Ambas lunas están ubicadas lejos de su estrella anfitriona, donde hay menos gravedad que tire de los planetas y puedan ‘arrancarles’ las satélites.

Eso sí, si finalmente se trata de un satélite real, tiene un radio de 2,6 veces el de la Tierra, lo que probablemente evidencia que se trata de una luna gaseosa en vez de rocosa. En comparación, el satélite Ganímedes de Júpiter (la luna más grande de nuestro sistema solar), es un 60% más pequeña que la Tierra y no mucho más grande que Tritón, la luna de Neptuno, Así que resulta un poco confuso pensar en una luna tan grande.

Necesitamos más datos. La confirmación requerirá el empleo, quizá, del telescopio James Webb, recientemente lanzado, pero no será una tarea fácil, puesto que la oportunidad de detectarla solo se da cada dos años, cuando Kepler-1708b realice el tránsito por delante de la estrella y que todos los cuerpos estén alineados como para permitir la detección. La próxima cita sería el 24 de marzo de 2023, calculan los investigadores.

 

¿Cómo se detecta una luna fuera del sistema solar?

Como no podemos fotografiarlas directamente, su presencia se infiere por el método de tránsito, esto es, cuando pasan frente a una estrella, atenuando momentáneamente la luz de la misma.

La detección de exolunas es un campo fascinante en astronomía, porque tienen el potencial de revelar cómo y dónde pudo haber surgido la vida en el universo. También el hecho de averiguar cómo se formaron estas exolunas, si pueden sustentar vida o si tienen algún papel en este importante paso, las convierte en elementos de alto interés astronómico.

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