Hay infinidad de datos duros venidos de todo el mundo que respaldan la necesidad de suspender las clases presenciales en picos de pandemia, mientras se toman otras medidas estrictas. Esas muchas razones, sin embargo, chocan contra el muro de la posverdad y de la politiquería de cuarta. Cómo les puede ir a los ex amigos Alberto y Horacio en medio de tanta sinrazón y cacerolazo porteño. (Foto de apertura: Claudia Conteris).

Uno de los mejores aportes que pudo leerse en estos días en torno del debate sobre la vuelta o suspensión de las clases presenciales no provino de alguien posicionado de un lado u otro de la grieta, sino de un profesional que justamente se propuso discutir el asunto superando la grieta. Se trata de Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, presidente del Consejo Nacional de Calidad de la Educación del Ministerio de Educación de la Argentina, master en Ciencias Sociales, autor de trece libros sobre temas de política educativa entre otros laureles.

Rivas se tomó el trabajo de repasar una cantidad inmensa de papers, experiencias y material científico publicado en todo el mundo. El resultado es una catarata de datos apabullante. Se los puede leer acá: https://udesa.edu.ar/medios/clases-presenciales-la-explicacion-sin-grieta-que-hizo-un-experto-sobre-contagios-en-escuelas. O también, en una versión más extensa que publicó Página/12: https://www.pagina12.com.ar/336580-la-escuela-no-contagia-las-20-verdades-sobre-las-clases-pres. Es curioso que pese a los convenios de intercambio que existen entre el Grupo Clarín y la Universidad de San Andrés, los medios del grupo no mencionaron los extensos hilos de tuits de Rivas, o el que escribe no los vio/ escuchó.

La conclusión más importante a la que llega Rivas es que “cerrar escuelas es la segunda medida con más impacto para disminuir contagios”. ¿Por qué la segunda y no quizá la primera? Porque el cierre de escuelas debe operar en el marco de una variable mayor: cuarentenas más estrictas que impliquen el cierre de bares, diversos modos de toques de queda, baja circulación. “El que mejor logró esto –apunta Rivas- muestra alto impacto en reducción de contagio y muertes”.

Rivas repasó las medidas tomadas contra la pandemia en más de 200 países y un estudio de la revista The Lancet, realizado en 131 países, que “muestra que el cierre y apertura de escuelas tiene un alto impacto disminuyendo y aumentando el COVID”. Un tercer estudio habla de un “alto impacto de reducción de contagio con cierre de escuelas en EE.UU.”. Y lo mismo corre para Francia, Inglaterra, Alemania, Portugal, Chile, Uruguay, Israel. México, Brasil y casi toda América Latina “mantuvieron cierres casi constantes desde 2020” (una de las excepciones es Cuba, pero porque saben cuidarse de otro modo).

En resumen, Rivas resalta que no logró “encontrar ningún sistema educativo nacional o subnacional que haya mantenido escuelas abiertas con más de mil casos cada 100 mil habitantes por semana (como ocurre en CABA ahora). Agradecido si lo encuentran”.

A esta altura el que escribe debería aludir, previsible, a que las conclusiones de Rivas, escritas con enorme prudencia, van a contramano de lo que hacen Rodríguez Larreta o de lo que gritan la oposición y los medios de la derecha. El que escribe no debería hacerlo, pero lo hace, y hay muchos datos más.

Alerta spoiler crepuscular: los datos duros, científicos, rigurosos, en estos tiempos, parecen poca cosa para discutir y hacer política (sanitaria y general) en serio.

Los niños: ni únicos ni privilegiados

Hace pocos días circularon unos cuadros sobre el aumento de casos del COVID en Capital Federal a partir del reinicio de clases. Los cuadros fueron reproducidos en el portal agendar.web, científicamente riguroso. El primero de esos cuadros muestra la evolución comparada del COVID comunitario y escolar en CABA desde la reapertura de clases. En el primer mes de clases hubo en CABA 20.439 casos totales. Entre ese total, 1215 se produjeron en las escuelas. Menos del 6%. Pero en el segundo mes de clases los contagios porteños pasaron a ser 45.675. 5006 de ellos se produjeron en las escuelas. Casi el 11% de los contagios.

