Retorciéndose por el dolor abdominal e incapaz de desplegar su manera implacable de jugar, Rafael Nadal temió no tener más remedio que abandonar su partido contra Taylor Fritz por los cuartos de final de Wimbledon.
Y aunque continuó y eliminó con épica al estadounidense para meterse en semifinales, su semblante un rato después, al entrar a la sala de conferencias, no fue el mejor.
“Estoy preocupado. Quiero darme una oportunidad, pero siento que algo no está bien”, reconoció el español.
Su papá le había sugerido que se retirara durante el partido, pero el hijo hizo caso omiso. Nadal siguió en la pista, modificó su mecánica del saque y la estrategia de juego, y encontró la manera de ganar.
“Para mí es duro retirarme en mitad de un partido. Lo he hecho un par de veces en mi carrera, pero lo odio. Luché y estoy orgulloso de haber ganado un partido en estas condiciones”, amplió y confesó que “en varios momentos” pensó que “no podría terminar el partido”.
Y aunque lo logró y lo hizo con un triunfo, ahora no está seguro de si será capaz de jugar el viernes ante Nick Kyrgios, el australiano de 27 años que alcanzó por primera vez la instancia de los cuatro mejores de un Grand Slam.
“No sé exactamente qué tengo”, comentó Nadal, quien se someterá este jueves a una serie de análisis para aclarar la situación de una dolencia que surgió hace casi una semana pero que empeoró cuando el primer set ante Fritz estaba 3-1. “Estoy preocupado”, se sinceró.
“Debo tener la información correcta para tomar decisiones”, apunta a la vez que anticipa: “Pero si hay algo más importante que ganar Wimbledon es la salud”.
