El cachorro óptimo

El entrenamiento de un perro guía comienza antes de su nacimiento. Los padres son cuidadosamente seleccionados por sus rasgos, teniendo siempre en cuenta sus antepasados para evitar problemas de consanguinidad. Con apenas con un mes de nacido, el cachorro es sometido a las primeras pruebas mediante evaluaciones de temperamento y de comportamiento.

Por un lado, se evalúa su temperamento pasivo, comprobando el tiempo que tarda en sentarse, tumbarse y pasar a posición de descanso cuando es ignorado. La evaluación mide el temperamento del cachorro en condiciones normales de silencio, y también con un ruido repentino externo antes de iniciar la prueba.

Otra prueba de evaluación está relacionada con el tipo de reacción —ladridos, saltos, encogimiento, erección del pelo…— y tiempo de acercamiento a un objeto que aparece de forma repentina. Se analiza también el nivel de distracción del cachorro al visualizar otro perro, factores como la frecuencia de los gemidos, ladridos, el movimiento de la cola, jadeos…

El cachorro que supera las distintas pruebas es acogido con dos meses de edad en una familia educadora, donde será entrenado básicamente para caminar con correa y con arnés, obedecer órdenes sencillas o seguir un horario para comer y hacer sus necesidades. El animal, en ese período, aprende a convivir con personas cercanas y extrañas, se acostumbra a los ruidos y sonidos a los que se enfrentará en su vida adulta.

Un duro adiestramiento para un noble propósito

Cuando cumplen entre 12 y 14 meses de edad, los perros ingresan en una escuela de adiestramiento, con personas distintas a las que les han educado hasta entonces, por lo que, de nuevo, la adaptación a este entorno nuevo y desconocido supone un filtro más.

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En la escuela les enseñan órdenes más específicas: caminar en el lado izquierdo, sortear obstáculos, señalar bordillos y escalones, evitar distracciones o esperar pacientemente cuando el dueño se detiene. Tienen que aprender, además, a comunicar los elementos del entorno de forma eficaz a través de su arnés.

En este proceso de aprendizaje se suelen aplicar los principios del condicionamiento operante, a base de recompensas y castigos. En general hay cuatro tipos de estímulo; refuerzos y castigos, y en cada caso, positivos y negativos. Los refuerzos, en general, buscan perpetuar un comportamiento deseado, a su vez, los castigos tratan de eliminar los comportamientos indeseados.

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