Dennis Nedry conduce a toda velocidad sobre la superficie embarrada por la lluvia. El informático del Parque Jurásico está traicionando a su jefe, John Hammond, y pretende cederle embriones de dinosaurios congelados a la competencia a cambio de una buena suma de dinero. Pero durante su trayecto pierde el control del vehículo y se acaba saliendo del camino, dejando al Jeep sin la tracción suficiente para continuar su huida. Intentando arreglar la situación, Nedry se topa con un dinosaurio. De primeras lo ignora, acto seguido lo trata como si fuera un perro, tirándole un palo para que vaya a buscarlo y, mientras se dirige de vuelta al Jeep, Nedry resbala y cae al suelo. El dinosaurio se le acerca, comienza a ponerse tenso y termina desplegando dos grandes volantes en su cuello mientras emite un grito terrorífico y escupe un veneno viscoso sobre el informático.

Las limitaciones de los fósiles

Unas de las escenas míticas de “Parque Jurásico” (Steven Spielberg, 1993) tiene como protagonista a un dinosaurio que, a pesar de su fama, ha quedado identificado como “el que escupe veneno”. Quizás porque su nombre es menos memorable que los de Tyrannosaurus rex y  Velociraptor, ha sido recordado por su característica más impactante. Se trata de Dilophosaurus y, como con el resto de especies, la saga cinematográfica se tomó las licencias necesarias para hacer atractiva su propuesta. ¿Qué dice la ciencia? ¿Era así Dilophosaurus? ¿Tenía volantes en el cuello y escupía veneno?

Pues más que negar estas características, la ciencia lo que puede hacer es confirmarlas. Hay que tener en cuenta que la única información que tenemos de los dinosaurios son sus restos fósiles, la mayoría de ellos fragmentos y supone un hito paleontológico encontrar un esqueleto conservado casi al completo. El paleontólogo Francesc Gascó Lluna comenta un interesante ejemplo en un vídeo de su canal en YouTube, “El Pakozoico”: si encontrásemos los restos fósiles de un camaleón sin conocer la especie previamente, podríamos reconstruir más o menos su aspecto, pero difícilmente alguien podría pensar que este animal cambia de color para camuflarse. Los mismos problemas tenemos para caracterizar a Dilophosaurus. Los volantes del cuello no aparecen en el registro fósil que, junto con su escupitajo venenoso son, hasta donde sabemos, licencias ficticias que se tomaron los creadores de la película “Parque Jurásico”.

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