Con el paso del tiempo la ubicación de la tumba de Arquímedes se perdió pero siglos más tarde, Cicerón, en sus Disputaciones Tusculanas (un intento de popularizar la filosofía griega entre los romanos), relata como ayudó a los siracusanos a encontrar la tumba perdida: “Siendo yo cuestor, logré descubrir su sepulcro, desconocido para los Siracusanos, y cuya existencia ellos negaban, que estaba rodeado y cubierto por completo de zarzas y matorrales. Yo conservaba en mi memoria unos breves senarios [sistema en el que los números se representan usando solo del 0 al 5], […] que indicaban que encima del sepulcro se había colocado una esfera con un cilindro. Mientras yo estaba recorriendo con la mirada toda la zona, reparé en una columnita que apenas se elevaba por encima de los matorrales, en la que había la figura de una esfera y un cilindro”.

A pesar de los esfuerzos de Cicerón, la tumba se volvió a perder, pero no su memoria. Algo que se celebra cada cuatro años, cuando se concede las Medalla Fields, el máximo galardón de la comunidad matemática internacional: en ella se encuentra su efigie y el cilindro y la esfera. 

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