Todos sabemos que quien dio el golpe de gracia a esta idea fue el bioquímico francés Louis Pasteur, pero muy pocos reconocerán el nombre de Francesco Redi, médico en la corte de Fernando de Medici, como el primero en abordar el problema de manera científica. Para ello Redi colocó un pedazo de carne en el interior de dos jarras. Una de ellas la cubrió con una gasa y la otra la dejó al descubierto. Las moscas, unos animalillos muy abundantes en la Florencia del siglo XVII, dejaron sus huevos en la carne podrida de la vasija al aire y sobre la gasa de la otra: los gusanos blancos aparecieron en la primera pero no en la segunda. Redi había demostrado que nacían de los huevos depositados por las moscas y no por generación espontánea de la materia en descomposición.

Sin embargo, sus experiencias no acabaron con la idea de la generación espontánea. En su contra se alzaban, por ejemplo, las autorizadas opiniones de personas tan ilustres como el químico Van Helmont. Para Van Helmont la clave de la vida residía en la fermentación y propuso diversos métodos para generar seres vivos. Según él así se pueden hacer aparecer ratones de la nada: “Si se estruja una camisa sucia a través de la boca de un tarro que contenga algunos granos de trigo, la fermentación que exuda la camisa sucia, alterada por el olor de los granos de trigo, da lugar, al cabo de unos veintiún días, a la transformación del trigo en ratones”.

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