Dos pseudo conocedores del tema atómico denunciaron desde las páginas editoriales de Clarín un presunto riesgo nuclear en el AMBA por incidentes sucedidos en las centrales Atucha. Aquí se desmenuza la inconsistencia de la denuncia, atribuible acaso a la ignorancia o a los intereses de afuera, que siempre vieron en nuestro desarrollo nuclear competencia económica e insolencia.

Un máster en Defensa, Ricardo Runza, y un politólogo licenciado, Carlos Rivas, publicaron el 5 de noviembre en la página editorial de Clarín que en el AMBA hay peligro de accidente nuclear. La causa: prácticas de seguridad en deterioro de Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) en el predio de las Atuchas 1 y 2. A brillar, mi amor, como dicen los Redondos.

Sostienen ambos editorialistas: “Sólo en este año ha habido tres señales que indican que la seguridad en este complejo se ha degradado. Un incendio de una barraca, un muerto electrocutado y recientemente ´un problema detectado en la turbina, localizada en un edificio ajeno al reactor´ de Atucha II, según el Presidente de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), José Luis Antúnez.”

Según Runza y Rivas, estas cosas se ignoran por secretismo militar de NA-SA, firma donde (sic) nadie saca los pies del plato para no perder privilegios: “En el 2022, NA-SA tiene 3009 empleados, con sueldos de las autoridades superiores de $866.000, con 150 empleados que cobran entre esa cifra y $680.000, con un bono extra (que se cobra en enero) atado a la generación anual de energía y los 16 sueldos por año que contempla el convenio colectivo de trabajo del Sindicato de Luz y Fuerza”, escriben. Sobre esto, volveré.

Sumando peras de aquí y naranjas lejanas, los autores nos recuerdan el peligro de desastre nuclear de la central ucraniana de Zaporiya, envuelta hoy en una guerra, y aprovechan para rendir homenaje, con gramática peculiar, al menos a un argentino: “Mientras esto sucede en el mundo, en este pobre gueto que se ha convertido la Argentina, todo resulta lejano. La cuestión nuclear gira sobre otro eje. Solo por la acción del embajador Rafael Grossi quien es el Presidente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el país cuenta con un rol significativo en el escenario internacional, pero éste no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina, hoy entretenida en sus propias ambiciones”.

Aquí paro la pelota. La agencia vienesa en los países latinos se llama OIEA, no AIEA. Pero además Runza y Rivas llaman a Grossi “presidente” del OIEA (no hay ninguno, es el secretario general) y a su propio país, lo tratan como “este pobre gueto”. No creo que estos autores sean especialmente antisemitas. Pero con 107 muertos en atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, hay que tener el cuero muy grueso para insultar de un saque a la colectividad judía y al país propio, y en el caso de un politólogo, no muchas luces en su propio “business”.

Correctores se necesitan

Planeta Clarín, por su parte, ya no exige respeto comunitario, credenciales técnicas, ni le teme a nadie o a nada, empezando por la gramática y la ortografía. De otro modo algún corrector –en 1998 Clarín echó a casi todos, además de a la mitad de sus periodistas- habría impedido que se publicara, en tinta sobre papel, que en Zaporiya “el riesgo de emanación radiactivo (sic) emerge con fuerza”. O que Nucleoeléctrica se escriba Nuecleoeléctrtica” (sic). El viejo GDA (Gran Diario Argentino) se menemizó. En contenido y forma.

Aclaro que desde la entrada en línea de Atucha 1 en 1974, el complejo no generó accidentes nucleares o radiológicos, aunque desde el ’86 no pasa año sin que algunos ecologistas libres de toda noción de biología, ingeniería y operación de centrales no nos juren un Chernobyl (o dos). Ojo, Runza y Rivas, no he querido llamarlos “ecologistas”.

Tampoco los llamaría técnicos. Aquel RBMK 1000 soviético que fue Chernobyl-4 es bien distinto de nuestras Atucha 1 y 2. Costó alrededor de U$ 200 por kilovatio instalado. Atucha 1 en cambio costó U$ 1800 (nueve veces más), y la mitad fue a sistemas de seguridad, cifras en dólares de 1986. Y no sumo las decenas de mejoras que les hicieron la CNEA y después NA-SA a esa máquina.