Segundo cuadro. El promedio de multiplicación de contagios en CABA fue de 3,8. Pero cuando se toma en cuenta la tasa de multiplicación entre la población de chicos de 13 a 17 años el número crece a 5,6. Y cuando se pasa a los más chiquitos, de entre 6 a 12 años, sube a 6,2.

Pero no, “los chicos no se contagian”, “las aulas no contagian”.

Tres alertas sobre lo que está sucediendo en torno al comienzo del predominio de la cepa P.1 o Manaos en el contagio porteño:

“1) No sólo infecta, sino que enferma a los chicos y adolescentes.

2) Es reinfectante. Haberse curado de un COVID de otras cepas más benignas no da una gran protección.

3) Es 2,5 veces más contagiosa que las cepas más parecidas a la cepa de Wuhan”.

A estos cuadros habría que actualizarlos en breve para una mejor comprensión y seguimiento. El gobierno nacional los tiene, el de Larreta no sabemos.

La variable “súpermasiva”

En un video que realizó para discutir mejor lo que está sucediendo con las clases presenciales, el médico Oscar Atienza, profesor en Medicina y Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba, tras repasar el pico de casos producido por las fiestas de fin de año, traza un matiz interesante cuando dice que bares, restaurantes y fiestas clandestinas no son exactamente la causa del crecimiento de los contagios, pero sí un factor crucial en el sostenimiento de una base estructural de infecciones en la línea de tiempo.

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Luego se pregunta por el “evento” que produjo la multiplicación de casos a partir de la primera semana de marzo. Ese evento, dice, debería cuadruplicar la cantidad de gente que se moviliza en los fines de semana largos (lo que equivaldría a entre diez y doce millones de personas). Debería ser además un evento que además se prolongue en el tiempo a lo largo de muchos días, de manera sostenida. Hasta que el médico va llegando a una conclusión. Ese evento “supermasivo” no fue climático (el frío) y se produjo a escala nacional (en todas las provincias).

Única explicación posible: lo que irrumpió fue el inicio de las clases: un potencial 20 a 22 millones de personas circulando contando pibes, padres, docentes, auxiliares. Son 10 a 12 millones –la mitad de la masa potencial de gente circulando- porque se supone que en las aulas se trabaja “en burbujas”. Contra lo que sucede en los bares (permanencia de media hora promedio de distintas personas) en las aulas los pibes conviven cuatro horas, más bien quietitos, respirándose en las mismas caritas quietas. Por solo acudir a escuelas o colegios se rompen las otras burbujas familiares “y la escuela se convierte en un gran dispensador del virus”.

“No hay dudas que esa es la variable” que produjo la multiplicación de casos, dice Atienza. El escenario más peligroso –alerta el médico- aún no se presentó. Será peor cuando llegue el frío y circulen más las cepas más odiosas del COVID.

También la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva realizó un estudio nacional que involucró a 163 unidades de cuidados intensivos públicas y privadas (representando un total de 3.332 camas). Más allá de que el informe habla de una riesgosísima tasa de ocupación de camas de terapia intensiva del 90% en el país y de 95% en el AMBA –de nuevo, escenario de colapso- , un dato crucial fue, otra vez, el de la disminución evidente del promedio de edad de los pacientes internados: 53 años. A eso se suma la noticia reciente de los diez niños internados con cuadros de COVID-19 en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, en CABA. Dos de los niños están en terapia intensiva, presentaban enfermedades preexistentes.

Cuando la mentira es la verdad

Todos los datos duros acumulados hasta aquí –y faltan infinitos- en realidad muestran algo que es de sentido común: a más circulación y exposición prolongada (en este caso entre niños, entre niños y docentes y no docentes, entre niños y sus familias), más riesgo de expansión del virus.

