Por Emilia Racciatti y Milena Heinrich

Con estrategias de venta que incluyen la reciente posibilidad de entregar a domicilio o la realización de compras futuras, los libreros articulan acciones para subsistir en un momento crítico a partir del aislamiento obligatorio, que supuso la suspensión del encuentro con los lectores en sus espacios habituales, y agravó la situación, que ya venía con años de facturaciones en caída y un panorama debilitado.

A través de iniciativas propias para visibilizar sus espacios en las redes sociales -trivias, vivos, entrevistas- o colectivas, como por ejemplo «Sálvese quien lea», «Mi librería» o «Delivery de librerías», estos comercios encontraron en el trabajo colaborativo un modo de hacerle frente a la «facturación cero» que significó cerrar sus puertas al público, precisamente en un rubro donde el oficio se basa en la recomendación y el intercambio con los lectores.

Imposibilitados de acceder a sus stocks, recién el lunes último -cuando un Decreto de Necesidad y Urgencia los incluyó como actividad de excepción- lograron habilitar la puesta en funcionamiento de la venta online con entrega a domicilio para paliar los efectos económicos de la emergencia sanitaria.

La realidad es que a partir del próximo mes la mayoría de las librerías vamos a tener problemas para pagar alquileres, servicios, carga. El panorama es gravísimo

Gabriel Waldhuter

«La realidad es que a partir del próximo mes la mayoría de las librerías vamos a tener problemas para pagar alquileres, servicios, carga. El panorama es gravísimo. Los últimos dos años venimos remándola y viviendo el día a día porque el sector entró en una crisis muy severa: la impresión de títulos bajó en un 50% y las ventas estuvieron en el orden del 40%», explica a Télam Gabriel Waldhuter, de la librería Waldhuter.

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Para Ricardo Villota, de la librería Acuarela, que funciona hace 34 años en Carlos Paz, «la situación venía complicada desde hace dos años con baja de ventas» y en especial en su ciudad, que «está con los ingresos casi nulos dado que esto es un círculo porque directa o indirectamente» se vive del turismo.

Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro, que nuclea principalmente a editoriales pero también a librerías, asegura que la pandemia «afectó mortalmente porque tanto librerías como editoriales estuvieron un mes sin facturar y hay una gran cantidad de cheques rechazados de aquellas que no pudieron cubrir con fondos porque están cerradas. Hasta de las grandes cadenas están viniendo cheques rechazados».

Karina Downie, de librería Ritualitos, ubicada en el barrio de Liniers, cuenta que «en la primera etapa de la cuarentena» se abocaron, junto a editoriales y librerías, a «trabajar poniendo en funcionamiento la página web, los mecanismos de ventas on line», que a diferencia de las grandes editoriales, no suelen tener un catálogo digital o el desarrollo de una venta virtual.

«Somos una librería de barrio, independiente, autogestiva. Haber logrado sostenernos estos años fue muy duro así que esta coyuntura es un golpe fuerte a la economía y al trabajo que se hace en el barrio, que es mi comunidad. Trabajamos la temática de la ESI, hacemos talleres así que esta pérdida de contacto nos perjudica en muchos sentidos. El delivery nos permite trabajar en otras modalidades pero con una estructura que no tenemos, lo que nos lleva a pararnos de otra manera», relata.

Tamara Sternberg, de la librería El Emporio, que tiene 78 años en la ciudad de Córdoba, ya empezó con los envíos por delivery, lo que estima representará menos del diez por ciento de su facturación habitual pero «ayuda un poco», aunque «el libro viene con una crisis muy importante y esto se ha agudizado entre otras cosas por la postergación de la Feria del Libro», aunque destaca que se haya habilitado que las bibliotecas puedan hacer los pedidos a principio de mayo por Conabip.

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Para Waldhuter, «ya la semana anterior a la de la cuarentena, prácticamente no entró gente a la librería», lo que los hizo poner en marcha promociones de libros y envíos gratis, logrando «subir un poquito la venta dentro de lo virtual, pero no dentro de la venta total que puede tener la librería» aunque ejemplifica: «La proporción de venta del salón con la virtual es un 80-20».

En sintonía, Fernando Lavis, de la librería Zivals, señala que cuando empezó la pandemia, antes de la cuarentena, sufrieron una baja del 30% y que esta semana, al comenzar a vender on line, hubo «un alivio y aire» porque notaron que «se está trabajando bastante bien y se nota que había un impulso inicial de demanda insatisfecha».

«El 99% de las ventas son por Mercado Libre y el 1% es a través de nuestra web. No creo que lleguemos a las cifras de venta habituales pero es algo. Toda venta que se hace por Mercado Libre, entre las comisiones y hacerte participar en la bonificación de los costos de envíos, se quedan con entre el 18 y en 20% de la venta», remarca Lavis y agrega que «en tiempos normales la venta on line es un 20%».

Gremmelspacher considera que «la venta online representa para una editorial el 2 o 3 % de su facturación y para una librería 5 o 6%», por lo que advierte que «en la medida que esto se extienda claramente habrá cierre de librerías y editoriales».

Las librerías, punto de encuentro

Con pronósticos tentativos sobre cómo impactará la compra virtual y a domicilio, las librerías -como dice Victor Malumián, impulsor de una iniciativa que reunió en un mismo sitio a las librerías que hacen delivery- «seguramente vivan su proceso de reconversión, pero el rol de una persona de confianza que te ayude a descubrir libros le queda mucha vida. Y ese rol ha sido, por excelencia, de la librería amiga».

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«Las librerías -agrega el editor de Godot- tienen un rol social de encuentro, en muchas ciudades funcionan como centro cultural, como mediadores del acceso al libro. El entramado de librerías que apuestan al libro de largo aliento son la base sobre la cual se sostienen los catálogos de las editoriales más pequeñas. La pandemia pone de relieve la importancia de trazar lazos solidarios».

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