La escena, inevitable por el ritmo de los contagios, se vuelve habitual en el AMBA. Dolorosas historias frente a un sistema al borde de la saturación.

Fabián Peñalba tenía turno para vacunarse esta semana. Con obesidad, hipertensión y problemas cardíacos, sumaba factores de riesgo ante el coronavirus. Por su edad, 59 años, entraba en el grupo que está siendo inoculado por estos días en la Provincia de Buenos Aires. Pero, poco antes de la llegada de su turno, se contagió. El martes pasado le tocó peregrinar en ambulancia durante horas. No había cama en el Hospital Balestrini ni en el de González Catán. Terminó internado en un centro médico de atención temprana, donde permanecía en estado crítico. Padre de cuatro y abuelo de ocho, su caso es sólo uno entre las miles de historias que le ponen nombre y apellido a los números rojos que advierten que el colapso sanitario es inminente. O que ya llegó.

“Recién hoy se desocupó cama. Ante la gravedad, el médico lo dejó ahí, en el Centro de Atención Primaria René Favaloro, en Morón. A otro lugar no llegaba. Se moría. Llegó saturando al 50 por ciento. Según el médico, habrá que ver qué daño provocó la poca oxigenación en su cerebro. El parte fue muy triste, muy crítico. Ya lo pusieron boca abajo. Sólo lo puede salvar un milagro”, se lamenta Rubén, uno de los seis hermanos de Fabián, en diálogo con Tiempo.

Panadero en González Catán, Fabián se contagió luego de que casi toda su familia pasara por el COVID-19. Cuando hijas y nietos iban recibiendo el alta, él comenzó con síntomas. Cuando su cuadro ya se había agravado llegó positivo el hisopado de su compañera, Claudia, aislada sola en su casa. “Se dedican a una actividad que mueve mucha gente: reparto, ventas en el local, mayoristas. No saben cómo se contagiaron, pero puede haber sido en cualquier parte”, dice Rubén. Fue uno de los tantos familiares de pacientes con COVID-19 que en los últimos días usaron las redes sociales como ventana para mostrar esa desesperación de las horas en la ambulancia ante la imposibilidad de conseguir cama.

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Días antes de que el porcentaje de ocupación en las terapias intensivas del AMBA alcanzara los picos máximos, Lupe Lazzo anticipó lo que se venía al viralizar la situación de su papá, Horacio Martín Lazzo, internado en el Sanatorio Méndez, en Caballito. “No dejen morir a mi papá; necesita una cama de terapia intensiva hace diez días y respirador. Tiene Covid y no se la dan”, alertaba la mujer. Finalmente, el hombre falleció el 11 de abril, “víctima de la saturación del sistema privado. El sanatorio eligió darle cama a alguien más joven que mi papi. Decidieron quién vive y quién muere. Él quería vivir, no lo dejaron”.

Más tarde, fue el periodista Hernán Castillo quien difundió el caso de su papá contagiado de COVID-19. Su historia también se viralizó, al tiempo que médicos intensivistas advertían por el riesgo de colapso. “Mi papá tiene Covid y hoy su estado se volvió gravísimo. No hay cama para internarlo, conseguí un tubo de oxígeno particular y lo mantenemos con eso, con el monitoreo de una médica amiga. PAMI no da abasto, pero las prepagas tampoco. No me lo contó nadie. Le pasa a mi papá”, escribió Castillo. El 21 de abril, tras haber conseguido cama en el  Policlínico Lomas, su padre murió.

Mientras intensivistas de hospitales y sanatorios públicos y privados gritaban a los cuatro vientos que el sistema sanitario no daba para más, que se necesitaban restricciones más fuertes para frenar los contagios, una médica de la terapia intensiva del Hospital Fernández optó por mostrar las historias de vida que pasaban por esa sala. “49 años. Y nada de enfermedades. ¿Cómo fue que te afectó así? No revierte tu cuadro. Ni en prono ni en supino. Sombrío el panorama. Ella sufre al teléfono. Quisiera consolarla con que mañana estará mejor. Menos de 50% de sobrevida me anudan la lengua y callo”, escribió la intensivista Vanina Edul sobre uno de sus pacientes.

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“Tenías 45. Sano. Guapísimo. Que alguien me explique que en tres semanas la enfermedad más las infecciones intrahospitalarias te dejarían los pulmones así. Una roca que no oxigena. Y nosotros useless. Y te fuiste. Y nos desgarra”, relató sobre otro, en un punteo que cerró así: “¿Soy dramática? ¡Menos que la realidad! ¿Soy amarga? Un dulce de leche al lado de esta enfermedad. Solo quiero que sepas que hacerse el distraid@ puede ser mortal. Cuidate, y un sano consejo al oído: no oigas a quien politiza destruyendo vidas. Después no te la devuelven”.

FALTA DE OXÍGENO

La falta de camas tiene como contracara la permanencia de pacientes en domicilios aún cuando requieran del suministro de oxígeno para mantenerse estables. Así como en los ámbitos hospitalarios la demanda de oxígeno en el marco de la segunda ola se triplicó y afectó la provisión, también se complicó la obtención de tubos para particulares. “Habitualmente, entregamos en 100 domicilios diarios y nos están pidiendo de 400”, alertó a Tiempo Alejandro Bucich, presidente de Argentina De Gases. Ante este panorama, el Gobierno congeló el precio del oxígeno medicinal por 90 días y apuntó a priorizar la demanda interna.

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