En una de las plazas la ciudad austríaca de Klagenfurt, situada en la provincia de Carintia a orillas del lago alpino Wörthersee y a escasa distancia de la frontera con Eslovenia, podemos ver un monumento insólito: junto a una estatua de héroe griego Hércules encontramos un monstruo cuadrúpedo con alas y cuya cola, con forma de serpiente, está enroscada. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que es un dragón. Tal escultura no es de extrañar en una ciudad como Klagenfurt, cuyo escudo de armas es una torre almenada y un dragón.

Cuenta la historia que en el siglo XIII un dragón estaba causando estragos a lo largo del río Glen, provocando inundaciones y haciendo difícil el trayecto a los viajeros. Un duque ofreció una recompensa a quien pudiera capturarlo, y un valiente joven ató un toro a una cadena y atrapó al dragón como quien pesca un pez. En 1335, se encontró el cráneo del terrible dragón en una cantera cercana, que era conocida como la Cantera del Dragón o Lindwurmgrube. El cráneo se exhibió con orgullo en el ayuntamiento de la ciudad y en 1590 el escultor Ulrich Vogelsang lo usó de modelo para la escultura que acabó en una de las plazas de Klagenfurt. Fue años más tarde cuando Michael Hönel añadió la escultura de Hércules, que se enfrenta al dragón con un mazo con púas. La famosa cabeza del dragón puede verse en el Landesmuseum für Kärnten (Museo Provincial de Carintia) de la ciudad.

Claro que no estamos ante la cabeza de un dragón. Fue el paleontólogo austríaco y creador de la paleobiología Othenio Abel el que demostró que no era un dragón, sino un rinoceronte lanudo del cuaternario, lo que convierte la obra de Vogelsang en la más antigua reconstrucción paleontológica de la historia.

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Atribuir un fósil de vertebrado a un dragón no fue un hecho aislado, sobre todo teniendo en cuenta el papel que han tenido los dragones en las leyendas europeas. El dragón europeo simboliza el mal, y particularmente las fuerzas oscuras que habitan en el corazón del ser humano y que han de ser vencidas. Athanasius Kircher, uno de los eruditos más famosos  del siglo XVII, les dedicó varias páginas en su obra Mundus subterraneus. Curiosamente, en gran cantidad de cavernas o canteras de Europa se han encontrado osamentas de osos de las cavernas que se han atribuido a los dragones. Ese fue el caso de Drachenhöhle, la caverna del dragón, cercana a la ciudad austríaca de Mixnitz. En una carta del siglo XVII se menciona esa gruta como un ‘cementerio de dragones’ del que se llevaban los huesos para hacer bebedizos medicinales.

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