Pero sucede eternamente lo que sabemos: ni los datos científicos, ni el rigor, ni el sentido común, ni las denuncias permanentes de los docentes alcanzan a dar batalla a favor de las mejores políticas sanitarias posibles y en contra del negacionismo. Han sucedido barbaridades bolsonarianas en Argentina –marchas anticuarentena, marchas antivacuna, conspiranoicos, incredulidad ante el virus, “infectadura”, comentarios críticos y cínicos contra “la vacuna rusa”- sin que de esa experiencia acumulada quede registro, memoria, aprendizaje. O sí queda algo de eso –la mayoría de la sociedad se está cuidando mucho en esta segunda ola- pero por las barbaridades asesinas dichas por Macri, Patricia Bullrich o las políticas politiqueras de Horacio Rodríguez Larreta aparentemente no se paga costo alguno. Jamás ellos o los medios hegemónicos dirán “Metimos la pata con las marchas en el obelisco, diciendo infectadura, denunciando inoculación de comunismo vía Sputnik V”.

Como en tantísimos planos de la realidad, a la tragedia humana, social y económica de la pandemia se le suma la tragedia de la posverdad. Las cataratas de datos duros parecen servir de poco, no ablandan los corazones de los villanos, no son atendidas –porque no les llegan mediáticamente o porque las patean a la tribuna- por aquellos sectores sociales ganados por el odio, la ceguera, el fanatismo.

Sin embargo, hasta el portal de La Nación publicó un estudio de Managment & Fit –cercano al macrismo, acaso constituyente del macrismo- donde quedaba claro que los ya vacunados van viendo con más simpatía la gestión del gobierno ante la pandemia. Eso es síntoma de otros síntomas: mucha gente en la calle usando el bendito barbijo del Conicet, más el invento argentino de la fabricación de barbijos Conicet truchos. O gente que se queja de los incumplidores de los cuidados y de los negadores. A la hora de escribir estas líneas, las vacunas están llegando mejor, y el sonriente empresario Marcelo Figueras –ex socio en el proyecto fallido del diario Crítica de la Argentina, el de Jorge Lanata- anuncia de pronto con el gobierno que la Sputnik, la mejor de las vacunas y la más querida luego de ser ninguneada, se fabricará en el país a partir de junio.

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(Interruptus: acaba de llegarme por uasap la hermosa noticia de que a mi hermano de 67 años ¡al fin! lo vacunan en CABA en dos días. Evidente logro de la gestión nacional derivado de la llegada de nuevas vacunas)

Hay una batalla entonces que se juega entre la posverdad macrista, hegemónica o larretiana y el ritmo de vacunación a que pueda llegar el gobierno nacional, que parece acelerarse. Si es por la heroica lucha (y honda preocupación) del gobierno de la ciudad por sostener las clases presenciales, todo es un juego de simulacros dentro de simulacros, como cajas chinas, como esferas (o burbujas) dentro de esferas.

Simulacro 1: el gobierno de la ciudad simula que le importa la educación, pese a la baja de presupuesto para el sector, los malos salarios docentes, el descuido de la infraestructura, la no entrega de notebooks, la desidia que parece deliberada en su vacunación (¿cuántos muertos llevamos entre docentes porteños?). Simulacro 2: las clases presenciales funcionan, cuando nadie sabe qué nivel de calidad tienen tales clases y cuando las virtuales nunca se interrumpieron. Simulacro 3: las “burbujas” son según el larretismo como escudos cedidos por Zeus que protegen divinamente a los pibes y docentes (pero las burbujas van cayendo, una a una, y los contagios van a casa y a la calle). Simulacro 4: si los docentes no fueron vacunados todos “es porque el gobierno no nos proporcionó la cantidad de vacunas necesarias”. ¿No será que las distribuyeron mal? Simulacro 4: sea como sea, dice Larreta: “Nosotros nos manejamos con datos”. Datos que manipulan o engañan, mientras el gobierno porteño no controla ni fiestas clandestinas, ni superpoblación de mesitas de bares en las veredas, ni bares llenos de pibes sin barbijo por las noches. Ni fiestas clandestinas.

