Es imposible que el imponente esqueleto en piedra de un Tyrannosaurus rex pase desapercebido a quien lo contemple. Sue, es como llaman a los restos de rex mejor conservados hasta la fecha. Una figura tal, más propia de la ciencia ficción que de nuestra realidad, tuvo un complejo proceso de transformación para que pudiera terminar en una exposición del Museo Field de Historia Natural de Chicago millones de años después de haber caído al suelo sin vida. Si nos basamos en este espécimen, puede parecer fácil encontrar  fósiles a los que estudiar para reconstruir el pasado, pero el proceso de fosilización es extremadamente raro y, desde luego, encontrar un esqueleto tan completo como el de Sue es un hallazgo excepcional para la humanidad. Te contamos qué tienes que hacer si quisieras dejar un fósil tan completo como el de Sue para los paleontólogos venideros.

La tafonomía (que significa, literalmente, “las leyes del enterramiento”) es la rama de la paleontología que estudia los procesos de formación de los fósiles. Para hacer uno, primero tendrías que tener claro qué es un fósil. La palabra viene del latín fossilis, que significa “que se obtiene cavando”. Esta etimología ya nos da una pista importante. Las dos primeras acepciones que tiene el diccionario de la Real Academia Española para la palabra “fósil” son las que nos interesan: “dicho de una sustancia de origen orgánico o de un resto de organismo: que está más o menos petrificado, y se encuentra por causas naturales en las capas terrestres, especialmente si pertenece a otra época geológica”. Y también “dicho de una impresión, un vestigio o un molde: que denota la existencia de organismos que no son de la época geológica actual”. De manera más clara: “los fósiles son restos de organismos o de su actividad biológica que han quedado preservados en las rocas, generalmente en rocas sedimentarias”, en palabras de Laura Domingo, doctora en Geología y Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid. Es decir, un fósil no es solo un ser vivo petrificado, sino que, si alguna de sus actividades dejase registro, también sería un fósil. Por tanto, no solo un Tyrannosaurus rex es un fósil, también lo es una huella, un excremento, un tronco de árbol, una hoja, cáscaras de huevo o una pluma.

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