La idea de crear un universo en el laboratorio se deriva de la hipótesis del universo inflacionario planteada por Guth en 1981. Así, el universo pesaba originalmente menos de 10 kilogramos y su tamaño era una milmillonésima de un núcleo atómico. Algo realmente muy pequeño que podríamos facturar en un avión sin pagar exceso de peso, pero suficiente para iniciar todo un universo. La pregunta del millón es: ¿podríamos crear un nuevo universo en una pequeña región de nuestro espacio? La respuesta es sí y, además, según Farhi y Guth, tendría una evolución similar al nuestro.

Así que imagínate a un científico loco viviendo en una estrella situada en la constelación de Orión ¿podría acabar con nuestro (y su) universo al jugar a ser dios? Podemos respirar tranquilos. Ese universo crearía su propio espacio-tiempo y no se derramaría por el nuestro. De hecho, y por lo que sabemos de momento, la pared que nos separaría sería inviolable, como la superficie de un agujero negro.

Ahora bien, podemos estar equivocados y puede que nuestro universo esté en peligro por los proyectos de ciencias de ciertos estudiantes de secundaria de una galaxia lejana, muy lejana…

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