Mentiras de Larreta: el 16 de abril pasado la colega Sibila Camps –buena conocedora de temas de salud pública- escribió este posteo: “Ayer, Rodríguez Larreta dijo que se estaban haciendo cerca de 20.000 testeos por día, y que el total de testeos desde que empezó la pandemia ronda los 3 millones, cerca de un testeo por habitante. Vengo monitoreando -y anotando- las cifras oficiales desde fines de agosto, y jamás se llegó a esa cifra. El promedio diario viene siendo de entre 8.000 y 9.000, con un pico de 15.805 el 8 de abril. Precisamente la cifra de testeos de ayer es la más baja en varias semanas: 6.314. Y el total de testeos apenas supera los 2 millones. Eso sí, la tasa de positividad es de casi el 25%, lo que significa que, en este momento, una de cada cuatro personas que se testean en CABA tiene COVID-19. Aclaración, por si no se comprendiera el color amarillo: por ‘cifras oficiales’ me refiero a las del propio Gobierno de la Ciudad”.

Otro peligro. Nadie, pero nadie, sabe además qué puede pasar a futuro con los pibes más chicos que contrajeron la COVID, algunos con el sistema inmunológico recién estrenado. Nadie lo sabe porque el virus es un bicho maldito que causa múltiples, muy jodidas, imprevistas y todavía desconocidas patologías pulmonares, cardíacas, incluso cerebrales. Se está jugando con eso también.

La guerrita judicial

Hasta aquí no se dedicaron palabras en torno de los conflictos judiciales generados a partir de la decisión nacional de suspender las clases presenciales por una primera razón: más de lo mismo, repetición enésima. Ya hace demasiados años que la política argentina se judicializa (al punto que Chacho Álvarez, con lucidez y buenos argumentos discutía el asunto). Si hay que creer algo en “las instituciones” y el rol del Poder Judicial (y un poco creemos), lo cierto es que estamos fritos. Sistema judicial absolutamente desprestigiado ante la sociedad, porción generosa de magistrados mercenarios, cagones o conservadores, legiones puestas por el macrismo, crisis del estado de derecho. Las guerritas entre competencias tienen, junto a su legitimidad y los argumentos sólidos u horrorosos que exponga cada cual, mucho del jueguito infantil, pobre, miserable, a menudo escaso de argumentos. El mismo de una eventual pelea entre Viviana Canosa y algún colega K exaltadito. TN vs C5N. Juez porteño macrista versus juez federal.

A eso se suma otro gran macanón en el funcionamiento de nuestra “Justicia”. A la primera de cambio y con el primer caprichito, todo es tildado de autoritario y “anticonstitucional”. A la primera de cambio todo –pero todo- va a parar a la Corte Suprema.

Pregunta anexa: ¿puede un juez, una personita sola, meterse con las políticas sanitarias de un gobierno en medio de una pandemia asesina?

Todo esto tiene su correlato paralelo con los cacerolazos (siempre acompañados del adjetivo “ruidosos” en los medios de la derecha). Hace un par de días a este cronista se le ocurrió un posteo de humor dudoso que no concretó, pero que recrea ahora –con perdón- para hablar de estas guerritas judiciales-mediáticas-caceroleras.

Le falta sal. Pum. Cacerolazo. Corte Suprema.

Ladra el caniche del 5° A. Pum. Cacerolazo. Corte Suprema.

A Cristina se le corrió una media. Pum. Cacerolazo. Corte Suprema.

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Leve pedo en el 23 C. Pum. Cacerolazo. Corte Suprema.

Todo el quilombo que se armó por las solemnes clases presenciales, ¡¡por solo diez días de suspensión”.

Horacio y Alberto

Varias veces en este espacio el que escribe ha sostenido (con notoria obviedad) que el futuro del gobierno y el resultado de las próximas elecciones dependerán de dos variables: COVID/ ritmo de vacunación y recuperación económica, una que impacte mejor en los sectores populares, cosa que no está sucediendo, o que lo hace a cuentagotas (construcción, changas, la gastronomía cuando no hay restricciones).

