El permafrost es una capa permanentemente congelada debajo de la superficie de la Tierra que se encuentra en regiones árticas como Alaska, Siberia y Canadá. Por lo general, consiste en suelo, grava y arena unidos por hielo. Es suelo que permanece congelado todo el año. Sin embargo, se encuentra ante una amenaza invisible con el rápido derretimiento a causa del cambio climático.

Ahora, mediante el uso modelos climáticos de última generación, un equipo de científicos ha examinado los posibles climas futuros de estas regiones, descubriendo que el calentamiento global muy probablemente provocará el derretimiento masivo del permafrost y la posterior liberación de enormes cantidades de dióxido de carbono que se almacenan en estas turberas congeladas.

Así, las turberas de permafrost en Europa y Siberia occidental están mucho más cerca de un punto de inflexión climática de lo que se pensaba, según un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Leeds (Reino Unido) y publicado en la revista Nature Climate Change.

Los científicos estiman que, incluso con los mayores esfuerzos que llevemos a cabo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, limitar el cambio climático, cuando llegue la fecha de 2040 los climas del norte de Europa no serán lo suficientemente fríos y secos como para sostener el permafrost de turba. ¿La consecuencia? Que las turberas podrían liberar hasta 39 000 millones de toneladas de carbono, el equivalente al doble de la cantidad de carbono almacenado en todos los bosques europeos.

Los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera por el deshielo del permafrost actúan como una retroalimentación positiva, aumentando aún más el calentamiento. Aunque la pérdida de carbono del permafrost descongelado es irreversible, detener el calentamiento puede ralentizar y, potencialmente, detener un mayor deshielo.

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“El permafrost de las turberas responde de manera diferente a los climas cambiantes que el permafrost de suelo mineral debido a las propiedades aislantes de los suelos orgánicos, pero las turberas siguen estando mal representadas en los modelos del sistema terrestre”, comenta Ruza Ivanovic, profesora asociada de Climatología en Leeds y coautora del estudio. “Es de vital importancia que estos ecosistemas se entiendan y se tengan en cuenta al considerar el impacto del cambio climático en el planeta”.

 

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