El amor, en todas sus formas, es una de las emociones humanas más poderosas. Pero ¿es el amor una experiencia unificada en nuestro cerebro, o existen diferencias según el tipo de amor que experimentamos? Un reciente estudio publicado en Cerebral Cortex por Pärttyli Rinne y sus colegas ha abordado esta pregunta desde una perspectiva neurocientífica, donde investigan cómo distintos tipos de amor activan diferentes áreas cerebrales. El estudio, titulado «Six types of loves differentially recruit reward and social cognition brain areas», ofrece una mirada fascinante a cómo nuestro cerebro procesa el amor en sus variadas manifestaciones.
Un estudio relaciona diferentes áreas del cerebro con los distintos tipos de amor. Fuente: ChatGPT / Eugenio Fdz.
Los seis tipos de amor
El equipo de investigadores estudió seis tipos de amor: amor romántico, amor hacia los hijos, amor por los amigos, amor por los desconocidos, amor por las mascotas y amor por la naturaleza. Utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), los científicos observaron la actividad cerebral mientras los participantes escuchaban historias diseñadas para evocar cada tipo de amor. Este enfoque permitió a los investigadores mapear cómo diferentes áreas del cerebro responden a las distintas formas de amor.
La imagen representa un promedio estadístico de cómo diferentes tipos de amor activan distintas regiones del cerebro. Foto: Pärttyli Rinne et al 2024, Universidad de Aalto.
Según los autores, «las áreas de actividad neural durante un sentimiento de amor dependen de su objeto«. Este hallazgo hace tambalear la noción común de que el amor es una emoción unificada, es decir, sugiere en su lugar que cada tipo de amor tiene su propia firma neural. Por ejemplo, el estudio encontró que «el amor interpersonal reclutó las áreas de cognición social del cerebro en la unión temporoparietal y las estructuras de la línea media significativamente más que el amor por las mascotas o la naturaleza».
El poder del amor romántico y del amor parental
Los resultados del estudio mostraron que el amor romántico y el amor parental activan de manera más intensa el sistema de recompensa del cerebro, incluyendo regiones subcorticales como el núcleo accumbens y el área tegmental ventral. Estas áreas están asociadas con el placer y la motivación, lo que sugiere que estos tipos de amor están profundamente arraigados en nuestra biología evolutiva. Como indican los autores, «el amor en los vínculos afiliativos más cercanos se asoció con una activación significativamente más fuerte y extendida en el sistema de recompensa del cerebro que el amor por desconocidos, mascotas o la naturaleza».
Los colores cálidos indican áreas que se activaron más fuertemente con las historias de amor que con las historias de control. Fuente: Estudio original
Este hallazgo es consistente con estudios anteriores que han vinculado el amor romántico y maternal con la activación de redes de apego y recompensa en el cerebro. Sin embargo, el estudio de Rinne et al. va más allá al mostrar que la intensidad de la activación cerebral varía en función de la cercanía del vínculo afectivo.
Amor más allá de lo humano: amigos, mascotas y naturaleza
El estudio también exploró cómo el cerebro responde al amor por amigos, desconocidos, mascotas y la naturaleza. El amor por los amigos, aunque cercano, activó áreas del cerebro de manera menos intensa que el amor romántico o parental. Según el estudio, «el amor por los amigos activó el giro frontal medio, la corteza orbitofrontal, el precúneo y el cerebelo, pero estas activaciones fueron menos extendidas que en el amor romántico o parental«.
La relación entre humanos y animales puede ser casi tan fuerte como la que se forma entre personas. Fuente: Mindjourney / Eugenio Fdz.
En cuanto al amor por las mascotas, el estudio encontró que este tipo de amor activa regiones similares a las de las relaciones humanas, pero de manera menos intensa, especialmente en personas que no son dueñas de mascotas. Esto sugiere que la relación entre humanos y animales puede ser casi tan fuerte como la que se forma entre personas, pero está influenciada por la experiencia personal con las mascotas.
El amor por la naturaleza, por su parte, mostró un patrón de activación cerebral distinto. Activó la corteza parahipocampal, una región del cerebro relacionada con la percepción del entorno, lo que indica que la conexión con la naturaleza es única y tiene su propio espacio en nuestra neurobiología. Este tipo de amor no activó las áreas típicamente asociadas con la cognición social, lo que sugiere que se trata de una forma de amor menos interpersonal y más abstracta.
Una comprensión más profunda del amor
Los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones para nuestra comprensión del amor. Muestran que el amor, aunque es una experiencia universal, no es una emoción monolítica. En cambio, es una serie de experiencias distintas que se manifiestan de diferentes maneras en el cerebro, dependiendo del objeto de nuestro afecto.
Además, estos hallazgos nos invitan a reconsiderar cómo definimos y experimentamos el amor. Desde el amor profundo y biológicamente arraigado por nuestra pareja o nuestros hijos, hasta la tranquilidad y conexión que sentimos con la naturaleza, cada forma de amor tiene su propia huella en nuestro cerebro.
Este estudio también puede tener aplicaciones prácticas. Por ejemplo, una comprensión más detallada de cómo el cerebro procesa diferentes tipos de amor podría ayudar a desarrollar nuevas terapias para problemas relacionados con el apego y las relaciones interpersonales. Además, podría ofrecer nuevas perspectivas sobre cómo fomentar relaciones más saludables y significativas, tanto entre personas como con el mundo natural.
La influencia del contexto cultural en el amor y el cerebro
Un aspecto relevante a considerar en la investigación del amor y su impacto en el cerebro es el contexto cultural en el que estas emociones se experimentan. Aunque el estudio de Rinne y su equipo no se centró directamente en este tema, la literatura científica sugiere que las normas culturales pueden influir en cómo se experimenta el amor y, por lo tanto, en cómo se manifiesta en el cerebro.
Las normas culturales pueden influir en cómo se experimenta el amor y, por lo tanto, en cómo se manifiesta en el cerebro. Fuente: ChatGPT / Eugenio Fdz.
Diferentes culturas tienen formas variadas de conceptualizar y expresar el amor, lo que podría implicar que las respuestas cerebrales al amor también varíen según el contexto cultural. Por ejemplo, en culturas donde el amor romántico se enfatiza menos que las relaciones familiares o comunitarias, es posible que las áreas del cerebro activadas durante la experiencia del amor difieran en comparación con culturas que valoran altamente el romanticismo.
Este es un campo de estudio emergente en la neurociencia que sugiere que futuras investigaciones podrían indagar más a fondo cómo las normas culturales influyen en la neurobiología del amor. Entender estas diferencias podría no solo enriquecer nuestra comprensión del amor como una emoción humana universal, sino también proporcionar puntos de vistas valiosos sobre cómo diferentes contextos sociales y culturales pueden modelar nuestras experiencias emocionales más profundas.
Referencias
- Rinne, P., Lahnakoski, J. M., Saarimäki, H., Tavast, M., Sams, M., & Henriksson, L. (2024). Six types of loves differentially recruit reward and social cognition brain areas. Cerebral Cortex, 34(8), bhae331. https://doi.org/10.1093/cercor/bhae331