Puede parecernos sorprendente, pero el robo de partes de personajes famosos ha sido algo habitual a lo largo de la historia. Un ejemplo los tenemos en el cráneo del compositor Joseph Haydn, que fue robado para estudiarlo desde el punto de vista de la frenología, una pseudociencia muy de moda en el siglo XIX que suponía que la personalidad podía deducirse de la forma del cráneo. Tras una serie de peripecias, con cambiazo incluido, un cráneo que no era el del músico acabó en su tumba en 1820 y finalmente en 1954 el verdadero pudo descansar junto a su cuerpo. Pero el falso no se sacó, convirtiendo la tumba de Haydn en algo único: contiene un cuerpo y dos cráneos. En 1918 seis miembros de la sociedad secreta Skull and Bones de la Universidad de Yale profanaron la tumba del famoso líder de los apache Geronimo y se llevaron su cabeza, que no ha vuelto a aparecer, como tampoco lo ha hecho el de la famosa Mata Hari, Margaretha Geertruida MacLeod-Zelle, fusilada por los franceses por espía durante la Primera Guerra Mundial. Después de su muerte, su cuerpo fue enviado al Museo de Anatomía de París que exhibía una colección de más de 5.000 cráneos y otras partes del cuerpo de criminales famosos: de allí voló su cabeza.

También desaparecen cerebros, como el del trigésimo quinto presidente de EE UU, John F. Kennedy. Después de la autopsia, el cerebro lo colocaron en un tarro de acero inoxidable y se almacenó bajo llave en un archivador de la Oficina Ejecutiva del presidente. En 1965 se trasladó -junto con otros restos como secciones histológicas y frotis sanguíneos- a los Archivos Nacionales por petición de su hermano, Robert Kennedy. El 31 de octubre de 1966 se descubrió que el cerebro y todo el material biológico habían desaparecido

Mirá También:  Las razas humanas no existen
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