Por Emilia Racciatti y Milena Heinrich

Una de las obras publicadas en "Sitio de Arte", un nuevo espacio online para promover a artistas argentinos

Una de las obras publicadas en «Sitio de Arte», un nuevo espacio online para promover a artistas argentinos

Investigadores y analistas del campo cultural reflexionan sobre los consumos culturales que se reconvierten en estos días de aislamiento preventivo en los que se impone la aceleración de la virtualidad y se instala la paradoja de mientras la cultura está presente en los hogares a través de múltiples iniciativas que se lanzaron en este contexto, los artistas y creadores que integran el sector están sin posibilidad de trabajar.

¿Cambiarán los consumos culturales después del confinamiento que virtualizó el acceso a la cultura y el entretenimiento con un clic? ¿Qué prácticas tienen chances de subsistir en sus formas tradicionales y cuáles se verán reconfiguradas, al menos en un futuro inmediato? ¿Qué significa este punto de inflexión para un sector que ya lleva más de un mes sin pisar sus espacios culturales, salas de teatro y de exposición, conciertos y espectáculos?

En el terreno de la hipótesis cuando el futuro parece incierto, Télam dialogó con tres especialistas del campo cultural, Cynthia Edul, Rodolfo Hamawi y Gustavo Varela, para trazar algunas pistas sobre cómo podrían reconfigurarse las industrias culturales, o el acceso a este tipo de consumos, después del aislamiento social, preventivo y obligatorio.

 «Desde que se declaró la cuarentena vivimos una situación paradojal: por un lado, la centralidad que han adquirido los consumos digitales de cultura. Por el otro, la cultura está en nuestras casas todos los días y a toda hora pero los músicos, actores, productores, cineastas, están sin posibilidad de trabajar«, advierte Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda.

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Como repara Hamawi, la interrupción de la actividad cultural confirma la precariedad de gran parte del sector, uno de los más afectados por la crisis sanitaria.

«En épocas ´normales´ los consumos tradicionales: salas de teatro, cines, librerías, daban una pelea despareja, pero seguían funcionando. A los problemas estructurales que venimos arrastrando desde hace tiempo, hay que sumarles la devastación que los cuatro años de macrismo produjeron en nuestra cultura. Las producciones culturales no estuvieron al margen del derrumbe general», añadió.

 Para la dramaturga, narradora, docente y gestora cultural, «podemos pensar la pandemia como un punto de inflexión de la vida en común, pero también como algo que devela cosas que permanecían ocultas y ahora están en el debate público. La cultura es un espacio de socialización que se fue construyendo, a partir de pactos sociales, en circulación a través de espacios como teatros, librerías, museos, centros culturales. De repente eso se interrumpió y no se sabe cuándo se podrá volver a circular y cómo. Entonces, creo que lo que debe ser repensado es la idea de socialización».

«Pero no desde las redes o la virtualización porque eso se agota muy rápido: la virtualización de la vida llevó a un agotamiento, en el sentido de delgadez de la experiencia. Si la socialización que supone la cultura queda sujeta a la ´presencialidad´, no se estaría dando una respuesta cabal al problema. Lo que tenemos que repensar es ¿qué es la cultura? Hace mucho tiempo que no estamos tan de frente a la esencia de esa pregunta, hay que aprovechar la oportunidad para desautomatizar la práctica», argumental Edul.

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En opinión de Hamawi, «al ponerse en suspenso muchas de las actividades humanas, nos permite y obliga a pensar sobre ´la normalidad´. ¿Dónde queremos regresar cuando esto pase? ¿Cuánto soportarán las pequeñas producciones nacionales e independientes, el creciente proceso de concentración y extranjerización de las industrias culturales? Tendremos que definir como sociedad si queremos fomentar una cultura diversa, pero con anclaje nacional o entregarla al mainstream internacional».

 El filósofo y docente, piensa que «la reconfiguración de las prácticas culturales es una necesidad para poder sortear los inconvenientes que tenemos en este presente. Son prácticas que establecen relaciones con los otros y en este momento son relaciones que no nos habilitan a estar juntos, a abrazarnos, a convivir. La computadora nos pone de manera virtual a unos con otros donde el cuerpo deja de ser el cuerpo y pasa a ser una relación inmediata con lo virtual y aunque parezca increíble es muy sanador. Me parece interesante que en esta virtualidad nos podamos componer».

Varela cree que hay prácticas «que pueden ir perdiendo su identidad y tendrán que empezar a generar nuevas formas» como las librerías y esa extensión del tiempo suspendido entre estantes y libros.

Por su parte, Edul piensa que el libro, más allá de su circulación en ferias y festivales, «tiene una forma de consumo que nunca rompió con la soledad y el aislamiento. Para leer se suele separar un tiempo de la vida, un tiempo de concentración y de reposo. Ahora muchos no podemos leer, pero porque el contexto es muy abrumador. Pero si se recupera cierta regularidad, para no decir “normalidad”, el libro no se vería tan alterado».

El gran desafío de estas disciplinas es pensar más allá de la difusión o de la virtualidad y volver a pensar el cuerpo y el espacio en común

Cynthia Edul

 Para ella, las disciplinas que suponen la «presencia comunitaria», como el teatro, la danza o la ópera, así como el “aura” que supone el encuentro mano a mano con las artes visuales son las «que se verán más afectadas» porque «el soporte es el cuerpo, y el cuerpo es lo que se sustrajo. La biología detuvo al cuerpo y lo sustrajo del espacio público, que es el espacio común».

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«El teatro y la danza se fundan en el cuerpo, en un espacio en común. Si bien esos fundamentos han sido puestos en cuestión, desde las propias disciplinas, no dejaron de ser el soporte. Hoy no tenemos espacio en común, no tenemos espacio público, hoy no tenemos el cuerpo en el espacio público. Creo que ahí está el gran desafío de estas disciplinas. Pensar más allá de la difusión o de la virtualidad y volver a pensar el cuerpo y el espacio en común», acotó.

En sintonía, Varela considera que en relación a las condiciones previas a la cuarentena, «una de las prácticas más dañadas será la del baile, con el encuentro de un cuerpo con otro cuerpo. Algo parecido a lo que sucede en un subterráneo. Pienso en el tango, que en términos culturales está muy sometido a la distancia y se hace a partir del abrazo y la estrechez del abrazo».

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