El órgano egoísta

Pues, desde luego, no con pocas penurias. Mantener este cerebro es agotador. En proporción con lo que ocupa en nuestro cuerpo y la energía que nos requiere, el cerebro es el órgano más egoísta que tenemos.

El cerebro de un adulto pesa alrededor de un kilo y medio, es apenas el dos por ciento del total, pero nos reclama el veinte por cierto de nuestro oxígeno, el veinticinco por ciento de toda nuestra glucosa y el veinte por ciento de toda nuestra energía en estado de reposo. El cerebro nunca para y ya sabemos que una máquina funcionando veinticuatro horas todo el año tiene un elevado coste energético.

Con todo, parece que por ahora nos está saliendo rentable. Ahora bien, el recorrido a lo largo de millones de años que nos ha traído hasta este cerebro no tiene una explicación sencilla ni lineal.

Problemas y factores en la evolución del cerebro

“Este órgano ha experimentado cambios importantes durante nuestra evolución que están íntimamente ligados a nuestra forma de desplazarnos, a la morfología del esqueleto, pero también al crecimiento y al desarrollo, a la dieta y a la cultura […] Las claves fundamentales de nuestra evolución pueden entenderse como un todo. Cada suceso importante ha podido despertar al siguiente, como eslabones necesarios de una cadena evolutiva que nos ha llevado al momento presente”.

Tenemos un gran problema inicial: el cerebro es una masa viscosa que desconocemos cómo funciona. Tenemos alguna que otra idea, pero nos queda mucho por aprender sobre el mecanismo genético que inicia la formación de nuestra máquina de pensar y el desarrollo que tiene bajo la protección de nuestro cráneo.

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Uno de los aspectos más llamativos es que el cerebro fue haciéndose más grande en las especies humanas repartidas por el viejo mundo. Es decir, no es que en África surgiera un señor más inteligente y su prole se convirtió en nuestros ancestros, sino que seres humanos en África y en Eurasia tuvieron desarrollos paralelos de sus cerebros.

De hecho, un estudio reciente defiende que el cerebro moderno es más actual de lo que se pensaba. Hace entre 1,7 y 1,5 millones de años, las áreas del lóbulo frontal del cerebro de homínidos tuvieron una reorganización. Esta parte del cerebro es la que nos permite usar herramientas y articular un lenguaje.

Este cambio se dio en África y de este continente partieron dos migraciones importantes, cada una con un cerebro distinto. Los primeros salieron con un cerebro más parecido al de los simios, los siguientes ya tenían uno similar al nuestro.

“El hecho de que el cerebro de los primeros Homo no fuera tan desarrollado como se pensaba nos hace comprender que la evolución de nuestro cerebro fue bastante compleja y pasó por varias etapas”.

Otro de los problemas para estudiar el desarrollo evolutivo del cerebro sigue teniendo que ver con su carácter viscoso: a diferencia de los huesos, el tejido blando del cerebro desaparece con facilidad y, si no se conserva congelado, difícilmente podríamos tener el fósil del cerebro de uno de nuestros antepasados. Lo que nos queda es estudiarlo en base a la estructura de nuestros cráneos, de lo que se encarga la paleoneurología.

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