En la licitación de 1968, tiempos del general (y presidente) Juan C. Onganía, anticomunista rabioso, cuando se concursó Atucha 1, el RBMK aquí no habría podido presentarse, por soviético.

Pero –en plan política-ficción- de haberlo podido hacer, el CALIN (Comité de Licenciamiento de la CNEA, precursor de la actual ARN) habría bochado la oferta por venir destripada simultáneamente de tres sistemas pasivos de seguridad:

* el recipiente de presión,

* el edificio acorazado de contención,

* y el uso de grafito como opción de moderador, en lugar de agua, o agua pesada, para el caso de las Atuchas.

El grafito, una vez incendiado, no se apaga (ver Windscale y Chernobyl). El agua, en cambio, no se incendia.

Hablando de incendios, el de un galpón de materiales de construcción y telas, cuantimás alejado del edificio del reactor, no es un accidente nuclear ni radiológico. Una electrocución fatal en un playón de conexiones es algo muchísimo peor, pero tampoco un asunto nuclear o radiológico.

Esta última desgracia es horriblemente frecuente en la industria de distribución eléctrica, pero –gran diferencia- en un predio nuclear un accidente fatal, incluso por resbalón y caída, tiene prensa asegurada.

Y justamente como la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo, NA-SA comunicó ambos accidentes sobre el pucho en cada ocasión, y aclaró que no son nucleares ni radiológicos. Eso debería ser evidente para un experto en Defensa. Vea, magister, no hay “emanación radioactivo”.

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Pero una turbina que vibra y te obliga a poner la central Atucha II en “parada fría” no es un accidente. Estimados, no es siquiera un incidente operativo. Se detiene la turbina para que no se dañe porque cuesta una ponchada de plata, mientras viene gente de Siemens para revisarla.

No es un componente de seguridad, está lejos de la “isla nuclear” o SSS, o Steam Supply System, y resulta idéntica a las muchas turbinas de vapor del centenar largo de centrales de gas natural y ciclos combinados que hay en nuestro país. Todo esto también fue comunicado al toque.

Por ello, cuando R&R dicen que “NA-SA es una empresa con los defectos de las empresas estatales argentinas pero sobre la cual no se le ha posado la lupa con el rigor como se trata el caso de Aerolíneas Argentinas. Aquí el secreto prima. Parece vivir en tiempos de dictadura. Nada sale de ella”, están hablando huevadas.

Lo hacen también cuando relatan, en oraciones asaz chuecas incluso para el GDA, cómo Rafael Grossi llegó a la cumbre del OIEA, “pero éste (¿este qué?) no es producto de un Estado sino por un individuo, que ocupa un cargo relevante para todas las potencias del mundo, por sus propios méritos personales. No por una decisión de la elite política argentina”.

Grossi, si los leyó (y si los entendió), debe estar furioso con ese currículum: lo pinta como un paracaidista. Miren, don Rafael G. no nació de un repollo sino de un estado. Lo conocí cuando era un veinteañero brillante que empezaba su carrera en la DIGAN (Dirección de Asuntos Nucleares y Desarme de la Cancillería). Esa oficina la fundó en democracia el embajador Adolfo “Chinchín” Saracho para que el Palacio San Martín ayudara a la CNEA y a INVAP a vender tecnología nuclear argentina al mundo, pero pisando –en lo posible- pocos juanetes.

No es fácil, cuando uno baila bien. La CNEA había hecho su primera exportación grande a Perú en 1978, los reactores de investigación y producción de radioisótopos RP-0 y RP-10, para furia de EEUU, que nos dejó sin combustible enriquecido. Iba a dejar incluso parado el reactor RA-3 de Ezeiza, que abastece de radioisótopos de uso oncológico y cardíaco a todo el Cono Sur. No les invadas “su patio trasero” a los autodenominados americanos.

Rafael Grossi con cara de astucia y de saber del asunto nuclear. Es astuto y sabe carretadas.

