El nuevo estudio, publicado en la revista Icarus, pone sobre la mesa el llamativo caso de 2019 OK, un asteroide de unos 100 metros de diámetro (del tamaño de un campo de fútbol) que pasó a apenas 70.000 kilómetros de la Tierra sin que ninguno de los telescopios lo detectara hasta 24 horas antes de su acercamiento más cercano a nuestro planeta.

 

¿Cómo fue posible no detectar un asteroide tan grande?

La NASA y otras agencias e instituciones espaciales alrededor del mundo han creado una vasta red de telescopios y otros sistemas de monitoreo para detectar asteroides alrededor del espacio, específicamente aquellos que se aproximan al planeta, los cuales son conocidos como Near-Earth Objects (NEOs). La mayoría de estos NEO son asteroides, y los que se acercan mucho y tienen un diámetro de al menos 140 metros, a menudo pueden declararse potencialmente peligrosos.

Un equipo de científicos liderados por la Universidad de Hawái en Manoa han descubierto que algunos asteroides pueden «acercarse sigilosamente» a la Tierra gracias a una peculiaridad de la rotación de la Tierra que hace que parezcan que no se están moviendo y, por tanto, los hace difíciles de detectar por los telescopios. Como si estuvieran en órbita estacionaria y, evidenciando, un punto ciego en algunos sistemas de alerta temprana.

 

Una brecha en la detección

Los asteroides en este punto ciego aparecerán estacionarios en el cielo incluso cuando se acerquen a la Tierra, lo que hace que sea más difícil tanto para la NASA como para otras agencias espaciales rastrear, el movimiento de esos objetos.

Es un problema que se puso de manifiesto con el caso de 2019 OK.

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