Si el ramjet parece tener un horizonte muy lejano, el propulsor que roza la ciencia ficción es el motor de antimateria, salido de la mente de uno de los mayores visionarios del viaje interplanetario, el físico norteamericano Robert L. Forward. La antimateria es, por decirlo de una manera simple, el espejo de la materia con la que estamos hechos. Cuando una partícula de antimateria, por ejemplo, un antiprotón, se encuentra con su correspondiente partícula de materia, se aniquilan totalmente; el 100% de la masa se libera en forma de energía. Así, si aniquilamos un kilo de materia con otro de antimateria se libera tanta energía como 40 millones de toneladas de TNT.

Teniendo esto presente, la velocidad límite teórica para este tipo de motor es la de la luz. Pero las cosas no son tan sencillas. El 40% de esa energía se libera en forma de letal radiación gamma con una energía cientos de veces mayor a la liberada en nuestras centrales nucleares. Esto implica que la nave debe estar fuertemente protegida de este tipo de radiación, aumentando considerablemente el peso muerto a transportar.

Pero lo primero que habría que hacer es rebajar los costes energéticos para que el motor fuera rentable: la cantidad de energía necesaria para obtener un kilo de antimateria como hacemos en nuestros aceleradores de partículas es un millón de veces la que se liberaría al aniquilar esta antimateria en un cohete. Si das más que obtienes, la pérdida es segura.

Y no hay más ideas: combustibles convencionales, velas solares, cohetes nucleares o de antimateria.

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