El extraordinario triunfo de los mamíferos fue el resultado de una serie de adaptaciones extremadamente exitosas, como la regulación interna de la temperatura, que les permitió no solo colonizar todos los ambientes disponibles sino adoptar hábitos nocturnos imposibles para reptiles y anfibios. Y aún más, tener una temperatura constante dentro del cuerpo proporciona de forma continuada las condiciones óptimas de trabajo a las células. El control de los nuevos ecosistemas también fue posible gracias a una mejora en los órganos de los sentidos y en el desarrollo de un sistema digestivo eficaz, que disminuía el tiempo de digestión e incrementaba el nivel de aprovechamiento de los alimentos. El pelaje también fue algo muy importante para los primeros mamíferos porque les ayudaba a mantener el calor corporal.

Una innovación evolutiva más les dio la capacidad para mantener un ritmo de actividad alto: el corazón de cuatro cámaras, cuando el de los reptiles solo tiene tres. Esta subdivisión extra significa que la sangre rica en oxígeno proveniente de los pulmones no se mezcla con la que regresa del resto del cuerpo antes de que el corazón la bombee a las células. De este modo las células reciben de forma constante grandes cantidades de oxígeno para poder así mantener una tasa metabólica elevada.

Los dientes de los mamíferos también les proporcionan una ventaja evolutiva. Al contrario que otros grupos de animales, cada mamífero posee un número diferente de dientes en su boca, y los tipos varían de especie a especie. Los seres humanos, por ejemplo, tenemos incisivos, caninos y molares, cada uno con su función bien definida que nos permite comer un amplio espectro de alimentos.

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Sin embargo, la principal característica que permitió a los mamíferos hacerse rápidamente con cualquier hábitat estaba dentro de sus cabezas. Primero, el sofisticado y preciso sistema de audición que poseen. Los primeros mamíferos desarrollaron los huesecillos del oído medio (martillo, yunque y estribo) a partir del maxilar inferior. Como ha dicho Zhe-Xi Luo del Museo de Historia Natural Carnegie en Pittsburgh, “los reptiles presentan una mandíbula llena de huesos auditivos de mamíferos y los mamíferos presentan un oído lleno de huesos mandibulares de reptiles”. Gracias a ello se hicieron más sensibles a un rango auditivo mucho mayor. Es más, los fósiles muestran también una mejora del olfato y del resto de los otros sentidos, incluyendo la aparición de un bigote altamente sensible. Este exceso de información procedente del exterior requería un mayor cerebro, que los mamíferos usaron tanto para mejorar su percepción como para incubar una incipiente inteligencia, cuyo epítome somos los seres humanos.

Una vez que los mamíferos se convirtieron en la especie dominante del planeta, nunca dejaron de serlo. Claro que, como ha demostrado la historia de la vida en la Tierra, un día terminará su reinado. Hasta entonces, veremos si aguantan más que los dinosaurios

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