Así como las “calificadoras  de riesgo” tuercen números –o pifian- para favorecer ciertos intereses, la organización Transparencia Internacional (TI) hace algo parecido al presuntamente “medir la corrupción”. Los medios toman sus opiniones como a la de jueces sagrados. TI fue clave en la operación ‘Lava Jato’ contra Lula, allanando el camino a la extrema derecha.

Llegó el momento en el que hasta la oenegé alemana Transparencia Internacional (TI), cuyo ranking de países corruptos es la referencia para medios grandes y pequeños, tuvo que decir basta para proteger su credibilidad. TI era una de los garantes más importantes de la investigación anticorrupción en Brasil conocida como ‘Lava Jato’. Colaboraba estrechamente con Sergio Moro, el juez que encabezaba la investigación desde sus oficinas en Curitiba y sentenció a Lula a nueve años de cárcel en el año electoral de 2018, tras un juicio posteriormente anulado por graves irregularidades. Moro solía dejarse fotografiar con un manual anticorrupción de TI debajo del brazo.

También el inimitable Deltan Dallagnol, el fiscal evangélico que se recordará en los catálogos de charlatanes por aquel famoso PowerPoint en el que identificó a Lula como “cabeza de la trama de corrupción más grande de la historia”, solía citar a Transparencia Internacional para respaldar la credibilidad de sus polémicas actuaciones judiciales. El premio anticorrupción que otorga TI era la pieza estrella de los fiscales de ‘Lava Jato’ en Curitiba, en el estado conservador de Paraná, y estaba expuesto junto a otros galardones procedentes de facultades de derecho internacionales y diarios como O Globo.

Transparencia Internacional publicó una crítica a las declaraciones del juez y el fiscal –ambos elegidos al Congreso en las elecciones generales del 2 de octubre– por vincular su apoyo a Bolsonaro con la lucha contra la corrupción.  Había defendido su papel de dar legitimidad a Moro y Dallagnol hasta el pasado 5 de octubre, cuando publicó una crítica a las declaraciones del juez y el fiscal –ambos elegidos al Congreso en las elecciones generales del 2 de octubre– por vincular su apoyo al presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro con la lucha contra la corrupción.
“Transparencia repudia las declaraciones del juez Sergio Moro y el fiscal Deltan Dallagnol que aluden a la lucha contra la corrupción para expresar su apoyo a la reelección de Jair Bolsonaro (…) Relacionar el apoyo a Bolsonaro con la lucha contra la corrupción perjudica la causa”, declaró la oenegé en un comunicado.

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TI destacó la corrupción del propio ejecutivo de Bolsonaro: “Partidos afiliados al llamado bloque Centrão han promovido, en connivencia con el Gobierno de Bolsonaro, el mayor proceso de institucionalización de la corrupción jamás registrado en el país, a través del saqueo de fondos públicos en el esquema ‘Presupuesto Secreto’”, constató quizás como una licencia poética.

Luego, se desglosan los presuntos delitos de corrupción en los que Bolsonaro y su familia han estado involucrados. “Hay amplia evidencia de que la propia familia Bolsonaro, además de sus estrechos vínculos con el crimen organizado, ha malversado recursos públicos y participado en el enriquecimiento y lavado de dinero ilícito”, destaca TI. “Transparency International Brasil lamenta profundamente que agentes judiciales que alguna vez actuaron de manera efectiva para luchar contra inmensos entramados de corrupción corporativa y política, con ramificaciones en decenas de países, estén prestando su imagen a la promoción de fuerzas políticas corruptas y autoritarias en Brasil”.

A prudente distancia

Si en algunos países de Occidente los jueces dejaron de usar pelucas monárquicas ahora las pelucas las emplean ciertas ONGs.

Quizá, en la decisión de TI de distanciarse –ya era hora– de Moro y Dallagnol, tuvo algo que ver el cuestionario que remití horas antes a su jefe de comunicación en el que pedía aclaraciones sobre el apoyo de Moro y Dallagnol a Bolsonaro y, concretamente, sobre esta declaración de Dallagnol, ya diputado electo en la Cámara Baja:

“Mi voto va a ser Bolsonaro contra Lula y el PT”, tuiteó el fiscal, que reconoció orgullosamente en su día que las acusaciones contra el expresidente del PT respondían “más a la convicción que a las pruebas”. El diputado Dallagnol continuó en su tuit: “Tenemos que unir el centro y la derecha en el Congreso en torno al combate contra la corrupción”. Por su parte, Moro anunció su apoyo a Bolsonaro tras ser elegido senador por Paraná en las elecciones generales. El exjuez iniciaba así una fase de reconciliación con el presidente de ultraderecha.