Si es por el ritmo de vacunación las cosas se están presentando algo mejor y no queda muy claro en las encuestas qué le conviene al gobierno: si endurecerse a solas pagando los costos (cantidad de gobernadores arrugaron a la hora de apoyar a AF, aunque algunos de ellos ahora amenazan con nuevas restricciones), si hacerse el boludo, si dejar hacer. El gobierno eligió un camino de endurecimiento a medias, algo entendible y –seguro- mucho más virtuoso que la nada negadora que propone la oposición, o la gestión misma de Rodríguez Larreta. Como siempre, uno extraña horrores y sufre hasta lo indecible por la falta de mejor contundencia y datos reveladores por cada intervención del presidente y otros funcionarios (¿cómo carajo sucede que nadie le acerque un papelito si la información contundente sobra?). La posibilidad de extender las nuevas restricciones está en el aire y no parece que el grueso de la sociedad esté en contra, salvo ciertos sectores porteños o cierto estilo cordobesiano.

La pregunta que surge del escenario cultural-político capitalino se repite: ¿cuánto irradia al país lo que sucede en la ruidosísima vidriera porteña? ¿Cómo le va a Larreta al respecto en las provincias? ¿Trasciende? ¿Se afirma? ¿Resulta un pelado ajeno en las provincias?

Conjeturas sobre Larreta, buen político. Acorralado por los gurkas del macrismo esta vez optó por su propio endurecimiento político, aunque hable de diálogo. Apostó por sostenerse en los odiadores duros y no por abrirse a los semiblandos, que es lo que necesita, sobre todo de cara a las elecciones nacionales. Puede que haya metido la pata. Puede también que, si los números de la pandemia empeoran en Capital, pague el costo.

La derecha sabe de este escenario peligroso y ya sabemos que está dispuesta a lo más horroroso. De hecho, viene haciendo lo más horroroso: ningunear la pandemia, ningunear la vacuna rusa, militar por la muerte. La derecha sabe que, si el gobierno sale más o menos bien parado en materia económica y pandémica puede perder mal las elecciones próximas, con el Frente de Todos obteniendo mayorías en el Congreso.

Están dispuestos a lo peor y eso es lo que se lee de infinitas maneras, pero también en el breve diálogo que mantuvieron Marcelo Longobardi y Jorge Lanata en un pase radial de Mitre que circuló en las redes.

Aunque Lanata se haya vestido de vedette en el Maipo, aunque se vista con trajes payasos, aunque haya intentado convertirse en un Tato Bores de cuarta en su programa de varieté, esta vez, con Longobardi, puso voz gruesa, solemne, en modo estadista.

Fue más o menos así, por momentos como si hablaran desde la centroizquierda:

Longobardi: Mi preocupación es que ciertos niveles estrafalarios de pobreza estructural hacen cortocircuito con una vida democrática plena. La democracia no es para cualquier país. La democracia requiere de estándares de igualdad económica, de bienestar, de igualdad, de estabilidad, de falta de griterío, de una serie de cuestiones que no están dadas en la Argentina.

(Lanata lo mira con cara de muy muy muy serio)

Longobardi: Lamentablemente algún día en la Argentina vamos a tener una sorpresa. Porque vamos a tener que reformatear la Argentina de un modo más autoritario para poder manejar semejante descalabro.

Lanata (re espontáneo, dale al rating): Es fuerte lo que dijiste. Hay que discutirlo.

Longobardi: ¡Bueno, mirá Venezuela!

El diálogo entre ambos hizo recordar a este cronista el día en que con amplia sonrisa Mariano Grondona preguntó “¿Llegó la hora de los tanques?”. Y luego a otras cosas: que en la última dictadura justamente los genocidas decían que la sociedad argentina debía demostrar ciertas capacidades o virtudes para ganar la democracia. Hay también un librazo de Oscar Oszlak que se llama Merecer la ciudad (1991), cuyo título está inspirado en una declaración pública del último intendente de facto, Guillermo del Cioppo, que hablando como titular de la Comisión Municipal de la Vivienda acerca de la erradicación de las villas porteñas dijo “Hay que merecer la ciudad para vivir en ella”.

Del Cioppo, antes asesor del gobierno de la Libertadora, fue el sucesor del intendente Osvaldo Cacciatore, de quien Mauricio Macri habló siempre maravillas. No conocemos declaraciones al respecto del Pelado Larreta. Pero sí que a la hora de erradicar las villas ambos, Cacciatore y del Cioppo, usaron con enorme frecuencia argumentos sanitarios, tratando a sus pobladores como focos de infección, tuberculosis y sífilis.

 

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