La fotografía fue otra de las pasiones de Santiago Ramón y Cajal a lo largo de su vida. En torno a 1868, cuando tenía dieciséis años, queda fascinado tras un encuentro con un grupo de daguerrotipistas ambulantes. Iban por los pueblos y ferias y vivían de fotografiar a los paisanos y en Huesca, donde estudia en el instituto, penetra por primera vez «en el augusto misterio del cuarto obscuro». Queda cautivado por el proceso y aunque aquellos modestos fotógrafos estaban «limpios de toda curiosidad intelectual y… lo importante consistía en retratar mucho y cobrar más», se despierta en él una pasión que casi medio siglo después «sigue viva, apenas mitigada».

La cámara de fotos le acompaña también en su etapa como médico militar en Cuba. En su precario hospital de campaña montó un pequeño laboratorio fotográfico con cajones y latas vacías. Y cuando regresa a España, con la salud quebrantada por el paludismo, la fotografía le sirve como sustituto a sus frustradas ilusiones artísticas y le ayuda en la convalecencia.

Caja de placas planas al gelatino-bromuro instantáneas (1871), que George Eastman y la casa Kodak comercializaron en 1888 para la fotografía de gelatina de plata o proceso de «placa seca».ASC

Una forma distinta de expresar su arte

La fotografía canalizará su frustrada vena artística o, utilizando sus propias palabras, su anhelo de belleza. En ese sentido le interesaba todo: familia, grupos humanos, monumentos, paisajes… Hacia 1870, escribe una Historia de la fotografía, inédita hasta 1983, donde define este invento como «una de las maravillas de los fenómenos de la materia, que eclipsa y deja muy atrás a las siete celebradas maravillas del mundo». Quizá lo más interesante de su producción fotográfica son sus autorretratos. En muchas de sus fotos, una de sus manos se cierra en un puño para ocultar el disparador y, en ocasiones, realiza varias tomas sobre la misma placa para ahorrar material. Mucho de don Santiago está en sus fotografías. Él mismo lo dice cuando comenta: «Sabido es que el hombre mezcla a todo su personalidad y cuando cree fotografiar el mundo exterior, a menudo se contempla y retrata a sí mismo…».

 Desde el principio experimentará y trabajará con diferentes técnicas, hasta llegar al gelatino-bromuro. Esta nueva técnica que trabaja sobre placas secas permite realizar tomas con exposiciones inferiores a un segundo, que posibilitarán, por fin, hacer retratos sin tener que posar, captar con nitidez seres que se mueven, capturar la espontaneidad y naturalidad de un momento, las famosas «instantáneas». Pero el joven Santiago era un hombre muy práctico y la fotografía, una afición un tanto cara en aquel momento, de modo que, guiado por su espíritu austero, su mentalidad emprendedora y sus conocimientos de química decide fabricar él mismo las placas de vidrio emulsionadas.

Así lo cuenta también en sus memorias: «Más tarde, casado ya, llevé mi culto por el arte fotográfico hasta convertirme en fabricante de placas al gelatino-bromuro, y me pasaba las noches en un granero vaciando emulsiones sensibles, entre los rojos fulgores de la linterna y ante el asombro de la vecindad curiosa que me tomaba por duende o nigromántico». La realidad es que Cajal se dedica a esta producción artesanal por tres motivos, porque suponía una fuente de ingresos, porque le permitía disponer a él mismo de placas de buena calidad y por poder compartir su afición con otros fotógrafos. 

Cajal tenía, además, una gran habilidad técnica y será un pionero del primer microfilm, en 1880, al reducir un autorretrato al tamaño de una cabeza de alfiler. Sus experimentos con la fotografía los afronta de manera similar al trabajo de laboratorio. Lleva un cuaderno donde anota sus ideas, las sugerencias para mejorar las técnicas, los resultados obtenidos. Es un avanzado a su tiempo y antes de que nadie se ponga a hablar de granularidad y granulación, de sensibilidad y definición, él ya ha llegado de una forma empírica a la mejora de estos aspectos técnicos.