Pocos meses después de condenar a Lula, que pasó, a los 73 años de edad, 19 meses en un calabozo de 15 metros cuadrados, Moro se incorporó al Gobierno de Bolsonaro en 2019 como superministro de Seguridad y Justicia. Fue un favor devuelto por el presidente de extrema derecha. Ya pueden quedar pocas dudas de que Lula –que en la primera vuelta electoral del 2 de octubre sacó 26 millones de votos más que que el candidato del PT en 2018, Fernando Haddad– habría ganado aquellas elecciones de no estar en la cárcel, salvando a Brasil y a la Amazonia de los estragos de cuatro años de Bolsonaro.

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Moro dimitió unos meses después por una supuesta cuestión de “principios” relacionada con la investigación judicial a un hijo de Bolsonaro, acusado de corrupción. Ahora Moro y Bolsonaro vuelven a ser aliados. “El pasado es el pasado”, dijo el presidente el pasado 3 de octubre.

Habrá que felicitar a Transparencia Internacional por su decisión de alejarse de los dos hombres que, gracias en parte a sus elogios y premios, se convirtieron en héroes internacionales y allanaron el camino a la extrema derecha. Si algo prueba la infamia de estos dos ambiciosos políticos disfrazados de hombres de ley, que usaron el sistema de justicia como una plataforma hacia el poder político, es el giro de 180 grados que acaba de anunciar Transparencia Internacional.

La oenegé alemana tardó mucho tiempo en cambiar de postura. TI no condenó a Moro y Dallagnol ni tan siquiera cuando The Intercept denunció, en 2019, la complicidad criminal entre juez y fiscal, confirmada con miles de mensajes de whatsapp y telegram entregados por el hacker Walter Delgatti Neto. Cuando pregunté a TI si –a la luz de las pruebas– retiraría el premio concedido a los fiscales de ‘Lava Jato’, respondió: “No nos arrepentimos de haber entregado el premio y tampoco lo vamos a retirar porque seguimos creyendo que ‘Lava Jato’ realizó relevantes aportaciones a la lucha contra la corrupción en Brasil y el mundo”. Entonces publiqué este post.

Doctas instituciones del Derecho

Habría que pedir una declaración de condena también a Harvard Law School y a todas las facultades de derecho internacionales y medios de comunicación que elogiaron a Moro y Dallagnol en aquellos años de criminalización del PT. Como, por ejemplo, a Matthew Stephenson, de la Escuela de Derecho de Harvard, autor de Global Anticorruption Blog. Tan convencido estaba Stephenson de la integridad de Dallagnol, su amigo brasileño, que incluso llegó a criticar al Intercept por publicar las conversaciones entre Moro y Dallagnol. “Los que robaron los mensajes del celular de Dallagnol actuaron motivados por su ideología, el deseo de desestabilizar la política y para proteger a los corruptos”, dijo Stephenson entonces en un entrevista concedida a la revista Crusoé. Dallagnol utilizó el apoyo de su colega de Harvard para justificar una conspiración.

Sergio Moro. En mayo pasado fue procesado por los daños económicos derivados de la operación Lava Jato (TELAM).

Más tarde, Stephenson criticó de forma tímida a Dallagnol en unas declaraciones para la BBC brasileña. Pero, en vista de la gravedad del asunto, y el prestigio que el inestimable apoyo de Harvard ha supuesto para Dallagnol, habría que pedir una condena algo más firme al fiscal y una disculpa dirigida a The Intercept.

A fin de cuentas, la decisión de Glenn Greenwald y sus colegas del Intercept brasileño de investigar y publicar el contenido de estas grabaciones, probablemente, ha salvado la democracia brasileña. Con Lula en la cárcel y Moro y Dallagnol aún retratados en las portadas como heroicos luchadores contra la corrupción, Bolsonaro seguramente ganaría (N del E: hubiera ganado, este texto es anterior a los comicios) estas elecciones.

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Los verdaderos garantes de Moro y Dallagnol han sido los medios de comunicación nacionales e internacionales. Casi todos fueron cómplices de la criminalización de Lula y la conversión de los fiscales y jueces de ‘Lava Jato’ en héroes al estilo de Eliot Ness. Pero dado que The Economist acaba de anunciar su apoyo a Lula esta semana, centremos el repaso histórico de la hipocresía de la prensa en la revista británica.

A mediados de la década pasada, The Economist elogiaba “la cruzada contra la corrupción” de Moro y Dallagnol, mientras que preparaba la famosa portada de Dilma Rousseff con aquel título “Time to go” ( ya es hora de que te vayas) –un chiste irónico muy británico y muy golpista– publicada en 2016 poco antes de la destitución de Rousseff por un delito fiscal que jamás cometió. Ahora, la misma revista ha tenido la desfachatez de instar a Lula a desplazarse hacia la derecha para prevenir una victoria de Bolsonaro y así salvar la democracia brasileña.

Imagen de apertura. “Oudewater”. En Holanda se pensaba que las brujas no tenían alma y por tanto eran más ligeras que las mujeres inocentes. Ergo, se las pesaba mediante un sistema de balanzas para decidir sobre su inocencia o culpabilidad. Transparencia.

FUENTE: Contexto. CTX.

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