Saracho dejó la DIGAN en 1988 y rumbeó de embajador a Turquía, país al que le entusiasmó asociarse con INVAP para producir la central compacta CAREM en vaquita. La idea era venderla de a decenas al menos a 20 países clientes de la industria turca, ya considerable. Este tucumano, Chinchín, sí que pisaba juanetes.

Lo del CAREM con Turquía podría haber sido un negocio de muchos miles de millones de dólares, pero los difuntos Carlos Menem y Guido Di Tella cajonearon todo, a pedido de cierto organismo que no quiero llamar por su nombre, pero empieza con “State” y termina con “Department”. Es difícil que la Argentina nuclear logre dar pie con átomo sin que a estos muchachos les duelan los juanetes y griten “Foul. Bigfoot existe”.

EEUU/LTA

Mientras Grossi, formado un año entero en Bariloche en temas atómicos por la CNEA e INVAP, como todos los “Saracho boys” de aquella DIGAN de los ‘80, iba abriéndose paso en la jerarquía del OIEA en Viena, INVAP fue haciéndolo en el mercado mundial de los reactores multipropósito.

Las dos cosas ocurrieron juntas: la primera habría sido imposible sin la segunda. Estos reactores de INVAP son a medida del cliente y en general incluyen instalaciones de investigación en materiales, para formación de recursos humanos y para producir radioisótopos, con más de algunos de estos ítems y menos de los otros, según cada comprador. Cuestan algunos centenares de millones de dólares y son un nicho: el mercado fuerte es el de las centrales de potencia, que sólo producen electricidad, y hoy parece interesante el de las SMR, las centrales chicas modulares por diseño, como el CAREM.

Ganándolele en todas las licitaciones a EEUU, Francia, Canadá, la URSS, (luego Rusia), China y Corea, siempre por calidad de oferta y jamás por precio o financiación, INVAP, estimados R&R, le vendió reactores a Argelia, Egipto, Australia, Holanda y Arabia Saudita, amén de plantas de radioisótopos a Cuba y la India. Mejor empresa del mundo en lo suyo. Y estatal, cosa que supongo los desconcierta.

A todo esto, Grossi terminó presidiendo el Nuclear Suppliers Group (NSG) para que el OIEA, en las áreas grises de una tecnología que nació dual y de mal modo el 6 de agosto en 1945 en Hiroshima, tuviera una lista de componentes, materiales y servicios de venta permitida y otra de venta prohibida, todo actualizado a tiempo real. Esto implica negociaciones infinitas, porque si fuera por el NSG estaría prohibida la compraventa de todo artículo que tenga átomos. Pero es bueno para el mundo y para nuestro país.

Olvidate de tomar estas decisiones si no representás a un país con una oferta nuclear potente. Y resulta que entre 1978 y la actualidad, la Argentina se transformó en más que eso. Un magister en Defensa seguro que eso lo sabe bien. Bueno, uno creería.

La diplomacia nuclear nació antes que la DIGAN de Saracho. Nació con la propia CNEA, en 1950. Por default curricular de la Cancillería, hasta que no apareció esta dirección la CNEA debió encargarse de su propia diplomacia ante el OIEA, las Naciones Unidas y la multitud de organismos multilaterales relacionados con lo atómico.

Y no podía no hacerlo, porque siempre fuimos un poco sorprendentes. En las sesiones científicas inaugurales del OIEA, en 1953, la CNEA presentó 13 radioisótopos nuevos, descubiertos aquí, el país del trigo, el gotán y los bifes de chorizo. Fue como entrar a la fiesta atómica en alpargatas, pero llevando del brazo a Marilyn Monroe.

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Grossi llegó a Viena afianzándose en argentinos ya muy afincados en el OIEA y sólidos como roca en lo técnico y diplomático: el capitán (RE) Roberto Ornstein en tratados de salvaguardias, el Dr. Dan Beninson y el ing. Abel González en radioprotección. Y no quieras ver el funcionariado de trinchera: allá por los ´80, dentro del grupo volante de inspectores de instalaciones atómicas, el mayor grupo nacional era el argento.

