Así se ensucia el pelo

A medida que va creciendo, esa grasa líquida solidifica formando escamas que se aferran al cuero cabelludo y lo ponen cada vez más tieso, por eso al pasar los dedos por el pelo lo notamos rígido y grasiento. Además, esos paquetitos de grasas son como imanes para diferentes elementos que flotan en el aire: polvo y suciedad, fragmentos de insectos microscópicos, moléculas odoríferas -al parecer, las moléculas de nitrógeno procedente de cebollas cortadas tienen una especial predilección por unirse a la grasa del cabello, lo mismo que restos del humo de los cigarrillos-, hollín, polen… De este modo cada cabello de nuestra cabeza se comporta como uno de esos pegajosos atrapamoscas: en el caso de que el cabello mida 23 cm y tenga unos 90 000, significa que hay un poco más de 20 kilómetros de atrapaporquería en la cabeza, que en dos días llevará pegada unos 15 gramos de suciedad. Si no se lavara el pelo en todo un año el nivel de porquería alcanzaría los 3 kilos y en diez años habría acumulado el peso equivalente a un ser humano.

Por eso es tan importante lavarse la cabeza. Si nos fijamos, los anuncios de champú nos prometen limpieza y belleza para nuestro cabello al mismo tiempo que nos enseñan una cabellera envuelta en espuma. Sin embargo, la espuma no limpia. Los fabricantes la incluyen porque muy pocos compraríamos un champú que no hiciera espuma. En realidad la limpieza corre a cargo del detergente que contiene, que es el 15% del contenido del bote de champú. Su labor es bien simple: arrancar las placas de grasa y suciedad agarradas al pelo.

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