Arder sin causa aparente
La combustión humana espontánea parece de película, pero no es fenómeno no es nuevo. Los primeros relatos conocidos de se remontan a 1641 y desde entonces se conocen unos 200 casos medianamente documentados de personas que se han puesto a arder sin causa aparente. El fenómeno es tan llamativo que aparece en novelas como Redburn de Herman Melville, Almas Muertas del ruso Mikolai Gogol o en la más famosa La casa lúgubre de Charles Dickens, donde un sórdido comerciante alcohólico, Krook, terminaba convertido en un montón de cenizas sobre el suelo y «una capa oscura y grasienta en las paredes y el techo». A Dickens le acusaron de matar a un personaje de forma poco creíble y el escritor se defendió diciendo que esa muerte estaba inspirada en un caso real: “Hay constancia de unos 30 casos, el más famoso de los cuales, el de la Condesa Cornelia de Bandi Cesenate, lo investigó y describió con gran minuciosidad Giuseppe Bianchini, prebendado de Verona, persona distinguida en el mundo de las letras, que publicó un relato al respecto en 1731 en Verona y después lo reeditó en Roma”.
Si le preguntamos a un científico si un cuerpo humano puede arder de repente nos dirá que no. Debido a que el cuerpo humano está compuesto principalmente de agua y lo único que tiene inflamable es el tejido graso y el gas metano, la posibilidad de que estemos ante un fenómeno real parece muy remota. Muchos descartan que sea real y afirman que una fuente de llama no detectada, como un fósforo o un cigarrillo, es el verdadero culpable. Por lo general las víctimas se encuentran cerca de una fuente de fuego, como sucedió en 2010 con Michael Faherty, un hombre de 76 años cuyo cuerpo apareció abrasado cerca de una chimenea en una habitación que no sufrió ningún daño. Para este y otros casos suele aducirse como explicación el llamado “efecto mecha”: una pequeña llama, como un cigarrillo encendido, alcanza la ropa de la víctima, penetra y quema la piel liberando algo de grasa subcutánea que la ropa quemada absorbe, actuando como una mecha. Esta grasa, una vez calentada, penetra en la ropa como la cera en la mecha de una vela, proporcionando el combustible necesario para mantenerla encendida. Inicialmente el agua del cuerpo podría impedir la combustión pero, al tratarse de una combustión lenta, también se va evaporando lentamente. Por lo general, el cuerpo humano tiene suficiente energía almacenada en forma de grasa para llegar a calcinar completamente el cuerpo. El efecto mecha también explica porqué aparecen las extremidades intactas: como suelen tener menor cantidad de grasa, no arden. Del mismo modo, da cuenta de por qué muchas de las víctimas han sido personas obesas.