una admirable longitud de pelos. De hecho, es ella la introductora del documental. Con enorme obviedad, en esa intro, pregunta por “lo bueno y lo malo” que puede darnos la IA. Entre lo bueno, otro cliché como de Miss Mundo: “eliminar la pobreza”. Cliché tirado al vacío, a la tribuna de una cancha muy muy lejana, sin decir cómo “eliminar la pobreza”, siendo el problema un poquito complejo y siendo que Netflix no hace documentales que se titulen, por ejemplo “Los hambrientos asesinos”.

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Ah, perdón. Repasando el documental para escribir esta nota, veo que me faltó mencionar precisamente a un muchacho afgano, o más bien estadounidense-afgano, muy correcto, muy bien vestido gracias a dios, voz crítica de los drones inteligentes. Se trata de Arash Azizzada, miembro de “Afganos por un mejor mañana”, ONG presunta compuesta por vaya a saber cuántos estadounidenses-afganos. La ONG misma dice que tiene su sede en California, pero que está radicada en Alaska. Suena raro. Azizzada habla un inglés perfecto, vive en Los Angeles, es escritor, productor, fotógrafo, hombre de redes.

Pedidas las disculpas, averiguamos algo más sobre Emilia Javorsky, ya que nos gusta saber quién es/la que habla. Parece que Emilia es médica científica y directora del Programa Futuros del Instituto Futuro de la Vida (o Future of Life Institute). Esta mujer de pelos larguísmos y que no parece tener más de 40, ya hizo de todo en la vida: desarrolló dispositivos médicos basados ​​en energía, fue investigadora en la Escuela de Medicina de Harvard, cofundó una compañía de fotoprotección y salud de la piel, y forma parte de la ONG Científicos Contra las Armas Inhumanas, pero no es miembro, que sepamos, de la ONG Científicos Contra las Armas Humanas y Cariñosas.

Emilia Javorsky sonriente en sus tiempos de vendedora de protectores solares, o sea antes de ser estadista.

La emprendedora Emilia, en el doc, aparece como representante del Future of Life Institute, del cual ya hablamos en Socompa un par de veces. Gente power, mediadora en la famosa carta que pidió una suerte de receso en los avances sobre IA no sea cosa que… Terminator 2: Judgment Day. O sea: esta chica Javorsky del pelo abundante, más el muchacho muy-estadounidense-afgano con cara de influencer, y el farmaceuta arrepentido son prácticamente lo único que tiene el documental para oponerse al uso de inteligentes máquinas de aniquilación. Un rango ideológico de discusión que no veas y todos los que discuten tienen la fortuna de tener fortuna y de no cuestionarse nada interesante acerca del origen de las armas y las guerras.

¡Zoc! ¡Paf! ¡Boom! ¡Wow!

Con lo cual volvemos al punto de la cultura yanqui. Un documental aderezado con gestos como reflexivos, que se sustenta básicamente en escenas de suspenso, acción, explosiones, efectos sonoros, música inquietante y ¡Wow!. Y ahí van los Homero Simpson o peor a comer pochoclo. Cultura de la violencia naturalizada, el miedo, los terroristas son los otros, los rusos y los chinos son peores y no nos pueden ganar esta batalla de la IA aplicada a usos militares. Cultura basada no solo en el libre uso de armas de fuego sino en la cantidad ingente de personas que viven directa o indirectamente del complejo militar-industrial made in USA. Hacia los ’90 eran casi un millón y medio de empleos solo directos, pero son muchos más, sobre todo si se tiene en cuenta que complejo militar-industrial no son solo tanques y portaviones sino industrias de la seguridad y la vigilancia, satélites, nuevas tecnologías.

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Para precisar datos sobre este asunto le pregunté con mi compu a la IA del Bing –vía Microsoft Edge- cuantos puestos de trabajo genera hoy el complejo militar-industrial estadounidense. Es la primera vez que apelo a una Inteligencia Artificial. Me respondió:

Según una fuente, en 2006, el Departamento de Defensa de EEUU empleó a 2.143.000 personas, mientras que los contratistas de defensa privada emplean a 3.600.000 trabajadores, lo que supone un total de 5.743.000 puestos de trabajo en EEUU relacionados con el sector de la defensa, o el 3,8% del total de la fuerza laboral (1). Sin embargo, esta información es de hace varios años y puede haber cambiado desde entonces. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte?”.

Mal ahí el Bing mandando datos de 17 años atrás.

Insistí con algo más sencillo y menos riguroso:

-¿Cuantos estadounidenses trabajan en la industria bélica?

Bing respondió con datos de la National Shooting Sports Foundation.

Urgente, Wikipedia.

La National Shooting Sports Foundation o Fundación Nacional de Deportes de Tiro “es una asociación comercial nacional estadounidense para la industria de armas de fuego”. Tiene más de 8.000 miembros, fabrican armas de fuego, las distribuyen bonito, los hay minoristas, los hay dueños de campos de tiro, tienen sus clubes y sus medios de comunicación. Misión de la NSSF “Promover, proteger y preservar la caza y los deportes de tiro”. Además de promover la posesión de armas.

Todo eso es solo un cachito de la cultura bélica estadounidense. Alto o disparo y si no hay alto también. Y eso no me lo dice la IA del Nuevo Bing de Microsoft como quisiera.

Esta falta de astucia de la IA Bing de Microsoft me opacó el chiste central que se iba a plantear en esta nota. O séase: ¿por qué antes de preguntar acerca de los riesgos de usar la IA para afinar drones asesinos no se pregunta para qué quieren los drones? ¿Y antes de preguntar para qué quieren los drones no se preguntan cómo evitar el empleo de drones? ¿Por qué no se preguntan cómo evitar las guerras? O al menos algo más modesto, cómo evitar conflictos. ¿O es que los conflictos y las guerras les resultan rentables?

¿Por qué el autor de esta nota no recurre a una IA en lugar de hacer preguntas idiotas?

¿Por qué no inventan una IA que sepa preguntarle a otra IA como arreglar todo esto?

¡Eh, IA! ¿Tajaí?

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