Inconvenientes para la vida

Pero supongamos que contamos con una galaxia adecuada, como nuestra propia Vía Láctea; eso no quiere decir que cualquier lugar sea apropiado para la aparición y mantenimiento de la vida. Así, es muy probable que las regiones cercanas al núcleo no sean habitables. Por un lado, porque los niveles de radiación provenientes del superagujero negro situado en el centro y de las regiones colindantes son tan elevados que hacen imposible la creación de moléculas complejas: en nuestro caso, el centro de la Vía Láctea emite una cantidad de radiación gamma (la más energética de todas las existentes) que es 250 000 veces superior a la que recibe nuestro planeta. Otro motivo es que en las regiones más céntricas de la galaxia la densidad estelar es muy elevada, lo que hace que los encuentros fortuitos entre estrellas sea mucho mayor. Cuando esto sucede, las órbitas de sus planetas se ven fuertemente afectadas por los tirones gravitacionales, lo que puede llegar a provocar cambios en su superficie o, con más probabilidad, climatológicos. En el caso más extremo el encuentro con otra estrella puede sacarlos fuera de órbita, lanzándolos al espacio interestelar. Un tercer elemento a tener en cuenta es que cuanto mayor sea la densidad de estrellas en una región, más probable es que una de ellas suficientemente masiva termine sus días como una supernova, el final más dramático que puede tener una estrella. En dos segundos, la estrella colapsa y explota, haciéndose tan brillante como todas las estrellas de la galaxia juntas: este final cataclísmico es capaz de afectar gravemente a cualquier planeta que se encuentre a menos de 30 años-luz.

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Todo lo dicho nos lleva a definir una esfera estéril alrededor del centro galáctico de, al menos, 10 000 años-luz de radio. Pero no es ésta la única región hostil para la vida. Las regiones muy alejadas del centro galáctico tampoco son apropiadas, por presentar una escasez significativa de elementos pesados -hierro, carbono, nitrógeno, níquel, magnesio…-, esenciales para la formación de planetas rocosos y, por supuesto, las moléculas de la vida. Y en el caso de galaxias espirales, la región de los brazos tienen una densidad de estrellas mucho más alta que en las zonas interbrazos (que es donde se encuentra nuestro Sol), por lo que nos enfrentamos al mismo problema de las colisiones entre estrellas que tenemos en el centro galáctico, aunque a una escala menor.

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