Por entonces a la mujeres japonesas no se les enseñaba chino, la lengua escrita del gobierno, pero el padre de Murasaki era un erudito que no iba a permitir que su hija no lo aprendiera. Al parecer mostró una gran capacidad para aprender chino, y pronto fue capaz de leer a los clásicos con gran fluidez. Se casó cuando tendría 24 o 26 años, y dio a luz una hija. Pero la alegría duró poco porque su marido murió a los dos años de casarse. No sabemos cuándo empezó a escribir, pero tuvo que ser entre su boda y la muerte de su marido. Alrededor del año 1005 Fujiwara no Michinaga, un político japonés que gobernó de facto el país a comienzos del siglo XI (no en vano fue padre de cuatro emperatrices, tío de dos emperadores y abuelo de otros tres) la invitó a servir como dama de compañía de la emperatriz Shōshi en la corte imperial, probablemente debido a su reputación como escritora. Después de cinco años, dejó la corte y se retiró con Shōshi a la región del lago Biwa. 

A lo largo de 54 capítulos Genji Monogatari cuenta la vida de Hikaru Genji, el hijo del emperador japonés Kiritsubo, que por razones políticas le aparta de la línea de sucesión y lo degrada a ser un plebeyo. Pero la historia, además de describir con exquisito detalle costumbres de la sociedad aristocrática de la época -que la autora conocía muy bien-, se concentra en la vida romántica de este cortesano guapo, sensible y con talento, además de excelente amante y amigo digno de confianza. Cada una de las mujeres de su vida está descrita con viveza, de forma que un crítico literario dijo que “el trabajo muestra una sensibilidad suprema hacia las emociones humanas y las bellezas de la naturaleza, pero a medida que avanza, su tono oscuro refleja la convicción budista de la fugacidad de este mundo”. 

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