Lo cierto es que Santiago Ramón y Cajal, y es otra de las constantes de su vida, no se conforma con seguir una receta, de modo que, también en la fotografía, mejora los procedimientos, materiales y protocolos.

Analizó las placas fotográficas con un microscopio, lo que le permitió entender las imágenes obtenidas con las placas impresionadas por el método interferencial de Lippmann. Su análisis, probablemente nunca realizado con anterioridad, permitió resolver algún problema muy discutido, como el modo de obtención del blanco. Al igual que en la neurociencia, los estudios de Cajal sobre la fotografía se reflejan en una importante serie de publicaciones. Entre 1901 y 1926, publica dieciséis artículos y una monografía con temas diversos tales como la aplicación científica de la fotografía, morfología de las emulsiones, reproducciones del color, etc. Algunos de estos artículos fueron traducidos al alemán y al inglés.

Detalle de una fotografía a color (síntesis tricrómica) de mujer con mantón de flores y fondo de bodegón. Cajal practicó la fotografía estereoscópica y fue pionero de la fotografía en color.ARCHIVE COLLECTION

El retrato de una vida

En 1912, Ramón y Cajal publica un libro titulado Fotografía de los colores. Bases científicas y reglas prácticas, una obra importante en la historia de la fotografía en España y cuya impresión costearon los médicos españoles residentes en la Argentina. En la introducción a este libro, cuenta cómo su propia vida ha seguido la vida de la fotografía.

«En mi larga carrera de cultivador de la placa sensible, he sorprendido todas sus fases evolutivas. De niño, me entusiasmó la placa daguerriana, cuyos curiosos espejismos y delicados detalles me llenaron de ingenua admiración. Durante mi adolescencia, aspiré con delicia el aroma del colodión, proceder fotográfico que tiene los irresistibles atractivos de la dificultad vencida, porque obliga a fabricar por sí la capa sensible y a luchar heroicamente con la rebeldía de los baños de plata y la desesperante lentitud de la exposición. Alcancé después el espléndido período del gelatino-bromuro de Bennet y v. Monckhoven… Ya en plena madurez, saludé regocijado la aparición del autocromatismo de Vögel y la exquisita sensibilidad de las emulsiones argénticas… Faltaba todavía alcanzar el soñado ideal, es decir, descubrir medios prácticos para fotografiar los colores… Hétenos ya, gracias al maravilloso invento de Lumière, emancipados de la intolerable esclavitud del blanco y negro».

Cajal vive la fotografía como una prolongación de la existencia y, al mismo tiempo, también la reivindica como esparcimiento, como ocio. En su Fotografía de los colores hay al menos dos frases en ese sentido. Al comienzo escribe: «La fotografía común y, sobre todo, la fotografía cromática, constituyen distracción incomparable para el trabajador intelectual. En los prosaísmos y miserias de la lucha profesional o de la vida oficinesca, pone un poco de poesía y algo de emoción imprevista» y más adelante añade: «Es dicha grande para todos los que de vez en cuando necesitamos interrumpir con un poco de solaz el duro batallar del trabajo».

Ramón y Cajal también habla de la fotografía para dejar huella, como un elemento de perdurabilidad. Para él una palabra cargada de sentido en la tarea del fotógrafo es: inmortalizar. No en vano, le ha tocado vivir un cambio de época significativo. De la generación anterior no queda una imagen, pues solo los reyes y los ricos dignatarios podían permitirse pagarse un retrato, y ahora un avance tecnológico ha hecho posible que las clases medias accedan a ello. «Solo las fotografías contemporáneas de nuestra juventud o de nuestra madurez saben hacer el milagro de resucitar a los muertos». Esta nostalgia conecta con un lamento incluido en los Recuerdos de mi vida… «No poseo, por desgracia, retratos de la época juvenil ni siquiera de la madurez de mis progenitores».

No cabe duda de que Cajal busca perdurar y ese deseo de inmortalidad está también en sus fotografías, en sus múltiples autorretratos, en las fotos de su mujer y sus hijos, en aferrar y cristalizar los momentos, los recuerdos, los viajes.

