En la película de James Cameron, además de las plantas, también los animales —incluidos los nativos na’vi— son capaces de interconectarse con otros de su misma especie o de otra, a través de lo que podríamos llamar colas neurales en cuyo extremo presentan unos conectores que actúan a modo de clavija. De este modo, se transmiten experiencias, recuerdos, sensaciones y, también, órdenes. Así es como los protagonistas de la película adiestran a las criaturas que emplean como montura, lo llaman ‘el vínculo’.

Entre bacterias también se dan este tipo de conexiones cercanas. Según un artículo publicado en la prestigiosa revista científica Cell, desarrollado por Gyanendra P. Dubey y Sigal Ben-Yehuda, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, las bacterias Bacillus subtilis son capaces de extender unos nanotubos a través de los cuales pueden transmitir moléculas de gran tamaño, como proteínas e incluso plásmidos. Los plásmidos son fragmentos de material genético libre de las bacterias, que tienen diversas funciones, entre ellas, aportar a la bacteria resistencia a los antibióticos.

Esta transmisión permite a las bacterias adquirir rasgos genéticos que antes no tenían, gracias a las donaciones de sus compañeras, que después heredarán sus hijas. Pero quizá lo más fascinante es que estos nanotubos no son exclusivos para la comunicación entre dos bacterias de la misma especie. Como un na’vi conectándose con su ikram, Bacillus subtilis puede conectar sus nanotubos y transmitir información a bacterias de otras especies, como Staphylococcus aureus o  Escherichia coli, como también pueden hacerlo entre ellas.

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