Una huella enorme con tres dedos marcados en la tierra recuerda el paso de los grandes dinosaurios por nuestra tierra. Pero hace muchos millones de años que los dinosaurios se extinguieron. El artífice de esta huella sobrevivió a una de las grandes extinciones masivas. Pero ahora intenta huir de un nuevo peligro: un ser bípedo que porta cuerdas y lanzas. Hasta entonces, el moa solo temía el ataque de un águila, pero el nuevo habitante de su isla le está haciendo la vida imposible.

El “avestruz” gigante de Nueva Zelanda

Los dinornitiformes o moas fueron aves no voladoras que vivieron en Nueva Zelanda desde el Cretácico, hace más de 90 millones de años, hasta el año 1500 d. C. aproximadamente, cuando fueron extinguidas por la acción humana.

Se conocen una decena de especies de diversas estaturas. Desde Euryapteryx curtus, que apenas tenía el tamaño de un gallo, hasta Dinornis robustus, el moa gigante que pudo alcanzar los 3,5 metros de altura y pesar 250 kilos, más alto y significativamente más pesado que los avestruces actuales, que rondan los 180 kilos. Las hembras presentaban un tamaño mucho mayor que los machos, al punto de que fueron consideradas especies distintas hasta que se comprobó este dimorfismo sexual tan notable y se tuvieron que agrupar en una misma especie lo que hasta entonces eran dos.

Nos podrían resultar aves muy parecidas a los avestruces. Sin embargo, aunque más robustas, los moas tienen una clara diferencia: durante su evolución perdieron las alas, por lo que su cuerpo carece de extremidades delanteras. Por el contrario, contaban con unas poderosísimas patas y un largo cuello que llevaría de manera más horizontal, aunque en las recreaciones suela aparecer en una posición más vertical, al modo de los avestruces.

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Los moas eran animales herbívoros. Comían helechos, ramas y semillas, además de, como ocurre con otras aves, tragar pequeños guijarros que ayudan a triturar su alimento una vez depositado en la molleja.

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