Evitando a las garrapatas

Como se ha visto, en las enfermedades transmitidas por garrapatas existe una gran especificidad, y muchas veces las garrapatas no portan patógeno alguno. Sin embargo, ante la duda, siempre ha de aplicarse la máxima de “más vale prevenir que curar”. Lo mejor que podemos hacer contra estas enfermedades es, como suele ser habitual, tomar medidas preventivas. Si la garrapata no llega a anclarse a tu piel, los patógenos no entran en tu cuerpo. Por eso hay que tomar ciertas precauciones en las salidas al campo, especialmente en zonas con arbustos muy frondosos o helechos, donde las garrapatas pueden estar aguardando pacientemente a su presa.

Un buen calzado, calcetín alto y pantalón largo son medidas preventivas básicas y sorprendentemente eficaces. Si vas a una zona donde la vegetación es muy alta, se recomienda combinarlo con prendas de manga larga, para evitar que se anclen en los brazos. Cualquier zona de piel expuesta es una invitación a la garrapata para hacerte una desagradable compañía, y llevarla bien cubierta es un potente disuasorio.

Por supuesto, nuestras mascotas también son posibles portadores de garrapatas —de hecho, también pueden sufrir la enfermedad de Lyme—. Si vamos al campo con ellas y entran en zonas de alta vegetación, deberemos revisar bien el cuerpo de nuestro amigo peludo, no haya vuelto de la excursión con polizones indeseados. Existen para los perros ciertos productos, como collares o pipetas, que repelen las garrapatas; si son de buena calidad, dan muy buenos resultados, por lo que si prevés un viaje arriesgado, más vale prevenir.

A la vuelta del campo, es recomendable darse una buena ducha y revisar todo el cuerpo en busca de esas pequeñas parásitas, que buscan lugares oscuros, cálidos y húmedos, como las axilas o las ingles, y algunas especies se esconden en zonas con pelo o vello abundante. Si la garrapata cae con el agua de la ducha sin problemas es que no se había llegado a anclar a tu piel. Pero, si ya está clavada, no debes extraerla a las bravas.

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Ante todo, mantener la calma y no hacer locuras. Sacar una garrapata de la piel de forma segura no es tarea fácil. A diferencia de mosquitos y pulgas, que clavan un estilete hueco —similar a una aguja hipodérmica en miniatura— y succionan la sangre con rapidez, las garrapatas clavan todo el rostro, que presenta unas expansiones laterales en forma de arpón, dirigidas hacia atrás. Eso las permite entrar muy bien, pero dificulta su extracción.

Intentar extraerlas tirando de ellas o retorciéndolas para “desenroscarlas” puede hacer que se les rompa la cabeza y quede dentro de la piel, siendo así fuente de infecciones. Además, apretar su cuerpo puede provocar que vacíe su contenido y, si fuera portadora de alguna enfermedad que aún no hubiese transmitido, transmitirla. Estas normas sirven para humanos, y también para las mascotas.

Tampoco son recomendables los remedios caseros. Ni aplicar vaselina, ni aceite, ni tratar de ahogarla en agua, ni mucho menos aproximar un mechero o una cerilla encendida; en general resultan completamente ineficaces y, en ocasiones, entrañan más riesgos que los supuestos beneficios que se esperan.

El proceso de extracción de una garrapata es una labor de primeros auxilios que debe realizarse por alguien con experiencia. Si no la tienes, lo mejor es acudir a un centro de salud, o a un veterinario, si el afectado es tu compañero animal.

Normalmente se emplean unas pinzas, con las que se agarra a la garrapata de la cabeza o de la boca, que es la parte más esclerotizada y dura, por donde no se rompa. Se tira de la garrapata hacia afuera, en un movimiento lento y constante. Hay que evitar dar tirones fuertes, y con cuidado de no aplastar al animal. Ante todo, que la cabeza no se quede clavada.

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