A menudo se dice que no deberíamos juzgar un libro por su portada. Pero casi de forma inevitable valoramos enseguida la inteligencia, fiabilidad o carácter de las personas simplemente por su aspecto físico. Precisamente, hace pocos años algunos científicos estudiaron la posibilidad inversa: ¿podría influir el modo en que la gente nos juzga en nuestro aspecto?

Para responder a esta pregunta, un equipo dirigido por los investigadores Ruth Mayo y Yonat Zwebner, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, se encargó de examinar si el aspecto de una persona podría verse influido por su nombre de pila.

Grupo de amigosGetty Images

Así pues, reunieron a un grupo de personas a las que mostraron fotografías en color con el rostro de completos desconocidos. A continuación, les presentaron una lista de posibles nombres a los encuestados y les pidieron que identificaran el nombre de pila del desconocido basándose solo en su aspecto facial.

Los resultados reflejan que aprobaron la prueba ampliamente. Es decir, superaron en reiteradas ocasiones las probabilidades de identificar correctamente el nombre de una persona basándose exclusivamente en su aspecto facial. Las conclusiones de este estudio se publicaron en 2017 en la revista Journal of Personality and Social Psychology.

Así, por ejemplo, al mirar la cara y considerar cuatro posibles nombres -Jacob, Dan, Josef o Nathaniel-, los encuestados asignaron correctamente el nombre ‘Dan’ a una persona en el 38% de las veces, un resultado mayor de lo que se esperaba. El acierto se mantuvo incluso cuando se les omitió la edad y el origen étnico, lo que significa que hay algo más que simples indicios socioeconómicos, según los expertos.

“Sin duda, la gente se parece a su nombre”, afirmaba Ruth Mayo, investigadora del departamento de Psicología de la Universidad Hebrea de Jerusalén y responsable del estudio. “Además, esto ocurre por un proceso de ‘profecía autocumplida’, es decir, nos convertimos en lo que otras personas esperan que seamos”, explicaba.

En consonancia con este fenómeno, los investigadores descubrieron que las personas analizadas superaban con creces las probabilidades de adivinar correctamente el nombre de una persona incluso cuando sólo se les permitía ver su peinado. Esto sugiere, curiosamente, que “la gente puede elegir el peinado que encaja con un estereotipo asociado a su nombre”, según los investigadores.

Asimismo, los responsables del estudio compararon estos resultados con los estudiados en un segundo país y cultura, corroborando que también superaron las expectativas. Sin embargo, mientras que los examinados relacionaron perfectamente caras con nombres de su propia cultura, no acertaron tanto con los rostros de una cultura extranjera.

Por otra parte, tampoco obtuvieron buena puntería a la hora de intentar adivinar el nombre de las personas que utilizan únicamente un apodo. Lo cual indica, según los científicos, que la apariencia de una persona sólo se ve afectada por su nombre si lo usa, y no solo por el hecho de aparecer en un certificado de nacimiento.

El “efecto Dorian Gray”

¿Pero esta habilidad para vincular caras y nombres es propia solo de los humanos? En una investigación anterior, se eliminó por completo el factor humano. En aquel caso, los investigadores utilizaron un paradigma informatizado y descubrieron que los ordenadores también fueron capaces de acertar cuando se les retaba a que eligieran el nombre correcto de 94.000 rostros diferentes. Lo cual corrobora la idea de que nuestras caras probablemente contengan información relevante relacionada con nuestros nombres.

Los expertos sugieren que esto podría deberse al “efecto Dorian Gray”, citado en investigaciones anteriores, sobre cómo factores internos como la personalidad pueden influir en nuestro aspecto facial. Cabe recordar que Dorian Gray era el protagonista de una novela de Oscar Wilde cuyas acciones afectaban a su retrato.

Muchas veces las expectativas estereotipadas de los demás afectan a lo que llegamos a ser. Planteamos que existen estereotipos similares sobre los nombres, incluido el aspecto de alguien con un nombre concreto, y que estas expectativas afectan realmente a nuestro aspecto facial”, en palabras de Ruth Mayo, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Según los investigadores, la posibilidad de que nuestro nombre pueda influir en nuestro aspecto, por pequeña que sea, sugiere el importante papel de la estructuración social en la compleja interacción entre la propia identidad y la sociedad.

Esto explicaría que “dependemos” de la estructuración social desde el minuto en que nacemos, no sólo por nuestro sexo, etnia y estatus socioeconómico, sino también por la simple elección que otros hacen al darnos nuestro nombre.

“Un nombre representa una etiqueta social decisiva. Esto refleja el gran potencial que un factor social puede tener sobre nuestra identidad, afectando incluso a nuestro aspecto”, concluía la responsable del estudio.

Referencias:

  • Zwebner, Y., Sellier, A.-L., Rosenfeld, N., Goldenberg, J., & Mayo, R. ‘We look like our names: The manifestation of name stereotypes in facial appearance’. Journal of Personality and Social Psychology (2017)
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