Los animales acuáticos son múltiples y diversos. Siendo su hábitat natural el agua, algunos pueden vivir entre ella y la tierra. En estos casos se conocen como semiacuáticos. Un buen ejemplo sería el de los pingüinos, que son aves cuyas alas nos les permiten volar, pero sí desenvolverse con eficacia en el medio acuático.
Debido a su adaptación al agua, estos animales pueden respirar de distintas formas, bien ascendiendo a la superficie para aspirar oxígeno, bien tomando el oxígeno que se encuentra diluido en el agua. La respiración puede realizarse a través de las branquias y la piel, si es que se toma el oxígeno del agua, o con los pulmones, si se requiere salir a la superficie.
Los animales acuáticos se alimentan principalmente de carne, es decir, de otros seres vivos que como ellos habitan en el agua. El fitoplancton, compuesto de organismos acuáticos como algas y cianobacterias, es también clave en la alimentación de este tipo de fauna, sobre todo de la que vive en el mar.
En cuanto al hábitat, los distintos animales acuáticos de dividen en tres grupos: animales marinos, animales de río y animales de los lagos. Los primeros están capacitados para tolerar distintos tipos de presión y salinidad; los segundos llevan bien las corrientes y las altas temperaturas; los terceros son de agua dulce, con poco movimiento y baja presión.
Por otro lado, los animales que viven en el agua pueden reproducirse de manera sexual o bien asexual. En el primer caso se puede dar de dos maneras: por medio de la reproducción vivípara, como en el caso de los delfines, ballenas u orcas o bien a través de la reproducción ovípara, caso de la mayoría de los peces. Si la reproducción es de tipo asexual, se llevará a cabo por división o fraccionamiento con o sin macho de por medio, como sucede en la estrella de mar o los peces sierra. En otras especies la fecundación se produce cuando los animales arrojan su esperma y óvulos al mar.
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