El resto de la flora cercana al cráter vio interrumpido drásticamente su ciclo de vida. No solo perdieron gran parte del follaje, y, por tanto, su capacidad fotosintética y su crecimiento se detuvieron, sino que, a largo plazo, la deposición de material piroclástico y su lixiviación dejarán ver su impacto. 

Por otra parte, las plantas que crecían más alejadas de la zona eruptiva, pero cercanas a las coladas de lava sufrieron más los efectos de las elevadas temperaturas que los derivados de la contaminación, y aquellos ejemplares con troncos más gruesos mostraron, en general, mucha mayor resistencia.

Los efectos sobre la fauna fueron más devastadores, especialmente, sobre los invertebrados. Las poblaciones se derrumbaron en apenas dos semanas. Las altas temperaturas, la llegada de material piroclástico y la abrasión de la cutícula que los recubre fueron, probablemente, las principales causas de su desaparición. Esta repentina desaparición de los insectos causó, a su vez, parte del colapso de las poblaciones de vertebrados. Pero como suele suceder en catástrofes de este tipo, se observó que un menor tamaño y una mayor plasticidad alimentaria beneficiaban la supervivencia. Algunos lagartos mostraron la capacidad de buscar alimento en el suelo cubierto de material piroclástico una vez enfriado.

Paisaje de La Palma

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