Grossi pasó en 2010 a dirigir a partir las negociaciones del desarme nuclear de Irán, y logró un acuerdo en 2016, el JCPOA (en argentino: Plan de Acción Integral Conjunto), que el presidente Trump deshizo después de un codazo. Aquel prestigio a Grossi no se lo saca nadie, y con él ganó las elecciones para dirigir el OIEA en 2018. ¿Ahora les cae la ficha, R&R? Esto no habría sucedido sin el apoyo de la élite política argentina, al menos la no colaboracionista.

Coimas y cadáveres

R&R, es decir, Runza y Rivas, escapan a esas clasificaciones porque, según saben de tecnología, historia, diplomacia nuclear y redacción, no dan para élite. Al magister en Defensa lo define mejor su militancia contra INVAP, cuando esta firma quedó en 2004 al frente de la radarización del espacio aéreo argentino.

Los lobbistas de Raytheon, Thompson, Indra (y siguen las firmas) estaban furiosos con INVAP, pero se jodieron solitas. Al estrangularse unas a otras en juicios interminables por acusaciones de coima. Sólo lograron hacer fracasar dos licitaciones, la de Menem y la de De la Rúa.

INVAP literalmente tuvo que pasar caminando sobre los cadáveres. Fue el modo que el presidente Eduardo Duhalde actuó por necesidad, dado que en nacionalismo tecnológico mide en números negativos. Con el dólar alto, el país estaba colapsado de turistas en avión y había que radarizar a escape las rutas y terminales o comprarse un accidente. La primera propuesta de radar 2D de aeropuerto de INVAP cotizó a 1/3 de las ofertas anteriores de los oferentes de la OTAN, para iguales prestaciones.

Pero, entrevistado en las monografías sobre radarización de mis alumnos en los Talleres Federales de Periodismo Científico de 2007, Runza objetaba a INVAP como una empresa sin definición tecnológica, advenediza en el campo del control aeroespacial. Lo conocí de ese modo.

Y al menos en 2002, Runza habría tenido razón. Hoy INVAP tiene radarizadas las rutas aéreas y los aeropuertos del país, unificó con un diseño argentino el caos técnico de los radares de alerta de tormentas del Sistema Meteorológico Nacional, y viene desplegando sus unidades militares de alerta temprana, móviles y fijas, en fronteras y costas.

En materia militar además ya tiene un prototipo de radar de apertura sintética volando en un Pucará Fénix de la Fuerza Aérea, nuestro primer avión de control de grandes espacios, pero de bajo presupuesto. Y en 2021 y tras mucho penar en un mercado caníbal, INVAP logró su primera exportación (dos radares 3D a Nigeria).

Un Pucará Fénix con un “pod” de radar SAR de INVAP bajo el fuselaje. Parece una bomba sin aletas pero adentro tiene una pantalla de barrido lateral que puede sacar imágenes casi fotográficas de lo que hay en el aire, suelo y mar a distancia, sin importar si es de día, de noche, o llueva o brille el sol.

Su Graciosa Majestad y el águila imperial

Nada de esto le hace maldita la gracia a Su Graciosa Majestad, contra la cual en 1982 fuimos a guerra con todos los aviones de ataque sin radar, y con un único y vetusto Westinghouse AN/TPS-43 de vigilancia aérea en Puerto Argentino. Que por ser de origen OTAN, la Task Force a veces interfería, bloqueaba o engañaba sin sudar la camiseta. Y aun así les hundimos seis barcos.

Más de un lobbista frustrado de chatarra militar gringa y otras viudas de la OTAN, con y sin gorra, se tragan con lágrimas esa piedrita: hoy tenemos algunos buenos radares propios, no todos los necesarios, por supuesto. Hay incluso un par de apertura sintética de banda L en órbita en los satélites SAOCOM. Somos modestos oferentes en el mercado mundial.

No se debe confiar mucho en la grandeza argenta, pero menos aún en la modestia. No sólo el chiquitaje de la mentada alianza militar tomó nota de nuestros radares, sino el águila en la cima de ese tótem. Y el magister Runza, claro está. El enojo contra el átomo al parecer le dura. Y es que INVAP nació nuclear.

La presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, con el blindaje térmico del CAREM en IMPSA, Mendoza, antes de la llegada del componente a obra, en Lima, provincia de Buenos Aires.

