Pero el concepto no funcionó, ya que más que un traje insumergible pasó a ser un traje impermeable. Evitaba que el agua calase en la ropa del soldado y éste podía incluso permitirse refugiarse en la orilla del río en plena contienda, ¡pero hasta donde daba pie!

Por tanto no se piensen ustedes que el traje te convertía en Moisés y que las aguas se abrían a tu paso, sino que había que saber nadar y además tener cierta movilidad para entrar en calor y no morir de hipotermia. Al fin y al cabo, aunque repelía el agua, no asilaba de las bajas temperaturas de las aguas.

En aquellos años también surgieron otros inventos acuáticos, con no demasiado éxito, como los esquís de agua, aunque eran demasiado aparatosos y lentos.

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