Todavía recuerdo cómo mi madre, tras la alarma dada en el colegio sobre una epidemia de piojos, me examinaba la cabeza en busca de esos huevecillos blancos aferrados al pelo que son las liendres, síntoma indiscutible de que había sido invadido por esos diminutos y molestos seres.

Los piojos son insectos minúsculos, generalmente miden entre 1 y 2 milímetros de largo. El ciclo de vida de un piojo consta de tres etapas: huevo (liendre), ninfa y adulto. Las liendres se adhieren a la base de los pelos y son las más resistentes, ya que están protegidas por una sustancia pegajosa que las une al cabello. Las ninfas emergen de las liendres y se convierten en adultos en unas pocas semanas, y luego comienzan a poner huevos de inmediato. Un piojo adulto puede vivir hasta 30 días.

Las liendres se agarran al pelo segregando una sustancia pegajosa. Foto: Istock

La picazón que causan los piojos no es el resultado de las mordeduras, como comúnmente se cree, sino una reacción alérgica a las sustancias en la saliva de los piojos cuando se alimentan de sangre. Esta reacción puede variar de persona a persona, y algunas personas pueden no experimentar picazón. Ahora bien, aunque causan verdaderas molestias, los piojos no transmiten enfermedades graves, a diferencia de otros insectos como los mosquitos. Eso sí, cuidado con rascarse demasiado la cabeza; eso puede conllevar infecciones secundarias…

Los piojos no discriminan

Los piojos son escrupulosamente democráticos; pueden infestar a personas de cualquier edad, género o nivel socioeconómico. En contra de la creencia popular, la infestación de piojos no está relacionada con la falta de higiene personal, ya que estos parásitos se sienten igualmente cómodos en cabello limpio o sucio.

Con el paso del tiempo, y siguiendo paso a paso la selección natural darwiniana, los piojos han desarrollado resistencia a algunos tratamientos, como los pesticidas utilizados en champús antipiojos. Es en las liendres donde está la clave de la aparente falta de eficacia de los tratamientos. Una vez que está infestado lo único que va a servirnos es la constancia. Hay que tratar el cabello con pediculicida para después lavar bien la cabeza con agua y jabón para finalmente pasar la liendrera (que no es otra cosa que un peine con las púas muy juntas) y cepillar el pelo. Una operación que hay que volver a repetir a la semana siguiente para evitar que las liendres se conviertan en larvas.

Cada especie de mamífero tiene asociado una especie de piojo, salvo el ser humano. Foto: Istock

Un ser muy exclusivo

El piojo, así en singular, no existe. Se conocen del orden de 300 especies distintas de piojos y son tan exquisitos que únicamente se alimentan de la sangre de los mamíferos. La de las aves ni la prueban, al igual que ocurre con la de reptiles o anfibios. Y no sólo eso. Su refinamiento llega a tal extremo que incluso el piojo del ciervo únicamente bebe sangre de ciervo, y al del perro ni se le ocurre alimentarse de un conejo. Únicamente el piojo de los cerdos acepta la sangre humana como alimento. Toda una señal. Por cierto, esto no es lo único que compartimos con ellos. Algunos virus, como el de la gripe, también los compartimos.

También hay un piojo de los elefantes, que se aposta detrás de sus orejas y consigue incluso hacerle sangrar. Podríamos decir que una especie de mamíferos tiene asociada una única especie de piojo. Y eso es cierto, salvo en el caso del ser humano. Para nuestra deshonra, damos cobijo a tres especies de piojos en diferentes partes de nuestro cuerpo: el Pediculus humanus capitis, que se fija en la cabeza, el Pediculus humanus vestimentorum, que se agarra al cuerpo y a los vestidos, y el Phthirius pubis, más conocida como ladilla, que planta sus reales en la región púbica.

Los piojos actuales han desarrollado resistencia a los pesticidas. Foto: Istock

Beber sangre con moderación

Los tres beben la misma sangre pero prefieren asentarse en lugares diferentes para sus libaciones. El más conocido, el piojo de la cabeza, pone sus huevos en los tallos de los pelos y los fija a ellos con una especie de cemento que se endurece al secarse. Sus garras son poderosas y son tan fuertes que con sus patas delanteras pueden llevar durante un minuto un peso equivalente a su peso multiplicado por mil. Puesto en la escala humana eso significaría que un levantador de pesos debería ser capaz de alzar una carga de 150 toneladas.

Al contrario que las chinches o las pulgas, el piojo no es un devorador insaciable que siga la máxima del pobre, antes reventar que sobre. Se alimenta frugalmente, comiendo varias veces a lo largo del día. Lo tiene tan grabado en su código genético que si pasan unos pocos días sin que encuentre un ser humano del que alimentarse, muere de hambre. Por el contrario, pulgas y chinches pueden pasarse varios meses sin probar bocado tras su último atracón. De igual modo, y al contrario que las pulgas, los piojos no tienen la capacidad de saltar o volar. Se mueven gateando y suelen trasladarse de una persona a otra por contacto cercano, como el intercambio de peines o mediante el contacto cabeza a cabeza.

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