Entiendo que él y Rivas desprecien, casi de pasada, al CAREM como un proyecto eterno. Tienen toda la razón, lo es. El CAREM se presentó por primera vez en 1984. Pero ya conté cómo nuestro presidente más genuflexo destruyó una “joint venture” INVAP-TAEK para venderlo “urbi et orbi”. Me falta relatar lo que hizo después nuestro presidente más mamerto.

En 1998 la CNEA tuvo presupuesto y una ley para construir el CAREM (la 25160). Pero entre 2000 y 2002 el ingeniero Jorge Lapeña, presidente de la CNEA nombrado por Fernando de la Rúa, agotó esa partida pidiendo sucesivos estudios de factibilidad del reactor. Como los informes siempre eran elogiosos, pedía otros. En 2002 dejó su cargo sin siquiera un inicio de obra y tras haberse patinado el presupuesto de construcción fijado por la ley en consultorías sucesivas, eso sí, todas favorables. Se fue de la CNEA en auto, no en helicóptero. Y sigue activo.

La obra del CAREM se inició con la excavación de cimientos recién en 2011, pero el presidente Mauricio Macri la paró a su propio modo: en 2016 la puso a pan y agua, junto al resto de la CNEA, y en 2018 la dejó sin un mango.

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De suyo, esta centralita tiene tres dificultades técnicas considerables: el diseño muy innovador y complejo de sus 12 generadores de vapor, el del recipiente de presión y el de las barras de control. Pero si hasta ahora es un proyecto eterno no es porque le falte tanta cocina técnica sino porque le sobran enemigos grandes. R&R, siempre hay lugar para pequeños.

Si la imitación es el mejor homenaje, el CAREM tiene ya cinco homenajes en EEUU, Corea y otros países rápidos de cascos que prácticamente lo fotocopiaron gratis. El peligroso en serio (para nosotros) es sin duda NuScale, un clon estadounidense interesantísimo del CAREM: viene con un embale institucional, financiero y comercial que da miedo.

NuScale tiene todo: aprobaciones regulatorias, subsidios federales, financistas privados, “siting” inicial en Idaho, constructoras poderosas asociadas y una cancillería competente que le logró más de una decena de memorandos de entendimiento de posibles compradores internacionales. NuScale tiene hasta resuelta la red de cooperativas de Utah, Idaho y Wyoming que comprarán la producción eléctrica del prototipo. Lo que no tienen es una obra. NuScale no existe.

Nuestro CAREM, al menos, volvió a avanzar bastante desde 2021 y se puede recorrer y tocar. Y no es imposible que, debido a esto, para los autodenominados americanos, los que quizás dan miedo (un poco) seamos nosotros. Conviene matarnos mientras somos chiquitos.

En eso están. Desde 1994, una larga serie de sabandijas y huevones sacó a la CNEA de su dependencia fundacional de Presidencia de la Nación, y del centro gravitatorio del Programa Nuclear Argentino. El papel más relevante hoy le cayó a NA-SA, por défault antes que por voluntad. Sucede que esa firma factura. No cuelga de un presupuesto que te sostiene como la soga al ahorcado, el eterno problema de la CNEA desde 1983.

En 2021 el CAREM volvió a avanzar en obra civil: algunas paredes de recintos no nucleares, pero muy reforzadas en varillas de acero, a espera de recibir hasta 6 tipos distintos de hormigonado.

Aunque a NA-SA le pagan sólo a U$ 46 el MW/h, eso le da caja y fondos de obra. Desde 2021 recuperó la dirigencia que terminó, contra viento, marea y pronósticos fúnebres de “expertos”, Atucha II. También logró retomar al menos 150 de los 200 ingenieros nucleares que entre 2014 y 2018 le dieron 30 años más de vida a la central nuclear cordobesa de Embalse, y que Macri echó a la calle, no fueran a repetir la hazaña.

Dije, en plan McArthur, que volvería sobre el tema de los salarios. Entiendo que a R&R y al GDA les parezca mal pagar sueldos de entre U$ 3000 y 2300, a dólar “blue”, a los ingenieros a cargo de algo más de 1000 megavatios nucleares cercanos al AMBA.

