A tres años de la elección en la que sacó casi el 58 por ciento de los votos, las encuestas mantienen a Juan Schiaretti al tope de las expectativas en la provincia de Córdoba. Es alta la valoración de su gestión y volvería a ganar la Gobernación si pudiera presentarse por cuarta vez. No puede. Tampoco está claro qué se propone –y mucho menos, qué logrará– a nivel nacional.

Éste es el momento de la exploración para Schiaretti. Con Martín Llaryora como candidato para la sucesión ya definido, sin desafíos internos dentro del PJ cordobés y con una oposición que ni siquiera se atreve a mencionarlo a la hora de las críticas al cuarto de siglo que el peronismo cordobés acumula en el poder, Schiaretti sale a probar suerte como referente nacional.

Mañana será el único orador en la nacionalizada Fundación Mediterránea y el martes disertará en Buenos Aires, en el ciclo Democracia y Desarrollo del Grupo Clarín, donde compartirá panel con el titular de la Corte Suprema de Justicia, el jefe de Gabinete y el presidente de Uruguay. La semana pasada se reunió con gobernadores peronistas en La Rioja, y el viernes lo visitó el titular de la Unión Industrial Argentina, Daniel Funes de Rioja. Alejandra Vigo también eleva su perfil en el Senado –el proyecto de boleto federal que presentó junto al radical Alfredo Cornejo tuvo alto impacto político– y la posibilidad de que la boleta única sea ley también pone las miradas en Córdoba.

Es tan evidente que Schiaretti decidió cruzar la frontera cordobesa como incierto el destino de ese intento.

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Hasta ahora, son menos que débiles las señales del resto de los gobernadores peronistas; el espacio Argentina Federal sigue siendo periférico en Diputados; el coqueteo del schiarettismo con el radicalismo nacional de Gerardo Morales y Facundo Manes hasta hoy sirve más para inquietar a los socios cordobeses de Juntos por el Cambio que para consolidar un espacio federal y las buenas relaciones del gobernador con Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta tampoco cuajan en alternativas nacionales.

Es la incertidumbre galopante que lograron construir Alberto y Cristina Fernández la que impulsa la decisión exploratoria de Schiaretti. El clima bélico que se instaló en el Gobierno espanta y agota la tolerancia a la crisis económica cuando falta un año y medio de gestión. Es en ese escenario donde Schiaretti quiere aparecer como emblema de eficiencia en la gestión, previsibilidad y experiencia en el manejo de crisis: “piloto de tormentas”, insisten en el Panal. Achicar el elevadísimo nivel de desconocimiento que registra fuera de la provincia, empezar a aparecer en las encuestas nacionales y ratificar lo que el círculo rojo ya piensa sobre él son los principales objetivos de esa incursión.

Nuevas alianzas o posibles candidaturas, de momento, parecen lejanas.

Optimismo llaryorista

Martín Llaryora es el más entusiasta impulsor de la misión nacional de Schiaretti. El escenario ideal del intendente y de todo Hacemos por Córdoba es hacer coincidir las elecciones municipal y provincial con la Paso nacional de agosto de 2023. Obvialemente, piensan en una Paso en la que Schiaretti sea precandidato presidencial.

La posibilidad de que esa elección nacional se realice con boleta única –a la que puedan sumarse la elección provincial y municipal de la ciudad de Córdoba– ya no parece tan descabellada como hace algunas semanas, pero a ese plan todavía le falta que Schiaretti sea precandidato presidencial. “Esa es la alternativa de máxima”, reiteran en el Palacio 6 de Julio.

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Si lo ideal sigue lejos de lo posible, Llaryora defiende la unificación de las elecciones provincial y municipal hacia junio del año próximo. El optimismo del intendente es decidido: acepta que el sur y sudeste de la provincia serán un verdadero desafío para Hacemos por Córdoba, pero la confianza en la gestión capitalina es creciente y se proyecta al Gran Córdoba. “Las principales obras recién están empezando, la gente aprueba la gestión y Schiaretti todavía no empezó a jugar a nivel nacional y tampoco dijo siquiera quién es su candidato”, sostienen los llaryoristas, que sostienen que los capitalinos en 2023 querrán que continúe el proceso que comenzó en 2019.

Optimismo juecista

Las encuestas que devoran en Hacemos por Córdoba son las mismas que terminan leyendo los opositores de Juntos por el Cambio. No es posible que en uno y otro lado se exhiba el mismo optimismo, pero eso es lo que ocurre hoy en Córdoba. Todos están ganando.

Luis Juez, quien protagoniza la campaña a gobernador más explícita, recorre la provincia afirmando que el peronismo cordobés está desesperado y adjudicándose un triunfo provincial inexorable. El viernes pasado aseguró en San Francisco –el punto más llaryorista del mapa provincial– que Schiaretti le está quitando recursos, obras, policías y patrulleros al interior para beneficiar a Llaryora en la Capital. El peronismo tiene prohibido responderle a Juez.

Rodrigo de Loredo no dice qué candidatura peleará en 2023 pero también sigue caminando el interior provincial. El viernes recorrió Punilla, encolumnó intendentes radicales y realizó varios actos. No se trata de la agenda de un candidato a intendente de Capital.

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La tensión va creciendo entre los socios opositores. No se aproxima ni mínimamente al conflicto desatado entre Macri y Rodríguez Larreta, ni a los desencuentros permanentes entre el PRO y el radical Gerardo Morales, pero las ampulosas ratificaciones de unidad ya tampoco se escuchan tanto en Córdoba.

Falta al menos un año: es mucho para todos.

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