«Queríamos examinar si las personas de todo el mundo tienen la misma percepción olfativa y les gustan los mismos tipos de olor, o si esto es algo culturalmente aprendido», dice Artin Arshamian, investigador del Departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska que ha participado en la investigación. «Tradicionalmente se ha visto como algo cultural, pero podemos demostrar que la cultura tiene muy poco que ver con ello».

El presente estudio demuestra que la estructura de la molécula de olor determina si un olor se considera agradable o no. Los investigadores comprobaron que ciertos olores gustaban más que otros, independientemente de la cultura de los participantes.

«Las culturas de todo el mundo clasifican los distintos olores de forma similar, independientemente de su procedencia, pero las preferencias por los olores tienen un componente personal, aunque no cultural», afirma el Dr. Arshamian.

El experimento cuenta con la participación de investigadores que pertenecen a instituciones de todo el mudo como el Karolinska Institutet (Suecia), la Universidad de Oxford (Reino Unido), la Universidad San Francisco de Quito (Ecuador), la Universidad de Melbourne (Australia) y la Universidad Nacional Autónoma de México. Muchos de estos científicos son trabajadores de campo que trabajan con poblaciones indígenas.

Para la investigación, los investigadores seleccionaron nueve comunidades que representan diferentes estilos de vida: cuatro grupos de cazadores-recolectores y cinco grupos con diferentes formas de agricultura y pesca. Algunos de estos grupos tienen muy poco contacto con productos alimenticios o artículos domésticos occidentales.

«Como estos grupos viven en entornos odoríferos tan dispares, como la selva, la costa, la montaña y la ciudad, captamos muchos tipos diferentes de ‘experiencias de olor’ «, afirma el Dr. Arshamian.

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En el estudio participaron un total de 235 personas, a las que se les pidió que clasificaran los olores en una escala de agradable a desagradable. Los resultados muestran cambios entre individuos dentro de cada grupo, pero también un acuerdo sobre qué olores son agradables y desagradables. Los investigadores muestran que la variación se explica en gran medida por la estructura molecular (41 %) y por la preferencia personal (54 %).

«La preferencia personal puede deberse al aprendizaje, pero también podría ser resultado de nuestra composición genética», afirma el Dr. Arshamian.

La vainilla es el olor que más gusta

Entre los olores que se pidió a los participantes que clasificaran en agradables y desagradables se encontraba el de la vainilla, que era el que mejor olía, seguido del butirato de etilo, que huele a melocotón. El olor que la mayoría de los participantes consideró menos agradable fue el del ácido isovalérico, que se encuentra en muchos alimentos, como el queso, la leche de soja y el zumo de manzana, pero también en el sudor de los pies.

Según el Dr. Arshamian, una posible razón por la que las personas consideran algunos olores más agradables que otros, independientemente de la cultura, es que tales olores aumentaron las posibilidades de supervivencia durante la evolución humana.

«Ahora sabemos que existe una percepción universal de los olores que se rige por la estructura molecular y que explica por qué nos gusta o no un determinado olor», prosigue el Dr. Arshamian. «El siguiente paso es estudiar por qué esto es así, vinculando este conocimiento a lo que ocurre en el cerebro cuando olemos un olor concreto».

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Referencia:

Arshamian et al. 2022. The perception of odor pleasantness is shared across cultures. Current Biology. DOI:https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.02.062

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