Si por algo se caracteriza un campo de golf es por la afluencia de gente y porque la práctica del deporte suele ir acompañada de otras actividades afines. No es raro, por tanto, encontrar en torno a los campos de golf, hoteles, zonas residenciales de alto poder adquisitivo, centros comerciales, instalaciones de ocio, centrales eléctricas, carreteras de acceso, grandes áreas de aparcamiento… 

Todas estas infraestructuras nuevas ocupan una gran extensión de terreno, en la cual se hace más evidente el impacto ambiental: más entorno natural secuestrado y urbanizado, más afluencia de vehículos con sus consiguientes contaminantes, etcétera.

Es habitual escuchar que los campos de golf y las instalaciones asociadas repercutirán en el desarrollo económico de las localidades rurales donde se instalan. Sin embargo, los datos tampoco parecen acompañar ese discurso: la realidad es que los beneficios derivados del golf como actividad deportiva, de ocio, comercial, hotelera y turística son disfrutados tan solo por una minoría.

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