El problema: formar ingenieros atómicos insume 10 años de academia, mínimo, sin contar años de posgrados y de experiencia de obra. No nos sobran. Si con la feroz demanda mundial de energía nuclear hoy los ingenieros de NA-SA se van en tropel a EEUU o a la UE, como sucede con los de CNEA, hartos de ganar mal… ¿Uds. duermen sin frazada, estimados? ¿A 119 km. de las Atuchas? ¿No los intimida la perspectiva de un “emanación radioactivo” oriundo de “Nuecleoeléctrticaasolando a “este pobre gueto”?

Construir con saberes criollos

Hoy la CNEA le dio la obra civil del CAREM a NA-SA, para apurarla. Y ésta a su vez administra otros dos asuntos: uno, es el de la cuarta central, la Hualong-1 de la China National Nuclear Corporation. Como es venta “llave en mano” y máquina de uranio enriquecido, me entusiasma poco. Pero al Sr. Anthony Blinken, secretario del State Department, mucho menos: ese fierro viene de China. Y a EEUU una planta nuclear de ese origen en Argentina, país donde la Gran Democracia del Norte no logra vender ningún fierro nuclear desde los ‘50, le resultaría una derrota icónica.

Pero además esta dirección de NA-SA se rehúsa a ser una operadora boba de centrales alemanas, canadienses o chinas: con el regreso de José Luis Antúnez volvió al rol de diseñadora-constructora. Su objetivo de largo plazo es poner no una sino varias máquinas de uranio natural y tubos de presión (como Embalse) en nuestro país.

Embalse es una CANDÚ 6 canadiense. Pero la nuestra tendría muchas innovaciones y mejoras criollas, algunas de las cuales ya se incorporaron entre 2014 y 2018 a la segunda vida de Embalse. Otras implicarían rediseño desde fojas cero.

La tecnología de base la tenemos comprada desde 1974: Embalse la terminó la CNEA sin canadienses, porque se piraron del contrato, el combustible se hace aquí y somos dueños de la PIAP en Neuquén, hoy la mayor planta de agua pesada del mundo. Se juntan medio siglo de aprendizaje tecnológico, de inversión en uranio natural. Para alfombrar el país de clones mejorados y Nac & Pop de Embalse, tenemos la mesa servida.

Pero EEUU militó contra las CANDÚ desde tiempos de Henry Kissinger: no quiere un mercado de agua pesada, sustancia que consideran proliferante (justo ellos…). Por algo los autodenominados americanos ya lograron muchos atrasos y cierres de la PIAP, y tras haber intimidado y patoteado desde 1974 a la clientela natural de AECL para que no le compren más, aquella firma estatal canadiense, creadora de 49 CANDU en siete países, terminó cerrando en 2011 por falta de ventas.

Quedan cuatro países donde las CANDÚ todavía son opción. Lo son porque no les sobra el uranio y estas plantas pueden quemar también torio, cuatro veces más abundante, e incluso usar las veces que quieras uranio reciclado. Tres de esos países son China, Corea e India, el más activo. La India tiene un diseño CANDÚ propio y 16 centrales operativas, 7 en construcción y 8 planificadas.

El cuarto país con pretensiones CANDÚ vuelve a ser Argentina, desde agosto de 2021, cuando volvió Antúnez a NA-SA. Desde entonces, la firma amarroca cada chirolita que gana para diseñar los componentes de su quinta central. Que si Tata Dios nos guiña un ojo, no será yanqui ni China. India a su CANDÚ la llama IPHWR (Indian Pressured Heavy Water Reactor). Antúnez al modelo argentino lo llama “Proyecto Nacional”. Más cortito.

Juguemos al TEG diplomático, lector. Si Ud. fuera Tony Blinken y tuviera que eliminar el CAREM como competidor del NuScale, y de paso y cañazo sepultar de una maldita vez –al menos en Occidente- la tecnología CANDÚ, ¿no basurearía a NA-SA echando mano de un diario propenso a operetas de prensa y a “expertos” locales?

Sí, concuerdo, los hubo mejores.

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