La prueba era, por tanto, sencilla. El practicante solo debía detectar la energía vital de Emily con sus manos —para lo cual le permitía que se tomase el tiempo que considerara necesario—, y decir en voz alta sobre cuál de ellas estaba la de la niña. Se anotaría entonces el acierto o el fallo, y se repetiría la prueba con un nuevo lanzamiento de moneda, hasta conseguir las 10 réplicas. Así, cada participante obtendría una puntuación entre 0 y 10, según el número de aciertos.

Todos los participantes estuvieron de acuerdo con las condiciones, nadie puso ningún inconveniente ni especificación previa a la realización de la prueba.

Las expectativas

La probabilidad de acertar al menos 8 de los 10 intentos es algo menos de un 5 %, y ese fue el umbral que se marcaron para el aprobado. Claro, que una probabilidad del 5 % implica que, por estadística, una de cada 20 personas aprobará aunque solo sea por azar. Siendo 21 participantes, no sería extraño que eso sucediera en al menos una persona, así que para asegurarse de que quienes aprobasen tenían realmente la capacidad que aseveraban tener y no fuera solo cuestión de suerte, repetirían la prueba completa, aunque el segundo resultado no entraría a formar parte de la estadística del estudio.

Además, de cara al resultado global, se aceptó un nivel de confianza del 90 %, lo que implicaba que para superar la prueba debían sacar entre todos los participantes, de media, una nota superior al 6,7. Por supuesto, si resultase que los practicantes no pudieran percibir la energía vital de Emily, la nota que se esperaría rondaría el 4,5 —que es el valor medio que se atribuye al azar entre los once posibles resultados, del 0 al 10—.

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Los resultados

Terminada la prueba, ninguno de los participantes consiguió acertar 10 ni 9 veces, solo uno consiguió un 8. Recordemos que la probabilidad de conseguirlo era de aproximadamente 1 entre 20, por lo que es fácil asumir que únicamente tuvo suerte acertando. Algo que se confirmó al realizar una segunda prueba.

Ocho de las pruebas arrojaron 3 aciertos, y 7 más consiguieron un 5. En términos globales, la media de la nota fue de un 4,4. Un suspenso, muy por debajo del 6,7 necesario para lograr el aprobado, y muy cerca del 4,5 que se esperaría si los resultados se debieran al azar.

Cada vez que se concluía una prueba, el participante recibía su nota y se le daba la oportunidad de explicarse. Algunos llegaron a decir que los fallos se debían a que cada mano tiene una función, que la izquierda es la receptora y la derecha es la emisora, y que por tanto, percibir la energía con la mano derecha es más difícil, de ahí los fallos. Un claro inconveniente que bien podrían haber alegado al inicio de la prueba, cuando tuvieron la oportunidad. Sin embargo, Emily fue rigurosa en sus anotaciones, y pudo rebatir con facilidad esa falacia: del total de 80 respuestas incorrectas de los participantes, 35 de ellas se correspondían con la más perceptiva mano izquierda —algo que también es consistente con un resultado dependiente del azar—.

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