Pandemia global

Hace 30 años creíamos haber acabado con dos temibles enfermedades, la viruela y la polio, pero otras tomaron su relevo. Así surgió el VIH y se comenzó a tener noticia de otros temibles virus, Ébola y Marburg, de los que se desconocía casi todo salvo su virulencia. También hemos tenido un resurgimiento de patógenos que se creían erradicados, y que muchas veces han venido acompañados de nuevas capacidades para resistir los tratamientos antivirales. Por último, tenemos la extensión a otras regiones de algunas enfermedades características de latitudes concretas, como la malaria y el dengue. Todos estos hechos han provocado que se haya desplomado el optimismo de poder controlar las enfermedades infecciosas.

En la mayoría de los casos estos virus estaban ya presentes en la naturaleza en ciclos que incluían la presencia de uno o varios hospedadores animales, y lo cierto es que el salto a la especie humana ha favorecido el desarrollo de una nueva enfermedad con síntomas mucho más graves que los desarrollados en su reservorio animal habitual. La regla es que un cambio de hospedador lleva asociado un aumento de virulencia. Un ejemplo de estos virus emergentes es el culpable de la primera pandemia del siglo XX, el SARS-CoV-2. Con un porcentaje de letalidad muy bajo (alrededor del 3% de los infectados), ha provocado una crisis mundial económica y sanitaria de proporciones inimaginables. La Covid 19 ha demostrado de la forma más cruda que no estamos preparados para una pandemia global mucho más letal.

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