La madrugada del once de mayo muchos españoles fueron testigos de un espectáculo que pocas veces se contempla en nuestro país, las auroras boreales. Desafortunadamente yo no fui uno de ellos. Por si se repetía el espectáculo, la noche siguiente la pasé en la orilla del mar. Desgraciadamente las auroras boreales no volvieron a verse, pero, sorprendentemente, aunque el cielo no se iluminó el mar sí que lo hizo. ¿Qué ocurrió? Que la luminiscencia de la bóveda celeste fue sustituida por la luminiscencia marina. Me explico.

La luminiscencia es un fenómeno físico en el cual un material emite luz cuando se le aplica una fuente de energía. Dependiendo del origen de esa fuente, se pueden identificar diferentes tipos de luminiscencia. 

Bioluminiscencia marina. Foto: Istock

Entre los más conocidos destacan la quimioluminiscencia (la luz se origina a partir de reacciones en sistemas químicos), la electroluminiscencia (la emisión de luz se produce cuando una muestra se somete a un campo eléctrico), la fluorescencia (un material irradiado con luz emite luz a una longitud de onda mayor), la fosforescencia (similar a la fluorescencia, pero el material sigue emitiendo luz durante un tiempo después de que se haya cesado la irradiación), la cátodoluminiscencia (se produce al bombardear algunos materiales con electrones de alta energía), la triboluminiscencia (la luz se genera cuando un objeto es sometido a fricción, ruptura o impacto mecánico) o la radioluminiscencia (algunos materiales emiten luz cuando se exponen a rayos gamma o rayos X).

Pero el proceso luminiscente que observé en el mar, no fue ninguno de los descritos. Se trataba de un fenómeno llamado bioluminiscencia causado por plancton marino compuesto de microorganismos, especialmente dinoflagelados, que tienen la capacidad de producir luz. Estos dinoflagelados, un tipo de alga cuyo nombre proviene del griego dinos (girar) y flagellatum (látigo), se mueven girando y utilizando sus dos flagelos para impulsarse. 

Un ejemplo de bioluminiscencia. Foto: Istock

La bioluminiscencia se manifiesta cuando estos dinoflagelados, que se habían acumulado en la orilla del mar debido a una combinación de fenómenos atmosféricos relacionados con el viento y la temperatura del agua, se «estresan» por el movimiento del agua causado por las olas o el contacto con un objeto. Esto da lugar a la aparición de las llamadas mareas rojas bioluminiscentes, caracterizadas por un resplandor azul-verdoso o destellos luminosos brillantes.

¿Solamente el plancton es capaz de originar bioluminiscencia marina? No. Este proceso puede ser provocado por otros organismos como medusas (Aequorea victoria), estrellas de mar (Gorgonacephalus chilensis), bacterias marinas (Vibrio fischeri), peces abisales (pez linterna y el pez hacha); crustáceos (gambas o camarones luminiscentes), calamares gigantes o gusanos marinos (Polychaeta). Además, otros organismos no marinos como algunos hongos (Panellus stipticus) o luciérnagas producen bioluminiscencia.

Las mareas rojas bioluminiscentes se producen por un determinado tipo de algas, los dinoflagelados.

Algunos organismos bioluminiscentes emplean este fenómeno como camuflaje, ayudándoles a cazar sin ser detectados y a esconderse de los depredadores. Incluso si un depredador los encuentra, pueden defenderse emitiendo destellos de luz brillante que confunden al atacante. 

Aequorea victoria. Foto: Istock

Otros animales marinos usan la bioluminiscencia para comunicarse, permitiéndoles alertar a otros animales de posibles peligros o cortejar a potenciales parejas. Además, en las profundidades marinas, donde la luz solar no penetra, muchos organismos utilizan la bioluminiscencia para ver su entorno. 

Esta capacidad luminosa también les ayuda a alimentarse, ya que los destellos atraen a peces más pequeños que se convierten en su comida.

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