Algunas de las cámaras fotográficas de don Santiago Ramón y CajalColección Museo Cajal

No escatimó en gastos

Al igual que en el laboratorio y en contra de esa imagen del sabio trabajando en la penuria y con escasez de medios, Cajal contaba con un muy buen equipo de máquinas fotográficas y accesorios. Poseía una «Steinheil» estereoscópica construida en Múnich, una «Verascope», una «E. Krauss» con objetivo Zeiss y otra más moderna, una «L. Gaumont & Cía.» modelo «Stereo Spido». Algunos de esos instrumentos, cámaras, visores, etc., se conservan en el Instituto Cajal.

Hay una pregunta última cuya repuesta es difícil de saber. Siendo Santiago Ramón y Cajal un experto en fotografía, ¿por qué sus artículos y sus libros solo contienen dibujos? Salvo algún caso excepcional (hay dos trabajos de 1918 y 1926 sobre microfotografía del sistema nervioso), en ellos no hay ninguna foto. Hay varias respuestas posibles:

  • Un ejercicio de realismo. La preparación histológica no deja de ser un artefacto, algo hecho por el hombre, es la célula muerta, deshidratada, tratada con numerosas sustancias químicas, procedimientos que muestran unas cosas y ocultan otras. Algunos dibujos, como el sorprendente núcleo rodeado de dos membranas, invisible al microscopio óptico, mejoran lo que una fotografía puede mostrar.
  • Un afán didáctico. El dibujo interpreta y la fotografía no, o lo hace en menor medida. El dibujo permite llevar al lector a los detalles importantes. Cajal guía, «sabe ver» y enseña a ver, discrimina lo importante de lo anecdótico, muchas de sus ilustraciones están a medio camino entre el dibujo y el esquema, son representaciones morfológicas que quieren sugerir una explicación funcional.
6315b6d15cafe8c1b4968afa

Daniel Torregrosa, químico

  • Un problema técnico. La fotografía enfoca en un único plano y tiene poca profundidad de campo, lo que genera un problema con las neuronas que lanzan sus extensiones por grandes distancias de un volumen amplio. La fotografía puede hacer perder muchos detalles valiosos situados en otros planos focales.
  • Un trabajo inclusivo. Cajal llega a sus conclusiones tras estudiar cientos de preparados. Sus dibujos no son una representación gráfica de uno de esos detalles histológicos, como sería necesariamente una fotografía, sino una imagen integradora, ideal, construida a partir de cientos de imágenes y cogiendo los mejores detalles de cada una de ellas.
  • Un motivo económico. El mismo Cajal comenta que sin juntar muchos elementos en un mismo dibujo, habría necesitado miles de figuras y eso «habría arruinado el equilibrio de mi economía doméstica».

Cuatro autorretratos de Ramón y Cajal. La mayoría de los retratos suyos que se conservan son hechos por él, pero también dejó muchas estampas familiares de sus hijas y su mujer, de viajes…Instituto Cajal (CSIC)

Mirando más y mejor

Cerremos este artículo con una reflexión sobre la fotografía realizada por el propio Santiago Ramón y Cajal cuando ya había cumplido los sesenta años. «La fotografía no es deporte vulgar, sino ejercicio científico y artístico de primer orden y una dichosa ampliación de nuestro sentido visual. Por ella vivimos más, porque miramos más y mejor. Gracias a ella, el registro fugitivo de nuestros recuerdos se convierte en copiosa biblioteca de imágenes, donde cada hoja representa una página de nuestra existencia y un placer estético redivivo. Y es algo más. Constituye también medicina eficacísima para las decadencias del cuerpo y las desilusiones del espíritu; seguro refugio contra los golpes de la adversidad y el egoísmo de los hombres. De mí sé decir que olvidé muchas mortificaciones gracias a un buen cliché, y que no pocas pesadumbres crónicas fueron conllevadas y casi agradecidas al dar cima a una feliz excursión fotográfica».

Deja un comentario
Mirá También:  Chef mexicana es nombrada la mejor del mundo

You May Also Like