Muchos hongos, como los quítridos o los oomicetos, desarrollan gametos, denominados oósporas —grandes y sésiles— y zoósporas —pequeñas y móviles— muy parecidos a los gametos femenino y masculino de animales y plantas, y bien podrían encajar en esas categorías, aunque se trate de reproducciones sexuales que han evolucionado de forma independiente, y son, en realidad, análogas. 

Sin embargo, en muchos otros grupos de hongos, algunos tan conocidos como el género Aspergillus o la levadura de la cerveza (Saccharomyces cerevisiae), el proceso de reproducción sexual es mucho más sutil. Como en el caso anterior, cada hifa haploide —o cada célula, en las levaduras— pertenece a un sexo distinto. 

En algunos casos, como los hongos mucorales, no llegan a formar esporas: simplemente, cuando una hifa se encuentra con otra de sexo contrario, se fusionan, formando lo que se denomina una zigospora diploide, que tras la meiosis, formará esporas haploides geneticamente distintas, que tras germinar, formarán nuevos hongos. 

En otros casos, como en algunos ascomicetos, se forman gametangios que producen los gametos, pero carentes de diferenciación. Los de ambos sexos son idénticos, y cuando un gameto que viaja libre se encuentra con la hifa de un hongo de sexo opuesto, se produce la fusión, se forma el zigoto diploide y sufre la meiosis para volver a formar esporas haploides.

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